“Ningún triunfo es definitivo…”
18/10/2024
Autor: Dr. Jorge Medina Delgadillo
Cargo: Vicerrector de Investigación

Winston Churchill llegó a afirmar “Success is not final, failure is not fatal”. Tan sano es no considerar definitivos los triunfos, como no ser fatalistas con las derrotas. 

¿Qué pasa con muchos de los que piensan que los triunfos son definitivos? Lo pierden todo por dejadez y exceso de confianza. Es la historia de la liebre y la tortuga: a pocos metros de llegar a la meta, la liebre, con amplísima ventaja, toma un descanso. El descanso se vuelve somnolencia y ésta, sueño profundo. Pasa el tiempo. La tortuga rebasa a la liebre y alcanza la meta. 

Primer ejemplo: la fe. ¿Qué pasó con la catolicísima España, con la hija primogénita de la Iglesia, es decir, Francia, o con la Irlanda de san Patricio que, hasta hace cincuenta años, enviaba misioneros a todo el mundo? En tres o cuatro generaciones prácticamente perdieron la fe. Cuando dicen que México es católico, que aquí nadie se preocupe, que somos Guadalupanos, me gusta recordar para mis adentros: “ningún triunfo es definitivo…” 

Segundo ejemplo: el idioma. ¿Qué pasa cuando uno aprende de niño un idioma, pero después no lo practica? Termina por olvidarlo. Sí, quedarán un par de frases, unas melodías y canciones que se evocarán de vez en cuando, pero nada más. Lo que no se practica, se olvida. “Mi hijo sacó su TOEFL con no sé cuántos puntos” –dice la mamá presumida–. Quisiera recomendarle a la señora, sin ser un aguafiestas, que ahora la tarea es practicar y mantenerse en contacto con la lengua, de lo contrario, ese bello triunfo, “no será definitivo”. 

Tercer ejemplo: el liderazgo. En las organizaciones no se “llega a ser un buen líder” por arte de magia. Cada día se pone un granito de arena con el ejemplo, con la palabra, con la indicación correcta, con la corrección respetuosa, con la motivación precisa. ¡Cada día! Pero si alguien consigue el prestigio de ser un buen líder, y allí se queda, ordeñando la fama y viviendo de sus rentas, al poco tiempo dejará de serlo, pues el desdén a los problemas de los demás, la arrogancia de creerse bueno y la pereza, terminarán por desbancarlo. Él mismo se quitará del lugar que a pulso se ganó, porque “ningún triunfo es definitivo”.

Cuarto ejemplo: el matrimonio. ¿Qué de cosas no hice para conquistar al amor de mi vida, esa chica, a fin de que fuera mi novia? ¿Y cómo no recordar las flores, las invitaciones al cine o a cenar, los paseos por los parques, los poemas escritos y tantos y tantos detalles que tenía ya con mi novia, a fin de conquistar su amor y que aceptara ser mi esposa? ¿Y qué ha pasado después de que se dio ese “triunfo” llamado matrimonio? ¿Dónde están el mimo y los detalles, las risas, las complicidades, los sueños y los cantares?  Si yo –y cualquier otro– consideramos como “definitivo” nuestro matrimonio –en el sentido de Churchill–, elegimos ya el sendero del divorcio. La planta más bella y fuerte, sin la humilde agua cotidiana que la riega, está destinada a morir. 

Moraleja:

Querida UPAEP, no vivas de tus triunfos, aunque los tengas y te sientas orgullosa de esa historia, ni te instales en la categoría “triunfadora”, en los rankings, estrellas o índices, aunque todos los días trabajes arduamente y eso se vea reflejado en muchos sitios. Considera que ninguna conquista es definitiva: cuida tu legado, defiende tu fe, custodia tu identidad, busca constantemente la excelencia, siéntete siempre insatisfecha. Los que saben que ningún triunfo es definitivo, siempre se mantienen en pie de lucha.