El jueves 4 de diciembre se cumplieron 50 años del fallecimiento de una de las figuras más importantes de la filosofía del siglo XX: en efecto, la pensadora judía de origen alemán y de nacionalidad estadounidense Hannah Arendt murió de un infarto en la Ciudad de Nueva York en 1975. No obstante, esos 50 años que han transcurrido desde su muerte no han impedido que Arendt siga siendo una filósofa vigente y significativa hasta nuestros días. Podemos atrevernos a definirla como una teórica política y escritora judía germano-estadounidense. En esta modesta colaboración que mis cuatro fieles y amables lectores toleran con infinita compasión cada semana, trataremos de reflexionar ahora sobre este éxito permanente de Hannah Arendt.
Citas célebres de ella aparecen como dichos de calendario: "Nadie tiene derecho a obedecer" o "El mayor enemigo del autoritarismo es el desprecio, y la mejor arma contra él es la risa"; frases como "Pensar sin barandilla", "Pensar es peligroso", “Pensar donde duele” o "La banalidad del mal" han cobrado vida propia desde hace tiempo, se traen a cuento infinidad de veces y en los más distintos contextos o se han convertido en elementos fáciles, muy fáciles de encontrar en innumerables páginas de internet, donde una simple búsqueda ofrece más de una docena de "camisetas de Hannah Arendt" con imágenes y/o citas estilizadas de esta filósofa. A eso se suman tazas de café de todos los colores con diseños similares. Hay incluso velas de Hannah Arendt, anunciadas con la audaz afirmación "Huele a Hannah Arendt". Quiero suponer que esto se debe a que Arendt era una fumadora empedernida que ha de haber olido a su tabaco favorito. Así que, como vemos, la fama de Arendt no se limita a la filosofía y la teoría política, sino que vende bien en otros productos más tangibles.
Y no podemos olvidar algo importante: el cine. Tan sólo en los últimos doce años se han producido y proyectado tres nuevas películas sobre Hannah Arendt. La más conocida es el largometraje "Hannah Arendt" (2012), coproducido en Luxemburgo por la directora alemana Margarethe von Trotta, quien ya había retratado a varias figuras femeninas influyentes, como a Rosa Luxemburg, en una película de 1986, a quien Arendt dedicó su libro sobre el levantamiento húngaro (“Sobre la revolución”, 1963), describiéndola como la personificación del ideal de la democracia directa. Von Trotta también ha retratado en otras películas a Hildegard von Bingen (2009), Ingmar Bergman (2018) e Ingeborg Bachmann (2023), entre otras.
La película fue un gran éxito, en parte quizá debido a que no fue una biografía exhaustiva, sino que se concentra en un momento crucial: el año 1962/63, cuando Arendt, ya para entonces una prominente intelectual pública, viajó a Jerusalén como reportera de “The New Yorker” para cubrir el juicio de Adolf Eichmann, el antiguo organizador del asesinato en masa a escala industrial de la Alemania hitleriana. Esto dio lugar al libro de Arendt "Eichmann en Jerusalén", y posteriormente desató una feroz controversia en torno a sus provocativas tesis, que moldearon la imagen de Arendt en la última década de su vida. Este conflicto, la ruptura con muchos amigos y colegas y las motivaciones de Arendt son el tema de la película, que logra condensar casi toda la vida de la filósofa en un solo año.
En 2015, se estrenó "Vita Activa: El espíritu de Hannah Arendt" (“Vita Activa: The Spirit of Hannah Arendt”), de Ada Ushpitz, un documental que retrata exhaustivamente el pensamiento y la vida de Arendt. Hay que citar también la película "Hannah Arendt: Enfrentando la Tiranía" (“Hannah Arendt: Facing Tyranny”, 2025), de Chana Gazit y Jeff Bieber, cuyo guion se centra más en su pensamiento político y en sus experiencias con la dictadura, la huida y la emigración.
Todo esto, aparentemente, acerca a Arendt a la actualidad. Y lleva al hecho de que, incluso 50 años después de su muerte, Arendt parece absolutamente relevante; a diferencia de casi todos los demás filósofos, podríamos decir que conecta con el espíritu de nuestra época. Goza de gran popularidad entre la juventud global y puede ser citada casi indistintamente por activistas climáticos, activistas de derechos civiles de izquierda, anticomunistas, defensores de la democracia e investigadores del antisemitismo. Willi Winkler, periodista alemán y su último biógrafo, no comprende del todo esta relevancia y presencia: “Lo que funciona en los medios son sólo lugares comunes. Arendt no sería nada accesible en internet hoy en día, porque su pensamiento es demasiado complejo. Es decir, comprensible, pero con matices”.
Sin duda, su fama perdurable también se relaciona con el mayor reconocimiento que las mujeres han adquirido en las últimas décadas. “A diferencia de sus maestros, Martin Heidegger y Karl Jaspers, (a Arendt) se le entiende”, afirma Winkler. “Ella también suele tener frases larguísimas. Pero uno sabe de qué está hablando. Con Heidegger, nunca se sabe”, concluye.
Este éxito mediático solo es posible porque tiene una base sólida, porque Hannah Arendt no sólo está de moda: es quizá la pensadora más famosa del siglo XX, y junto con Simone de Beauvoir (1908-1986) y Susan Sontag (1933-2004), una de las más influyentes. Arendt parece que siempre tiene algo que decirnos. Por eso es que, en realidad, su fama no es un fenómeno nuevo. Recordemos que ya en el año 2000, al conmemorarse los 25 años de su fallecimiento, la célebre revista cultural suiza “Du” le dedicó un número entero, titulado “¡Valor para lo político!” (“Mut zum Politischen!”), en donde exploraba el tema de la libertad, la experiencia central de Arendt.
