Primera Cátedra: Unidad e Identidad
16/08/2021
Autor: Dr. Emilio José Baños Ardavín
Cargo: Rector UPAEP

Estimados estudiantes, apreciables profesores, consejeros de la Junta de Gobierno que hoy nos acompañan; padres de familia, amigos todos.

Hemos transitado ya 18 meses de Pandemia. Un suceso que nos ha desafiado, trastocando prácticamente todos los ámbitos de nuestra vida, y aunque vislumbramos en el horizonte un escenario esperanzador, aún no sabemos con certeza cuándo llegaremos a ese punto, a la ansiada normalidad. Sin embargo, hoy nos alegramos de estar aquí, juntos, iniciado un nuevo ciclo escolar y una nueva etapa en nuestras vidas.

En estos meses hemos vivido un sinnúmero de experiencias, verdaderas lecciones de vida que desde luego sería imposible recorrer hoy. Sin embargo, en esta mañana quisiera que nos centremos en una de ellas, probablemente la más relevante por ser el eje alrededor del cual orbitan nuestros grandes sueños y nuestros más deseados afanes. Me refiero al anhelo de unidad, y lo quisiera abordar desde dos perspectivas: la unidad desde la identidad, y la unidad en la verdad. Por cierto, habremos de notar que estos tres conceptos, unidad, verdad e identidad, son definitorios del ser y quehacer de la universidad… Pero adentrémonos en estos binomios.

Primer binomio: Unidad desde la identidad.

Si hay algo que nos ha marcado en esta Pandemia, que nos ha sacado de balance, ha sido la separación. Volvemos la vista atrás y observamos con nostalgia esos encuentros que no pudieron ser, esas vivencias que no pudimos compartir, y sobretodo esas miradas con las que no nos podremos cruzar de nuevo.

Nuestras conversaciones recientes, con familiares y amistades, seguramente hacen alusión a estos sentimientos, ya sea por un pasado en el que no pudimos encontrarnos, o por un futuro en el que esperamos reunirnos con quienes llevamos en el corazón.

Pero preguntémonos, ¿a qué se debe esto? ¿Cómo explicar este sentimiento generalizado en todos los rincones del planeta? ¿De dónde nos viene esa especie de clamor de unirnos con las personas que amamos?

La Pandemia ha sido una maestra en antropología, pues nos revela con agudeza algo que en la vorágine de nuestro día a día habíamos perdido de vista. En efecto, lo que nos define e identifica como seres humanos, y le da sentido a nuestra existencia es la unión, el encuentro. Durante esta travesía, de hecho, hemos descubierto que más allá de estar cerca de la gente que queremos, en el fondo, como explica Romano Guardini en su obra El Señor, cito: “existe el deseo de participar en el otro, de compartir su vida y su destino”. Algo nos mueve en nuestro interior que nos lleva a buscar en la persona amada “la identificación perfecta, [que es como el] ideal supremo.”[1] Quisiéramos abrirnos un espacio en su corazón, casi habitar en el otro. Esto lo constatamos en la forma de comunicación quizás más bella y a la vez la más radical conexión con la persona amada: la mirada. ¿No acaso hemos llegado a desear que el tiempo se detuviera para contemplar y prácticamente navegar en esa mirada -que es como la ventana del alma-, para luego encaminarnos juntos hacia un proyecto en común? Sin duda es por ello que nos hemos extrañado tanto, y es por esta razón que deseamos vernos de nuevo, pronto. En efecto, nos aguarda un proyecto con el que nos identificamos, una aventura compartida, y también por ello nos encontramos hoy aquí, en esta universidad que habrá de ser ese espacio que nos identifica, y que escenificará la multiplicidad de encuentros que generan comunidad, un espacio común para la unidad.

