Nunca me han gustado las columnas políticas, pareciera ser un ejercicio poco reconocido, infravalorado y olvidado, aunque, a decir verdad, pareciera que así es todo el trabajo en medios.
Al final del día, todo lo escrito es olvidado apenas se cambia de hoja o publicación, ni siquiera se espera a la salida de un nuevo sol para entretener los ojos con nuevas formalidades discursivas. Es quizá este ambiente una metáfora de la vida, pues quizá, solo quizá, deba ser así. Las notas y el periodismo en general son un algo que nunca permanece, siempre mutable y hasta olvidable. En un giro poéticamente contradictorio lo que nace como noticia es ya pasado, y no solamente son las letras ni los signos, los algoritmos en la página o la tinta de los periódicos, es el mismo espíritu de quién escribe el que pasa en un segundo y tercer plano. Todo ese esfuerzo de investigación, de buscar detalles y primicias –inclusive de arriesgas la vida- termina, en el mejor de los casos, como papel para reciclar –y en el peor- como el instrumento para prender un boiler, la sádica herramienta para educar perros y matar moscas o simplemente, en el cúmulo de amarillentos papeles que esperan ser incinerados por la abuela.
Ahí está nuestro mismo espíritu, nuestro reflejo sin más. Una vida que se acumula en el pasado metafórico de la primicia rancia. Ahí está nuestra colaboración en este mundo y no puedo decir -sin más- que es la más hermosa que pueda existir, una existencia siempre amorfa, siempre cambiante nunca terminada. Porque el ser se mantiene en su hacerse, porque nadie se permite quedar varado en la nada y en la frivolidad, aunque no queramos, avanzamos.
¿Qué otra enseñanza nos deja la vida del periodismo? Es cruda, es cruel y quizá sumamente frustrante, no obstante, ellos hacen la razón por la que empezó la filosofía: buscar la verdad. Habrá muchos que en este momento piensen en aquella infantil postura de no comprometerse y adoptar la decisión de no apostar por la verdad y comenzar a relinchar por el cantarete de la edad en declive “la verdad es subjetiva”. Mirar que es una hazaña decir esto teniendo en cuenta la labor de investigación que muchos periodistas arriesgan su vida por descubrir los hechos –y en eso reside la verdad, en la correspondencia con lo real, con los hechos que ocurrieron o las cosas como son, los puntos de vista, como muchos habrán intuido ya, son una estorbo y sinsentido para este labor-. Es lamentable como hoy en día se desvirtúa esta noble labor, sobre todo, cuando se encarga de la preocupación primera de todo hombre: el deseo de saber.