Como mis fieles, amables y aspiracionistas cuatro lectores ya habrán percibido, existe actualmente a lo largo y ancho del país una discusión sobre el regreso presencial o híbrido a algunas actividades, particularmente las educativas. Lejos de mí, el pensamiento de querer hablar como virólogo, epidemiólogo, infectólogo o representante de alguna de esas venerables ciencias. Soy un simple e inofensivo politólogo con deseos de escribir unas sencillas reflexiones sobre las políticas llevadas a cabo por el gobierno del Presidente López en estos días aciagos.
A pesar de que se respira cierto aire de mayor confianza, pues ya no estamos en los niveles de contagio de Enero de este año, también es cierto que estamos muy lejos aún de poder recuperar ciertas condiciones que nos permitan regresar a actividades en las que interactuemos de manera presencial con otras personas, particularmente en los estrechos espacios de los salones de clase y de las oficinas tanto en escuelas como en instituciones de educación superior.
Pero por otro lado, ante el aumento de los contagios en entidades en donde ya se permitía el regreso a clases presenciales, muchos padres de familia (se calcula que en una inmensa mayoría, entre el 65 y el 75 por ciento) no están muy de acuerdo en mandar a sus hijos de regreso a la escuela. Esto lo hemos visto en Campeche, Estado de México, Colima, Ciudad de México y Nayarit, y en menor medida también en Coahuila, que son entidades en las que se ensayó un regreso parcial a las escuelas. Un factor importante en esta renuencia paterna es el conjunto de condiciones físicas de una gran mayoría de las escuelas en México, particularmente de las públicas. Muchos de nosotros conocemos escuelas en donde no hay agua corriente, en donde no hay ningún tipo de papel en los baños, ni jabón, y en donde los salones son muy pequeños y con poca ventilación, etc.
Estas mismas condiciones las podemos también observar en algunas universidades públicas, por lo que es comprensible la desconfianza y el temor de muchos padres de familia. Además, la reanudación de clases presenciales o híbridas, sobre todo en universidades, supone la movilización de muchísimos estudiantes que son oriundos de otras ciudades diferentes a aquella en la que estudian. Si pensamos que la inmensa mayoría de estudiantes en México aún no está vacunada, es comprensible que muchas familias prefieran retener en casa a sus hijos estudiantes antes que mandarlos de regreso a clases.
Un elemento que ha aportado cierto aire de optimismo es la campaña de vacunación, que avanzó con alguna rapidez en Mayo. No es un secreto para nadie que esta campaña también fue utilizada con fines electorales tanto por el Gobierno Federal como por MORENA, por lo que no debe sorprendernos que la última semana de Mayo se haya distinguido por la alta cantidad de dosis inyectadas: alrededor de 4 millones. Si este ritmo se hubiese mantenido, era probable que hacia mediados del otoño ya hubiere un porcentaje cercano al 100% de personas adultas vacunadas.
Pero como ya habíamos sospechado algunos, el ritmo de vacunación y el interés del Presidente López por hablar del tema bajaron después del 6 de Junio, más o menos en un 25%, en el primer caso. Así, en la semana después de la jornada electoral, se inyectaron alrededor de tres millones de dosis y en la semana que está por concluir lo más probable es que la cantidad sea todavía menor. En esta semana que se acaba, lo más probable es que alcancemos una suma de 27 millones de personas con al menos una dosis, es decir, poco más de un 21% de la población total. Pero si vemos a cuánta gente le han puesto el esquema completo, la cifra baja aproximadamente al 12% de la población, muy lejos aún del 75 u 80% que se requiere para alcanzar la inmunidad grupal (ese nombre de “inmunidad de rebaño” no me agrada; quizá podamos reservarlo para el gabinete presidencial).
Así que no estamos solamente lejos de la meta comparando nuestra población vacunada y la no vacunada. En una comparación internacional también andamos flojos, pues a pesar de que México comenzó como uno de los primeros países en echar a andar una campaña de vacunación, ya nos quedamos atrás, ocupando el lugar 10 en Latinoamérica, siguiendo el criterio del número de vacunas aplicadas por cada 100 habitantes.
De hecho, no somos el único país en donde la campaña de vacunación se instrumentó en gran medida como herramienta de propaganda política. Veamos el caso, aunque muy exitoso, de Israel. Allí, el ahora ex Primer Ministro Benjamín Netanyahu se lanzó a una muy ambiciosa carrera para adquirir con mucho tiempo de antelación grandes cantidades de vacunas, con el ánimo, obviamente, de vacunar a toda la población del país, pero también con la vista puesta en las próximas elecciones y en fortalecerse para evadir los cargos de corrupción que pesan sobre su cabeza. Su campaña de vacunación ha sido todo un éxito, pero su gobierno de coalición fracasó, y después de las elecciones de Marzo de este año, dejó el cargo de Primer Ministro, siendo substituido por Naftali Bennett.
Hay dos elementos clave en una campaña de vacunación, como lo ejemplifica el caso de Israel: la rapidez y la cobertura. En México vamos lento, por lo que estamos más o menos en el lugar 66 en el mundo, con la nota curiosa de que siempre, en los últimos meses, ha habido una gran cantidad de dosis almacenadas. Algunas fuentes hablan de alrededor de nueve millones de vacunas almacenadas en estos momentos, por lo que la pregunta es por qué no se han aprovechado para acelerar la campaña, máxime que la variante “Delta” del coronavirus está en marcha y ya ha puesto en aprietos a la Gran Bretaña (otro campeón de la vacunación), a Portugal (un país con un manejo exitoso de la pandemia), a Alemania y a Rusia (un país con un líder muy dado a alabar el supuesto control ruso sobre el virus). Esta y otras variantes del virus parecen ser muy contagiosas entre la población joven. Nueve millones de dosis, al ritmo de la última semana del mes pasado, servirían para cubrir dos semanas, a reserva de las que van llegando. Sería un impulso muy considerable el aplicarlas, en lugar de guardarlas.
En cuanto a la cobertura, el gobierno actual ha preferido, en muchos casos, enviar vacunas a comunidades apartadas a donde el virus no había puesto el pie. Hubiese sido mejor aplicarlas en centros urbanos con mayores probabilidades de contagio. Los errores en el manejo de la pandemia, por parte del gobierno mexicano, han llevado a la Universidad de California a advertir que, si en México se hubiesen puesto en marcha, desde el principio, medidas más adecuadas y orientadas por criterios científicos, se hubiesen podido evitar alrededor de 190 000 muertes.
Según la Facultad de Medicina de la Universidad de Washington, se calcula que en México han fallecido por Covid, hasta mediados de Mayo, alrededor de 620 000 personas, sólo por debajo de Estados Unidos e India. Además, ha previsto como muy probable que ocurra una tercera ola de contagios y fallecimientos en nuestro país hacia el mes de Septiembre, por lo que es muy importante y urgente tomar medidas correctas para prepararnos y no dejarnos engañar por supuestas condiciones favorables para regresar a clases.
Sí, es cierto: todos queremos regresar ya a nuestra anterior vida social y profesional; queremos que nuestros hijos socialicen de nuevo en la escuela, pero debemos recordar que la primera condición para volver a socializar y a estudiar de manera presencial es estar vivos.