Con frecuencia, escuchamos a diversos líderes manifestar su inconformidad por la falta de una comunicación efectiva con sus equipos de trabajo. Señalan actitudes inadecuadas, desinterés en el cumplimiento de objetivos, alteraciones en el clima organizacional, ambiente tenso, ausencias recurrentes, entre otros problemas. Sin embargo, rara vez se detienen a reflexionar sobre la necesidad de realizar un análisis estratégico que permita detectar las verdaderas necesidades de los integrantes del equipo y promover una comunicación asertiva.
Es fundamental comprender la importancia de esta reflexión y reconocer que una comunicación bien utilizada puede ser la clave para alcanzar los objetivos organizacionales. Cada persona tiene una historia de vida única, influida por contextos sociales, psicológicos, culturales y políticos distintos. Por ello, es esencial aprender a escuchar de forma activa, no solo a oír.
Existe una gran diferencia entre la comunicación común y la comunicación asertiva en las organizaciones. Esta última se da cuando los interlocutores asignan un significado similar a los mensajes porque han sido correctamente decodificados, se ha utilizado el canal y el momento adecuados, ha existido confianza al transmitirlos y se ha practicado la escucha activa en lugar del monólogo. Además, implica ponerse en el lugar del otro: tener empatía.
Los equipos se transforman cuando existe una comunicación asertiva, es decir, cuando las ideas, sentimientos y necesidades se expresan de forma directa, clara, segura, tranquila y honesta, sin perder el respeto ni la empatía hacia los demás. Implica asumir la responsabilidad de las propias emociones y expresar con claridad lo que se espera de los otros. Parte fundamental de esta comunicación es saber dar y recibir tanto cumplidos como quejas.
La comunicación asertiva se construye sobre la base de la confianza, la claridad y el autocontrol. Por eso, es necesario evaluar constantemente la manera en que nos comunicamos: incluirnos en nuestros mensajes al equipo, proyectar congruencia entre lo que decimos y nuestro lenguaje corporal y, sobre todo, mantener nuestras emociones bajo control.
Nos comunicamos desde nuestros afectos, conocimientos, valores, inteligencia y personalidad. La inteligencia emocional, aplicada a la comunicación dentro de los equipos de trabajo, no solo mejora nuestro desempeño profesional, sino que también humaniza nuestros servicios y relaciones laborales.