Bonnie y Clyde
29/05/2024
Autor: Dr. Herminio S. de la Barquera y A.
Cargo: Profesor Investigador de Relaciones Internacionales

El pasado 23 de mayo se cumplieron 90 años del asesinato (porque eso fue: un asesinato) de la pareja de delincuentes más famosa de la historia reciente: Bonnie Parker y Clyde Barrow. Así es: ese día, el 23 de mayo del año 1934, empleando medios que hoy estarían prohibidos, la policía tendió una emboscada a la ya para entonces muy famosa y temida pareja de fugitivos, cerca de la localidad de Sailes, en el estado de Louisiana. Bonnie y Clyde viajaban en un Ford V-8 Sedán, que quedó destrozado por casi 200 balas disparadas por los policías emboscados, por lo que los dos delincuentes quedaron muertos allí mismo.   

A pesar de los 90 años que han transcurrido desde ese día, la leyenda de estos personajes sigue viva, de lo cual dan testimonio los innumerables libros publicados, las películas rodadas y las canciones compuestas para recordarlos. Uno puede preguntarse con razón cuáles pueden ser las causas por las que dos personas que robaron y asesinaron sin ningún remordimiento llegan a ser no sólo famosas, sino legendarias. Como ha ocurrido con otros casos en la historia, ha sido el cine quien ha impregnado nuestra imagen sobre estas personas, en un fenómeno similar al que ocurrió con la famosa emperatriz “Sissi” (originalmente “Sisi”). En una célebre trilogía filmada en los años 50, Isabel de Baviera (Elisabeth Amelie Eugenie, Herzogin in Bayern, 1837-1898), la protagonista, fue retratada de tal forma que ya es difícil desprendernos de esa figura idealizada y sufrida, de tal manera que, quien quiera explicar cómo fue la emperatriz histórica, no la de la película, tendrá muchas dificultades para convencer a su auditorio.

Algo similar sucede con las figuras de la pareja de gángsters que ahora nos ocupa, pues, al igual que con el tema de Sisi, el amor juega un papel importante: Sisi estaba muy enamorada de su esposo, el emperador Francisco José I de Austria (Franz Joseph I., 1830-1916), mientras que Bonnie y Clyde se enamoraron a primera vista y vivieron enamorados toda su corta vida de delincuentes. Este es uno de los principales motivos que se dejan ver, por ejemplo, en la película “Bonnie and Clyde”, con Warren Beatty y Faye Dunaway, dirigida por Arthur Penn; quizá haya sido precisamente esta película la que otorgó definitivamente un carácter “icónico” a ambos personajes.  

Sin embargo, no debemos olvidar que esta pareja, idealizada por muchos, no fue perseguida por delitos menores o de poca monta, sino por una serie de asesinatos y de asaltos espectaculares. Bonnie y Clyde provenían de familias pobres, por lo que crecieron en arrabales de Dallas; se conocieron en 1930, cuando ambos tendrían unos 20 años o poco más, pues ella había nacido en 1910 y él en 1909. Entre 1931 y su muerte en 1934, ambos personajes fueron considerados como “enemigos públicos”, y mientras eran perseguidos por diversas autoridades tanto de los estados como del ámbito federal, eran admirados por algunos sectores de la población, que los consideraba como una suerte de “Robin Hood”, junto con su banda de malhechores.

Mucho se ha discutido el papel de ambos en esa banda, pues el testimonio de sus cómplices coincide en que ella, Bonnie, nunca participó en los tiroteos, limitándose a seguir a Clyde por todos lados. Otros testimonios hablan del talento artístico y literario de Bonnie, y de que prefería los asaltos a bancos, en tanto Clyde era más bien partidario de asaltar pequeños comercios. Ambos tuvieron una vida muy penosa, pues estuvieron encarcelados por diferentes motivos. Algunos testimonios aseguran que la banda prefería huir sin disparar, siempre que fuera posible; de todas maneras, se contabilizaron más de 10 asesinatos, al parecer todos en la cuenta de Clyde, siendo policías quienes constituían la mayoría de estas víctimas. 

Si bien las leyendas tejidas en torno a estos delincuentes y las películas hablan de manera romántica de la vida de la banda, la verdad parece haber sido muy diferente, prevaleciendo el mal ambiente entre los bandoleros, quienes no podían descansar con tranquilidad en ningún lado, pues la policía los seguía muy de cerca. Además, algunas fotografías que los delincuentes se habían tomado, posando con armas, cayeron en manos de la policía, que se apresuró a publicarlas. Esas fotos se harían célebres con el paso de los años.

