Sobre la democracia y la toma de decisiones, o de cómo no quedar atrapados en un triángulo o un cuadrado en la lógica del tirano ideólogo
17/05/2024
Autor: Dra. Cintia C. Robles Luján
Cargo: Profesora Formación Humanista y de la Facultad de Filosofía y Teología

Hacia 1984 Octavio Paz publicaba Hombres en su siglo y otros ensayos, el mismo año la de publicación de Fenomenología del relajo y otros ensayos de Jorge Portilla, y el año en que México vivió una de las mayores catástrofes industriales, debido a una serie de múltiples explosiones en una planta de PEMEX ubicada en San Juan Ixhuatepec (San Juanico), sin olvidar que el 27 de enero se inauguraban las instalaciones de la Cineteca Nacional en la Ciudad de México y que el 4 de marzo cuarenta mil campesinos iniciaban “la larga marcha” para protestar en contra de la represión en el campo y exigir una reforma agraria en un acto de libertad y organización comunitaria.

Pero recordemos lo que nos decía Paz en las primeras páginas de aquel libro, cuando reflexiona sobre los riesgos de conversión de la libertad a un absoluto, en donde, de ser el caso, dejaría de ser libertad para dar paso al despotismo. Así, la libertad tendría que asumirse como un “acto, a un tiempo irrevocable e instantáneo, que consiste en elegir una posibilidad entre otras”. En efecto, elección y posibilidad son dos términos que en el 2024 adquieren gran relevancia y significado para el año coyuntural que nos espera, por ser el año de elecciones, donde los mexicanos elegiremos lo que, a juicio propio, será la mejor posibilidad para enfrentar las más urgentes realidades de nuestro país: pobreza, desigualdad social, violencia, narcotráfico, migración, crisis ambiental, gentrificación, sistema de salud y disputas comerciales –mismas que no son nuevas en nuestra realidad social, y sin embargo, siguen presentándose como inquietantes y en algunos casos, perturbadoras por su grado de crueldad. 

No obstante, además de pensar cuál sería la mejor posibilidad, y después llevarlo al campo de la acción a través del voto, participando así de un derecho constitucional democrático, ¿qué otra cosa nos ocuparía hacer? ¿Cómo llevar a cabo efectivamente este proceso de elección? ¿De qué recursos propios (criterios) y externos (narrativas, símbolos, tecnologías, instituciones, etc.) disponemos para la toma de decisión ciudadana? ¿De qué o de quiénes debemos cuidarnos? En un escenario global donde las pantallas del mundo –como advierte Lipovetsky– son las encargadas de filtrar la realidad a través de distintos dispositivos, nos encontramos frente a una “pantalla global” donde cada vez es más difícil distinguir si estos recursos están a nuestra disposición o nosotros estamos a merced de ellos, como prospectos idóneos para ser redirigidos a una pluralidad de ventanas alternas como cuando navegamos en la web y que “inexplicablemente”, de manera abrupta y sorpresiva, nos aparece aquello que deseamos y es de nuestro agrado ver, escuchar, leer o comprar. 

Sabemos que esto se debe a los algoritmos que registran nuestras vistas y preferencias de búsqueda, entre otras variables, pero lo que nos ocupa aquí es abordar si influye todo lo anterior en la toma de decisión ciudadana, y si favorece o no nuestra participación democrática, es decir, si estaremos participando realmente o estaremos mediados o influenciados por la ideología, la propaganda, la publicidad, las redes sociales y la muy posible, temida y ya instalada desinformación en una era de posverdad. Frente a este escenario, ¿qué nos corresponde hacer? ¿Cuál sería la acción políticamente correcta, para salvaguardar los riesgos que supondría para la democracia en un Estado de derecho? Nuestra historia política mexicana recorre el modelo de la lucha por vencer más que de convencer, el objetivo es que el mensaje se difunda entre el mayor número de personas con disposición y capacidad para ejercer su voto. 

El primero de marzo se formalizó el inicio de las campañas políticas para la presidencia de México. En las próximas elecciones del 2 de junio están convocados a participar en las urnas más de 97 millones de mexicanos; en este hecho histórico se renovarán 128 senadores, 500 diputados del Congreso y las nueve gubernaturas estatales de Chiapas, Guanajuato, Jalisco, Morelos, Puebla, Tabasco, Veracruz, Yucatán y Ciudad de México, así como 1,802 presidencias municipales, 431 cargos auxiliares, 1,975 sindicaturas, 14 mil 764 regidurías y, por supuesto, una Presidencia de la república. 

De acuerdo con los datos presentados por el INE, en estas elecciones se elegirán 20 mil 708 cargos, de los cuales 629 son de elección federal y 20 mil 79 de elecciones locales. Del listado nominal, contamos con un importante potencial de participación de 26 millones 499 mil 904 personas que ocupa la población juvenil. No obstante, de los 19 a 29 años y de 85 años en rango de edad, se ha registrado la casi nula participación democrática, ganando espacio la abstención.

