Los seres humanos desde que somos pequeños, vamos adquiriendo y desarrollando a través de nuestros sentidos una habilidad encaminada a saber cuándo podemos hablar, en qué tono, a qué velocidad, cuándo hacer silencios, a qué distancia hay que separarse del receptor (según al grado en que se ha intimado) o a utilizar el cuerpo para reforzar lo que decimos; además de involucrar actitudes, valores, creencias o formas de vida según los contextos (lo anterior es en un ideal), para cuando se llegue el momento poder enfrentar muy bien cualquier experiencia social y entre más sean es mejor.
La comunicación entre las personas no es un lujo sobreañadido a la individualidad, sino una necesidad innegable, el acto comunicativo no puede ser algo estático, pasivo o lineal, sino un proceso cooperativo de intercambio de experiencias donde no hay que encerrarse sólo en la expresión oral o escrita ya que se puede dar en diferentes modalidades (hablar, escribir, actuar, expresiones no verbales, entre otras), es decir, apoyarse de competencias comunicativas, ese conjunto de habilidades que se dan de manera natural en los seres humanos pero que existe la necesidad de irlas mejorando. La Competencia Comunicativa es un conjunto de habilidades lingüísticas, paralingüísticas, kinésicas, proxémicas y socioculturales que tiene y sabe aplicar el ser humano en un contexto y una situación determinada con la finalidad de compartir significados en común de manera más efectiva.
Cuando los individuos desarrollan más Competencias Comunicativas, existe la posibilidad de poseer y saber transmitir un vasto repertorio de herramientas verbales y no verbales en los actos comunicativos que se dan en diferentes contextos, en un espacio y tiempo determinado, generando estrategias que lo lleven a producir y comprender discursos adecuados a las situaciones y al momento dado incluyendo la vinculación de seres humanos que intercambian información, a través de la construcción, emisión y recepción de mensajes.