Algunos docentes se quejan por la falta de motivación que tienen sus estudiantes por aprender. Comentan que no estudian lo necesario, no ponen atención en clases, no realizan las actividades asignadas, no se esfuerzan más allá de lo necesario para pasar la materia, entre otras cosas. Sin embargo, ¿qué hacen ellos desde su labor para contribuir a esa falta de motivación por el aprendizaje? Si bien, es cierto que la motivación por aprender depende de factores personales del estudiante (metas por el aprendizaje establecidas, atribuciones y expectativas que se plantean y emociones que experimentan durante el estudio); también es cierto que existen factores contextuales que lo promueven día con día, y en este caso, uno de esos factores se encuentra dentro de la práctica docente.
Para abordar este tema, se debe considerar primero que la motivación se define, desde el modelo teórico cognoscitivista, como aquello que activa un comportamiento con miras para alcanzar un objetivo (Galimberti, 2002), o en palabras de Ruíz (2020), la motivación es un estado emocional que impulsa a emprender y mantener una conducta con una meta determinada. En este sentido, existen estudios sobre la motivación por aprender donde la variable principal ha sido la meta o las metas que los estudiantes persiguen a la hora de afrontar sus asuntos escolares (Caso y García, 2006; Flores y Gómez, 2010; Rubio, 2013; Barrantes y Castro, 2022), ya que a través de esto se logra comprender o explicar el tipo y nivel de motivación que mantienen los mismos con respecto a su aprendizaje. Por ejemplo, si la meta principal de un estudiante es aprender el contenido teórico o práctico de alguna asignatura porque para él es en sí mismo interesante o de mucho valor, entonces el tipo de motivación predominante que presenta es Motivación por el aprendizaje; por el contrario, si la meta de otro estudiante es escapar en la medida de lo posible de sus compromisos escolares (evitar asistir a clases, realizar tareas, participar activamente, otros), entonces podría presentar el tipo Motivación por miedo al fracaso, ya que los asuntos escolares le representan una amenaza constante; en cambio, si un estudiante establece metas relacionadas principalmente con obtener calificaciones altas, buscar el prestigio, demostrar la propia valía frente a los demás, entre otras, el tipo de motivación que podría presentar predominantemente es Motivación por el resultado, porque el aprendizaje de los contenidos representa para él un medio para alcanzar algo de mayor importancia.
Haciendo una pausa para la reflexión dentro de la práctica docente, ¿en qué medida a los profesores les interesa conocer las metas que sus estudiantes establecen acerca de su aprendizaje con respecto a la materia que les imparten? Si lo hicieran, quizá lograrían comprender gran parte de su comportamiento durante las clases, y con ello, podrían ayudarles a posicionar o a mantener su motivación por aprender a través de la promoción de nuevas metas educativas.
Adicionalmente, la motivación por aprender tiene distintos factores que la determinan, los cuales se clasifican en dos tipos, los personales y los contextuales (Alonso, 1995; Rubio, 2013). Dentro de los factores personales se ubican las metas escolares que los estudiantes persiguen (como ya se explicó), las atribuciones y expectativas que realizan sobre las actividades escolares por realizar y, por último, las emociones que experimentan durante la concreción de las mismas. En cuanto a los factores contextuales, se encuentran las creencias que se promueven desde la labor docente y de los padres de familia, principalmente estos contextos sociales se consideran cuando el estudiante se encuentra entre sus primeros años de vida hasta la preadolescencia; no obstante, para las etapas correspondientes a partir de la adolescencia en adelante, se sumaría la labor ejercida por las amistades más cercanas a él, en relación con el tema aprendizaje.
Lo común dentro de los factores contextuales es la influencia social que ejercen las personas que se encuentran directamente relacionadas con el estudiante, ya que a través de sus comentarios y acciones fomentan significados (creencias) acerca de las capacidades que tienen para superar los retos escolares, y es que esto cobra importancia cuando se sabe que un estudiante determinará en parte su motivación por aprender en la medida en que crea que tiene la capacidad para lograr superar algún nuevo reto escolar que se presente (nuevo curso, tema, examen, práctica de laboratorio, otros) (Weiner, 1986). Si en estos momentos, las personas cercanas al estudiante le promueven la creencia de poder superar el reto a partir de sus capacidades, la motivación por aprender tenderá a ser mayor; de lo contrario, podría permanecer igual o incluso disminuir según lo dicho o hecho. Por ejemplo, algún padre de familia podría comentarle a su hijo ante un nuevo reto escolar lo siguiente: ¿Qué es eso que estas estudiando? ¡se ve difícil de aprender! ¡espero que logres hacerlo, ya que te ha ido mal anteriormente con estos temas!, o podría comentarle esto: ¡Qué interesante se ve este tema! ¡Me da gusto que le dediques tiempo para aprenderlo! ¡estoy seguro que lo lograrás! ¡si necesitas ayuda, me dices y vemos si puedo ayudarte o buscamos a alguien más! En el primer caso, se fomenta una creencia desfavorable sobre la capacidad que pudiera tener el estudiante acerca de superar el reto escolar presentado, y en el segundo caso, se fomenta una creencia a favor del mismo.
Con respecto a los comentarios que hacen los docentes hacia sus estudiantes, se podría presentar a su modo situaciones como las anteriores. En este sentido, vale la pena preguntar ¿qué comentarios realizan los profesores hacia sus estudiantes acerca de sus capacidades para realizar alguna actividad o examen? ¿con qué intención lo hacen? Se esperaría que se sea a favor de promover la confianza en sus capacidades, o, en caso de que el estudiante no cuente con ellas, que el mismo docente le pueda ayudar a desarrollarlas.
Como punto final, se puede decir que la motivación por aprender no es solamente un aspecto que dependa del estudiante, sino también de las personas con quienes convive día con día. En el caso de los docentes que les imparten clases, tienen un papel fundamental en la determinación de la motivación por aprender, y es principalmente a través de sus comentarios o acciones en donde se fomenta o mantiene dicha motivación.
Referencias:
Alonso, J. (1995). Orientación educativa: teoría, evaluación e intervención. Síntesis.
Barrantes, R. y Castro, M. (2022). La mirada estudiantil acerca de la motivación por aprender: el derecho a una educación de calidad. Revista latinoamericana de derechos humanos, 33(2), 225 – 254. https://dx.doi.org/10.15359/rldh.33-2.12
Caso, A. M. y García, J. N. (2006) Relación entre la motivación y la escritura. Revista latinoamericana de psicología, 38(3), 477 – 492. https://pepsic.bvsalud.org/scielo.php?script=sci_abstract&pid=S0120-05342006000300003&lng=es
Flores, R. C. y Gómez, J. (2010). Un estudio sobre la motivación hacia la escuela secundaria en estudiantes mexicanos. Revista electrónica de investigación educativa, 12(1), 1 – 21. http://redie.uabc.mx/vol12no1/contenido-floresgomez.html
Galimberti, H. (2002). Diccionario de psicología. Siglo XXI
Rubio, M. (2013). Influencia de la implicación de la familia en la motivación de los hijos. (Tesis de maestría). http://repositorio.ual.es/bitstream/handle/10835/3061/Trabajo.pdf?sequence=1&i
Ruíz, H. (2020). ¿Cómo aprendemos?: Una aproximación científica al aprendizaje y la enseñanza. Graó.
Weiner, B. (1986). An attributional theory of motivation and emotion. Springer.