En definitiva, aquí la comunicación juega un papel fundamental; ahora somos espectadores de las distintas campañas propagandísticas distribuidas en la televisión, radio, redes sociales, spots, debates, asambleas, etc., donde seguimos de cerca lo que más caracteriza a los discursos políticos y lo que habremos de buscar en ellos para la toma de decisión: plan de trabajo en materia de seguridad, salud, educación, trabajo, ciencia y tecnología, medio ambiente, economía, entre otros. Pero también observamos y leemos relatos, eslóganes, frases “chuscas”, anécdotas, historia familiar, entre muchos otros recursos para entrar en la sensibilidad del posible votante que podría favorecer las encuestas y obtener la victoria política por encima de la oposición. 

Con ello podemos atestiguar un desplazamiento de la verdad y una normalización de la mentira, permitiendo “que la deliberación pública, sea sustituida por una concepción de la política como una forma de guerra, una guerra de la información por alcanzar y mantener el poder” de cara a una muy visible “frontera antagónica” entre los representantes partidistas. ¿Qué hacer frente a la normalización de la mentira instalada sobre el escenario de la posverdad que atenta contra el sistema democrático? ¿En este escenario, qué nos aguarda esperar? 

El fenómeno de la posverdad irrumpe y enciende las alertas cuando se ha instalado como el “insumo” a partir del cual se apoyan algunas o muchas personas para decidir diariamente sobre algo, y esto no nos exenta en la posible elección y toma de decisión de nuestros candidatos de la contienda electoral 2024.  Si la finalidad de la Posverdad es “distorsionar deliberadamente una realidad para manipular creencias y emociones e influir en la opinión pública”, y así adherirlos al curso de acción e ideología deseada; tendríamos, entonces, que buscar posibles y viables mecanismos anti manipulación, no para “velar intenciones”, sino, para “descubrir realidades” en nuestros respectivos procesos de deliberación y evitar “actitudes inadecuadas” (dogmatismo, relativismo, etc.). 

Así, estos mecanismos anti manipulación nos podrían ayudar a prepararnos reflexiva y críticamente bajo la idea de un principio de razonabilidad, ahora materializada como un deber civil y ciudadano, y para librarnos de que nos conviertan a cada uno en un triángulo atrapado en un cuadrado. En este sentido, recuperamos tres mecanismos propuestos por el filósofo y lógico mexicano Martín Castro: método dialéctico, método heurístico e Identificación de falacias; aunque cada uno tiene sus modos de proceder, las tres consisten en un proceso de razonamiento serio y riguroso, basándose en reglas para hallar una solución y en consecuencia, asumir una toma de decisión mediante una tesis o hipótesis. En esta ocasión, retomaremos las últimas dos, siendo la heurística la que se apoya en la experiencia y observación de los hechos con la finalidad de hallar una solución a un problema concreto. 

En 2002, el psicólogo Daniel Kanheman resultó ganador del Premio Nobel de Economía con su investigación que recuperaba el concepto “heurísticas” para mostrar “los atajos mentales” que los agentes toman para emitir juicios, principalmente, cuando tienen que decidir entre una opción u otra, como sucede con los procesos políticos electorales. Dichos “atajos” nos conducen a conclusiones apresuradas y, de ser el caso, erróneas; estamos expuestos fácilmente a la manipulación o bien, a cierta indiferencia electoral. 

Kanheman propone una economía conductual que integra tanto a la ciencia económica como la psicología, en relación “al juicio humano y la toma de decisiones en condiciones de incertidumbre”, en el análisis, entre otros, de “un pensamiento rápido, intuitivo, y un pensamiento lento, racional”. Así que el proceso reflexivo-analítico para la toma de decisiones tendría como base una sociedad informada, una sociedad despierta, reconociendo y comprometiéndose con sus procesos de deliberación como principio de razonabilidad civil y ciudadana, no solo no creyendo en los falsos argumentos del geómetra (identificar falacias en los discursos políticos y sus recursos para expandirlas), sino, no dejando de creer, pues como bien advertía Ortega, en nuestras creencias estamos, y es uno de los caminos para creer que nos cabe aún esperar lo mejor posible, aún, en tiempos de incertidumbre.

Poner en perspectiva estas cuestiones no es la solución, pero nos permite vislumbrar el camino que ya estamos recorriendo, tomando en cuenta una importante lección moral y política en clave de Dostoievski (citado por Paz: 1989): “la sociedad no es un pizarrón y que el hombre, criatura imprevisible, escapa a todas las definiciones y presiones, incluso a las del tirano convertido en géometra” que se empeña en administrar la vida y mucho más. De allí que “el déspota ideológico no conozca, como forma de expresión, sino el monólogo y el discurso. La tiranía del ideólogo –se empeña– en hacer de la sociedad un cuadrado y de cada hombre un triángulo”. 

 

Referencias:

J.-Martín Castro Manzano: https://www.milenio.com/politica/comunidad/fake-news-academicos-recomiendan-contrastar-informacion

Octavio Paz, Hombres en su siglo y otros ensayos, Seix Barral, México,1989. Quinta reimpresión.