Después de innumerables aventuras y enfrentamientos con la policía, de accidentes de tránsito (en uno de los cuales Bonnie sufriría terribles quemaduras en una pierna), y de la paulatina pérdida de miembros de la banda, Bonnie y Clyde provocaron la fuga de unos reos de un penal en Tejas, buscando recuperar a un antiguo cómplice. Lo lograron, pero, al precio de matar a un guardia. Esto ya era demasiado para el gobierno del estado y del gobierno federal, así que el capitán retirado Frank Hamer, de los “Texas Rangers”, recibió la encomienda de encabezar una misión sumamente peligrosa: emprender la cacería de Bonnie, Clyde y sus demás cómplices en la banda.

El asesinato de dos jóvenes policías de tránsito -al parecer a manos de un compinche del grupo, no de Clyde- cambió la imagen que gran parte de la opinión pública tenía de estos facinerosos, por lo que la persecución se intensificó. El asesinato de otro policía, esta vez en Oklahoma, pocos días después, enrareció aún más el ambiente dentro de la banda y provocó que Hamer sintiera más presión para abatir a los asesinos. Había empezado la cacería a principios de febrero, y, con la ayuda de dos oficiales de policía de Luisiana y de cuatro de Tejas, tendió una emboscada a Bonnie y Clyde, en una carretera secundaria en Luisiana, el 23 de mayo de 1934.

Hamer descubrió que la banda cometía delitos en los límites entre estados, para poder huir de un lado a otro, pues la policía de un estado no tenía jurisdicción en los demás. Recordemos que, si bien el FBI ya se había fundado (con el nombre de Bureau of Investigation), fue hasta 1935 cuando se ampliaron sus facultades y cambió su nombre a Federal Bureau of Investigation).  

El 23 por la mañana, con ayuda de un cómplice que los traicionó y de su padre, Bonnie y Clyde fueron “puestos” al alcance de los policías emboscados, quienes nunca les marcaron el alto ni los conminaron a rendirse. Sus órdenes eran las de disparar hasta vaciar sus cargadores: cada uno de los policías disparó primero con un fusil automático, luego con una escopeta y al final con una pistola. Dentro del auto, en el que yacían los cadáveres de Bonnie y Clyde, los oficiales encontraron un arsenal de fusiles, escopetas, pistolas y miles de cartuchos útiles, entre otras cosas. Por cierto, parece que los policías sustrajeron algunas pertenencias de los delincuentes, se negaron después a devolverlas a los deudos y luego las vendieron. Muchos curiosos se congregaron en el lugar y trataron de llevarse “recuerdos” de los cadáveres: un mechón del cabello de Bonnie, la oreja o un dedo de Clyde, hasta que el médico forense, exasperado, pone fin a este “espectáculo circense”, según sus propias palabras. Hoy en día, esta actuación de la policía sería totalmente ilegal.

Lo que hizo de Bonnie y Clyde ídolos populares más allá de su generación tiene que ver en parte con la época en la que vivieron: la crisis económica de los años 30, pues ambos se declaran en contra del sistema y buscan escapar de la pobreza tan extendida, convirtiéndose en un símbolo de la lucha contra el fracaso del Estado. Su historia se vuelve más atractiva debido al amor que se tenían y a su vida en aparente libertad y autodeterminación, lo cual se presta mucho a la narrativa del cine y de las canciones populares. Por eso es entendible el efecto favorable en la opinión pública de la época, posando en sus fotos con autos y armas. Sin embargo, no debemos olvidar que ambos fueron criminales que segaron vidas y destruyeron familias, poniendo en jaque a la policía de varios estados de nuestros vecinos del norte. Al final, su último deseo -ser enterrados juntos- no se cumplió debido a la negativa de la familia de Bonnie. Se dice que acudieron más de veinte mil personas a los funerales; los dos están enterrados en Dallas, pero no en el mismo cementerio. 



Una nota breve: Descanse en paz Don Mario Iglesias García Teruel, nuestro primer rector, persona ejemplar. Su legado nos permite afirmar “Abiit, non obiit” (“Se ha ido, mas no se ha perdido”).