Algunas elementales diferencias entre una fábrica y una universidad
07/11/2024
Autor: Dr. Juan Pablo Aranda Vargas
Cargo: Director Formación Humanista

Sólo es realmente hermoso lo que no sirve para nada. Todo lo que es útil es feo, porque es la expresión de alguna necesidad y las necesidades del hombre son ruines y desagradables, igual que su pobre y enfermiza naturaleza. El rincón más útil de una casa son las letrinas (Théophile Gautier, Madmoiselle de Maupin).

 

Una fábrica diseña, produce, multiplica, mecaniza; una universidad educa, cultiva, engrandece. 

En una fábrica, la administración es central a los objetivos de la empresa; en una universidad, la administración es auxiliar a las necesidades de lo fundamental, a saber, el encuentro entre profesores y estudiantes en aras de la verdad.

Una fábrica es un instrumento, está al servicio de finalidades que le son extrínsecas; una universidad es un telos, un fin en sí mismo en tanto que lugar del bien común que es la cultura. 

En la fábrica, la edad termina por convertirse en liability; en la universidad ésta es un asset. 

Una fábrica es primeramente privada, ahí lo público permea indirectamente, como obligación moral (responsabilidad y sustentabilidad) o deber legal (impuestos y multas); una universidad decanta ineluctablemente todo su actuar en la vida pública de una comunidad. No se trata, pues, de mí o de ti, sino de nosotros, de lo común, de nuestro ser en comunidad.

Una fábrica puede ser tremendamente exitosa cuando es gobernada por un cerdo capitalista; la universidad necesita, para triunfar, ser gobernada por hombres y mujeres comprometidos con la triada griega de lo bueno, lo justo y lo bello.

Una fábrica debe cambiar cuando el mercado se transforma, recula o modifica sus gustos y preferencias, buscando siempre acoplarse a las necesidades del cliente; una universidad comienza a morir en el momento en que se rinde a las necesidades del mercado, cuando deja de ser incómoda, cuando renuncia a su vocación de tábano.

Una fábrica es incapaz de producir nada que eleve la existencia humana, su misión es lo elemental y básico, es decir, las necesidades fisiológicas y la comodidad del cuerpo; una universidad es esencial a la elevación del espíritu humano siempre que respete su vocación a la búsqueda permanente de la verdad. En ella los seres humanos florecen, se vuelven libres y auténticos.

El marketing es a la fábrica lo que el ejemplo y el convencimiento racional son a la universidad.

Una fábrica está regida por el reloj, las horas, los turnos, las tarjetas, los formatos y procesos; una universidad se asfixia cuando cede al formalismo hueco y a la perspectiva de tantas horas- tanto trabajo-tanta eficiencia, y en cambio florece cuando se guía por la lógica de la excelencia en la docencia y la investigación, de compartir el conocimiento, del encuentro con estudiantes.

Quien trabaja en una fábrica deja de pensar en ella en el momento en que pone un pie fuera de su lugar de trabajo; el universitario no deja nunca de pensar, de indagar, de analizar, criticar, proponer, estudiar, proyectar, soñar, leer, crear, opinar, convocar e imaginar.

La principal razón para trabajar en una fábrica es la quincena; el profesor que vive para la quincena es un espíritu roto.

La fábrica hace dinero, lo mismo que la universidad; pero la fábrica tiene en el profit su razón de ser, mientras que la universidad encuentra en el dinero un medio para la consecución de sus fines, que son completamente ajenos a cualquier monetización. 

Dame diez mil fábricas y la humanidad estará cómodamente anestesiada; dame una universidad de excelencia y la humanidad será mejor.



El loco calló y miró a quienes le escuchaban; y ellos estaban asimismo en silencio, mirándolo atónitos. Finalmente lanzó su linterna al suelo, que se rompió en pedazos y se apagó. “He venido demasiado pronto”, se dijo; “mi tiempo no ha llegado aún. Este tremendo evento está todavía por venir, todavía no ha llegado a los oídos de los hombres. Los relámpagos y los truenos toman su tiempo para ser vistos y oídos. Este hecho está aún más lejos de ellos que las estrellas más remotas (Nietzsche, La Gaya Ciencia, §125).