Para esta pensadora, su destino como judía alemana fue un factor decisivo. Hannah Arendt (nacida como Johanna Arendt el 14 de octubre de 1906 en Linden, hoy parte de la ciudad de Hannover, Alemania; fallecida el 4 de diciembre de 1975 en la ciudad de Nueva York) tuvo que vivir la terrible experiencia del nacionalsocialismo en Alemania; así, la privación de derechos y la persecución de los judíos durante esa época, así como su breve encarcelamiento por parte de la Gestapo en julio de 1933, la impulsaron a emigrar de Alemania. Llegó a París, donde estuvo activa como trabajadora social para instituciones judías. Tras ser despojada de su ciudadanía alemana por el régimen nazi en 1937, permaneció apátrida hasta que obtuvo la ciudadanía estadounidense en 1951. Desde entonces, se consideró estadounidense y reafirmó su compromiso con la Constitución de Estados Unidos. Debido precisamente a lo que vivió en la Alemania nacionalsocialista y a los horrores del Holocausto, es que ella despreciaba profundamente a los intelectuales alemanes que se unieron o que se sometieron a Adolf Hitler después de 1933.
Por ello, una vez concluida la guerra, afrontó esta terrible experiencia que había vivido; asumió con seriedad lo que entendía como una responsabilidad acorde con su educación y la libertad en la que ahora vivía. Comprender y esclarecer las causas de la catástrofe causada por los regímenes totalitarios era ahora primordial para ella. Su obra magna en tres volúmenes, "Los orígenes del totalitarismo", publicada en Estados Unidos en 1951, se convirtió en una de las obras analíticas más importantes para profundizar en las amenazas existenciales del siglo XX: el antisemitismo, el imperialismo y el totalitarismo. Arendt comenzó esta obra exhaustiva sobre los orígenes y las características del nacionalsocialismo, complementada en 1948 y 1949 con el análisis del estalinismo. Sus estudios se publicaron inicialmente bajo el título provisional “Elements of Shame: Antisemitism – Imperialism – Racism”. En la primera versión en inglés, “The Origins of Totalitarianism”, publicada en Estados Unidos en marzo de 1951, las secciones sobre el estalinismo, así como el análisis del nacionalsocialismo, aún no estaban completas. En Londres, el libro se publicó bajo el título “Burden of Our Time”, mientras que la edición alemana de 1955 incluye numerosas fuentes más recientes. Una edición revisada y ampliada por la autora apareció en 1958, y finalmente, en 1966, la edición más completa.
Arendt postula que cualquier cosmovisión o ideología puede ser adoptada por un movimiento totalitario y transformada en una nueva forma de gobierno mediante el terror masivo. En la historia, sólo el nacionalsocialismo y el estalinismo han llevado a cabo plenamente este proceso, por un lado, en lo que respecta a la ideología del racismo y el antisemitismo, y por otro, en lo que respecta a la de “una sociedad sin clases ni naciones”, al menos según su perspectiva hasta 1966 (año de publicación de la tercera y última edición). A diferencia de otros autores, Arendt clasifica exclusivamente a estos dos regímenes como totalitarios y no a cualquier “dictadura de partido único” (como el fascismo italiano o los regímenes del Pacto de Varsovia), ni siquiera a la Unión Soviética tras la muerte de Stalin (1953). Como criterio para distinguir un “gobierno totalitario” de una dictadura ordinaria, Arendt cita la inclusión de todas las esferas de la vida en el sistema de dominación (no sólo la política) y la reivindicación de la validez global y exclusiva de esta dominación. Por eso escribió: "La lucha por la dominación total a escala global y la destrucción de todas las demás formas de Estado y gobierno es inherente a todo régimen totalitario…." A diferencia de muchos, Arendt intentó explicar este último no a través de un Estado excesivamente poderoso, sino como la desnacionalización y el dominio de la "masa" mediante la propaganda y las mentiras, la ideología y el terror; a través de las estructuras de poder y la violencia en la sociedad industrial.
Arendt trabajó como periodista y profesora universitaria, entre otras cosas, y publicó importantes contribuciones a la filosofía política. Sin embargo, rechazó ser llamada "filósofa". También se mantuvo alejada del término "filosofía política", prefiriendo la designación de "teoría política" para sus publicaciones en este campo, además de que enfatizaba su trabajo como historiadora. No obstante, debido a sus interacciones teóricas con filósofos como Sócrates, Platón, Aristóteles, Immanuel Kant, Martin Heidegger y Karl Jaspers, así como con figuras destacadas de la filosofía política moderna como Nicolás Maquiavelo, Charles-Louis de Montesquieu y Alexis de Tocqueville, se la considera frecuentemente como filósofa, independientemente de lo que ella pensase sobre esta denominación. Precisamente por su pensamiento independiente, su teoría del totalitarismo, sus obras existencialistas su llamado a la libertad de expresión política y su defensa de los regímenes democráticos, Arendt desempeña un papel significativo en los debates contemporáneos. Por eso, en memoria de esta gran pensadora, la ciudad de Hannover organiza anualmente desde 1998 las “Jornadas de Hannah Arendt”, en colaboración con la Universidad Leibniz de Hannover y la Fundación Volkswagen. La serie de actividades se centra cada año en un tema político y social de actualidad.
Cuando pensamos en las redes globales que ya no venden posesiones, sino derechos de acceso a recursos de información, en el control absoluto de los individuos para un supuesto “bien común”, la conformidad de los inconformes y la servidumbre voluntaria en la industria cultural que promueve la abolición de la cultura, nos damos cuenta de que Hannah Arendt presenció y describió todo esto desde el principio. En este sentido, es a la vez edificante y aterrador reconocerla como una brillante pensadora de nuestro tiempo.










