La importancia del voto joven frente al problema de la representatividad juvenil
29/05/2024
Autor: Mtro. Valente Tallabs
Cargo: Director de la Facultad de Ciencia Política y Gobierno

De acuerdo con el Instituto Nacional Electoral (INE), 3 572 581 jóvenes de entre 18 y 19 años deberán votar por primera vez este próximo domingo 2 de junio. Lamentablemente, no lo harán. La estadística electoral de las últimas 2 elecciones presidenciales (2012 y 2018), nos dice que solo aproximadamente el 60% de los jóvenes que tienen el derecho a su primer voto lo ejercen. Ese porcentaje debe parecernos aceptable considerando el nivel general de participación que es del 63% en ambos comicios, pero, podríamos llegar a pensar que quizá debe ser mayor tomando en cuenta el bono anímico que a esa edad se tiene por la curiosidad de saber cómo es participar en unas elecciones, porque al fin pueden sentirse tomados en cuenta en las decisiones públicas, o por la simple petición de hacerlo (en el mejor de los casos) que muchos papás y/o profesores les exigen. 

Hasta ahí solo vemos oportunidades, pero no un problema. Los fantasmas de la indiferencia y el abstencionismo se aparecen después de ese primer voto, y se manifiestan con claridad en la segunda oportunidad que tienen los jóvenes de acudir a las urnas. El ánimo democrático se desvanece. Tenemos que solo el 17% de los jóvenes entre 18 y 29 años votó en las elecciones presidenciales de 2018, y se consolidó como el segmento poblacional con la tasa de abstención más elevada. De acuerdo con el INE para las elecciones de este año, de más de 90 millones de personas registradas en el padrón electoral, el 30% no tiene actualizada su credencial, y la gran mayoría de ellos son jóvenes… no podrán votar por esta simple razón.

Ahora bien, frente a un par de evidencias que podemos mencionar entre otras que hay, lo relevante sería cuestionarnos ¿qué pasa en los jóvenes que hace que surja esa progresiva indiferencia y desinterés por la política electoral? ¿en verdad no les interesa participar?

Me parece que de estas interrogantes surgen respuestas reveladoras que, a bote pronto, no se comprenderían si no se contextualizan, porque el sentido común y teniendo como referencia a algunas encuestas, nos diría que a los jóvenes mexicanos no les interesa la política. Veamos. 

 

El problema de la representación juvenil: no los toma en cuenta, ni en serio.

De acuerdo a la Encuesta Jóvenes en México (2019), 16.6% de ellos afirmó no tener confianza en los partidos políticos, y el 86.5% no estaría dispuesto a postularse a un cargo político o a ser candidato. Aparentemente hay una desconexión y desilusión de los diferentes espacios políticos en que se desenvuelven los jóvenes. Aquí surge un primer culpable del desincentivo político y electoral: los partidos políticos. Todas estas agrupaciones aprovechan a su favor el vacío de la participación juvenil, y a los pocos jóvenes que sí quieren participar en política o militando estos partidos, no los toman en cuenta, ni en serio. Aquí una muestra. En las últimas 6 legislaturas, solo el 6% de los diputados federales han sido menores de 30 años, es decir, 30 de 500.

A unos días de las elecciones del 2 de junio, hemos visto a las mismas caras de siempre como candidatos a puestos de representación; algunos en el mismo partido, otros bajo un camuflaje de colores, pocos son rostros nuevos y jóvenes. Ahora bien, de estos últimos, ¿cuántos realmente tienen posibilidades de triunfo electoral? La respuesta seguirá siendo: 30 de 500. Nada cambiará este año. Entonces debemos cuestionarnos seriamente ¿dónde está la representación política proporcional de un país donde casi el 30% de su población tiene entre 18 y 29 años? Esto se vuelve aún más contradictorio cuando vemos que los jóvenes de hoy son la generación más educada en la historia de este país, y que, en contrasentido, se siga privilegiando a políticos ignorantes cargados de intereses particulares. Sin duda, los jóvenes tienen mucho más que aportar que los políticos vigentes, quienes se resisten a dejar el poder por ambición, con el pretexto que son “cuadros conocidos” por la ciudadanía y que garantizan votos. 

Esta lógica tiene que cambiar, urge que cambie por el bien de todos y del futuro de nuestra democracia. 

Los gobiernos también tienen parte de esa culpa. Siguen acotando los temas de juventud a aspectos de deporte, educación y sexualidad ¿Acaso no hay otros temas en los que la generación más educada pueda aportar al debate público o a las políticas públicas? Naturalmente que sí. Tiene mucho que decir y aportar, en materia laboral, de seguridad social, de economía, de ciencia y tecnología, de energía, de movilidad, vivienda, etc. 

Por último, tenemos a la sociedad, y a los propios jóvenes, como culpables de su relegada condición política. Los jóvenes mexicanos, en general, desconocen sus derechos, y más específicamente, aquellos referentes al acceso a la información y a su participación política. Esto los autoexcluye y limita en muchas formas. 

Bueno, con todas estas condiciones adversas, parecería que es poco probable que los jóvenes se hagan escuchar y sentir realmente en este país. Así pues, sería injusto atribuir a que la no participación política y electoral es una mera indiferencia, ¿no será en todo caso una forma en la que muestran rebeldía, descontento o inconformidad hacia lo que hoy les proponen los partidos, los gobiernos y la democracia misma?

Atención a este dato. Ya vimos que los jóvenes no votan, pero, si no les interesa la política y son indiferentes a la democracia, ¿cómo nos explicamos que el segmento poblacional que representa casi el 50% de los funcionarios de casilla en las distintas elecciones es el que va de los 18 a los 29 años? Ahora que vaya a votar, fíjese bien quiénes son los funcionarios. 

¡A los jóvenes vaya que sí les interesa participar!. No son indiferentes, son inconformes; aunque no siempre saben cómo canalizar esa inconformidad o cómo participar. Los jóvenes representan un enorme potencial para el desarrollo de nuestro país, por eso es de vital importancia que se les involucre en la toma de decisiones, que se hagan escuchar, que se conozcan sus propuestas. El alto abstencionismo electoral juvenil tiene que ver con la simulación e indiferencia que los gobiernos y los partidos políticos tienen de sus demandas y necesidades reales (materiales, emocionales, etc.) y las insípidas propuestas que les ofrecen. 

Finalmente, te digo a ti joven: ¡VOTA!

Tu actividad y participación política es decisiva, es un factor determinante para el fortalecimiento de nuestra democracia. Demuestra que no hay pretexto, que esto es solo el comienzo para que se te tome en cuenta y en serio ante una evidente falta de representatividad que tienen en este país. Pasada la elección la democracia sigue; debes exigir a los futuros gobiernos y a los partidos políticos poder ser incluido, debes alzar la voz si no eres escuchado y tomado en serio, es tu derecho generacional. A veces no es suficiente con tocar la puerta, como diría una querida profesora, entonces “hay que patearla para entrar”.