Cerramos 2024. Y cerramos ciclos. Cada año, estas fechas son utilizadas para realizar balances. En el ámbito personal, familiar, social. También en el político. Se repasan propósitos iniciales, se ponderan resultados en la realidad y, sobre todo, se plantean nuevas expectativas para el año que inicia. Es una dinámica cíclica.
2024 ha sido riquísimo en acontecimientos políticos y sociales tanto en el escenario nacional como en el internacional. Estamos concluyendo este año con el estallido de diversos conflictos que habían estado latentes por mucho tiempo y que súbitamente han resurgido con virulencia. Veamos los confusos acontecimientos en Siria, donde la posposición de un conflicto no resuelto al que se intentó esconder bajo la alfombra por años se manifiesta de repente, en cuanto los alfileres que detenían esa situación fueron quitados de la pared.
La caída de la dictadura cruel y despiadada de Bashar al Asad, con los horrores que la mantuvieron en el poder, destapa una caja de Pandora ante el riesgo de que visiones radicales y fundamentalistas, quizá más terroríficas, sean las que impongan una nueva etapa de miedo y opresión.
Pero la caída de al Asad es sólo el último eslabón en una serie de acontecimientos que se detonaron luego de los horrores del 7 de octubre del año pasado. La masacre sin parangón que perpetró Hamás contra Israel es la chispa que generó las recientes explosiones de violencia y ataques mutuos entre Israel y sus múltiples enemigos: Hamás, desde luego, pero también Hezbolá, los hutíes de Yemen, y en el fondo, Irán. Ya cayó Siria e Irán está en la mira. Oriente medio, un crucigrama difícil de entender y más complicado de resolver. Con repercusiones geopolíticas y geoeconómicas en todo el mundo.
Rusia y Ucrania empantanados entre el fango, el invierno y la inacción de occidente. Rusia, desangrándose en lo económico y en lo social. Con la única estrategia de enviar al matadero a miles y miles de rusos y ahora de norcoreanos. Ucrania desangrándose nomás. De sangre. Con la única estrategia de defender su territorio, esperando justamente el apoyo de Europa y Norteamérica. Apoyo que llega siempre a cuentagotas.
El arribo de Donald Trump a la presidencia de Estados Unidos, la mayor potencia en el mundo, despierta inquietud y suspicacias. El representante por antonomasia del abandono de las prácticas políticas y diplomáticas comúnmente aceptadas desde hace siglos, el mayor transgresor de las formas tradicionales siembra inquietud mundial. Para sus aliados, para sus vecinos, para sus enemigos.
El trato a sus socios, Canadá y México; a sus aliados, Francia, Alemania y Europa en general; a sus enemigos, Rusia y China, es contradictorio y aparentemente ilógico. El magnate, electo por segunda vez, es indescifrable. Hay que analizar cada gesto, cada palabra, cada decisión. Amenaza, grita, “tuitea”, divulga conversaciones privadas, apapacha a quien menos se espera, ofende a cercanos, comete desplantes francamente inaceptables, todo por la conciencia de que es quien es y no puede ser ignorado. Prepotente, grosero, fanfarrón, hábil negociador, práctico y utilitarista. Pragmático y tozudo.
Promotor de un liberalismo egoísta y a la vez de un proteccionismo populachero. Amenaza a los terroristas -narcotraficantes incluidos- con aniquilarlos con un golpe terrible, y a los indocumentados con tratos inhumanos. Se compromete con Israel y “su derecho a sobrevivir” y olvida a Ucrania frente al “derecho de conquista” ruso de expandirse de acuerdo con su poder. El reconocimiento al uso de la fuerza del otro mientras no se meta con él y con “América”.
Se alza como justiciero frente al poder del narco en México y presiona con lo que sabe más nos duele, el bolsillo. Otra vez, frente a nuestro vecino, nuestra mayor debilidad es nuestra inconsistencia interna. Si hemos sido un socio tramposo y dos caras, que concretamos a escondidas nuestros arreglos con China, que lesionamos el espíritu y la letra de los tratados, que afectamos ilegalmente los intereses de nuestros socios creyendo que no habría consecuencias, no encontramos argumentos suficientes para defendernos cuando el gigante reclama, alza la voz y nos exige cumplir los acuerdos.
Si hemos permitido como país la intromisión de la delincuencia en las tripas del estado, no tenemos cara para ponernos dignos ante el reclamo del crecimiento del narcotráfico en la frontera común.
En lo nacional, somos testigos del avance de un régimen autoritario y que concentra inexorablemente el poder, eliminando con la fuerza suave de los cambios legales e institucionales, todo resquicio de contrapoder, de oposición política, social y económica.
Observamos pasmados la implantación de un sistema antidemocrático, patrimonialista, corrupto y corruptor. Las libertades están en riesgo; las instituciones, la independencia de la sociedad frente al estado también…
Con todo esto, es difícil ser optimista. No se trata de ser optimista. Se trata de vivir la Esperanza. Cada cambio de época es un campo enorme donde alzar la mirada, forzar nuestra imaginación, ser creativos. Iniciar procesos, hacer cultura. No preocuparnos por ocupar espacios. Sembrar estilos de vida, de trabajo, de participación social, cívica y política.
Aceptemos el reto de pensar y repensar nuestros actuales paradigmas. Asumámonos como minoría creativa que quiere expandirse. Hagamos comunidad, reforcemos nuestros vínculos consolidando lo esencial y haciendo a un lado lo accesorio.
Que Dios hecho hombre, a quien recordamos en estas fechas, nos traiga fortaleza y esa virtud que es todo don, la esperanza.
Feliz Navidad y venturoso año 2025.
Mtro. Juan Carlos Espina von Roehrich
13 de diciembre de 2024.