Una idea más en este apartado de la unidad desde la identidad; habría que decir, una reflexión obligada. Al hablar del encuentro, de la búsqueda de la unidad con los otros, nos vienen a la mente todos aquellos que se nos han adelantado. Aquellos que, afirmamos sin asomo de duda: se han llevado parte de nosotros. De nuevo, al pensar en sus ausencias - y vaya que las hemos padecido en nuestras familias, en nuestros círculos de amigos, aquí mismo en UPAEP- nos invade un sentimiento de tristeza, sí; pero a la vez un deseo, una esperanza que no mengua: queremos, con todas nuestras fuerzas, que esto no sea permanente…

Es inevitable recurrir aquí al puente que conecta fe y razón: ¿será posible un futuro reencuentro, en el que nos volvamos a mirar y gozar unos a otros, sin límites? ¿Cabe la posibilidad de romper las barreras del tiempo y el espacio conocidos y satisfacer este anhelo de plenitud de un corazón que no se puede imaginar aislado en su finitud?  En la cosmovisión cristiana la respuesta es contundente, pues tal promesa la expresa el mismo Jesús antes de partir, y la ha sellado con su sangre en una especie de testamento: “para que todos sean uno; como tú, oh Padre, en mí, y yo en ti, que también ellos sean uno en nosotros” (Juan 17:21).

Segundo binomio: la unidad en la verdad:

Hemos hablado hasta ahora del anhelo de unidad, desde nuestra identidad; una mirada hasta cierto punto introspectiva, recogiendo lo que en nuestro interior ha emergido a partir de esas vivencias intensas, que nos han cimbrado en nuestro interior. Sin embargo, en este tiempo nos hemos dado cuenta de algo más: no es suficiente, es más, es imposible entender y darle sentido a lo que acontece en nuestro interior, sin comprendernos como parte de un todo. ¿No acaso también como parte de estas lecciones magistrales, la Pandemia nos ha hecho ver que todo está interconectado?

¿No es cierto que aún los fenómenos aparentemente más insignificantes, diminutos, pueden y de hecho tienen postrada a la humanidad entera? Todo esto nos provoca, a querer o no, a interesarnos en las causas de los fenómenos que hoy atestiguamos. Cuando pensábamos que teníamos un dominio científico sobre los fenómenos naturales, irrumpe la COVID19 para hacernos ver que la tarea en la profundización de las ciencias es todavía una agenda pendiente; y seguramente lo será siempre. Pues bien, si esto se verifica en los fenómenos naturales, cuanto más en las realidades sociales, económicas, culturales y políticas de nuestro tiempo.

Elevamos la mirada, y nos enfrentamos al reto de ubicarnos desde nuestro contexto personal, en el devenir de este acontecer. No creo equivocarme al afirmar, que todos, en algún momento de estos 18 meses nos hemos preguntado, ¿cuál es el sentido de todo esto?, y más en concreto, ¿cuál es la verdad de todo este entramado y cuál es específicamente mi rol en toda esta historia?

Imposible resolver tales cuestionamientos de forma categórica. En la historia de la humanidad, ésta ha sido la cuestión fundamental. La verdad es un misterio. Es el gran misterio de lo que somos, de lo que es la persona a la que amamos; el misterio de nuestro pueblo. La realidad ciertamente nos desborda, pero sobre todo nos exige, nos desafía, nos descentra.

Por fuerza de los hechos, nos damos cuenta que este proceso de búsqueda de la verdad, es análogo al autoconocimiento de mi identidad; descubrimos que subyace un principio de tensión hacia la unidad en todo lo que me acontece y le acontece al mundo entero de modo que, si nada de lo que sucede a los otros me puede ser ajeno, la búsqueda de sentido, de unidad en la verdad tampoco la puedo emprender sin los otros.

Todo lo contrario. La verdad, al igual que las realidades más bellas, se busca –y se alcanza– en comunidad. Y aquí llegamos al punto central de convergencia entre unidad, identidad y verdad, puesto que esto es lo que define el ser y quehacer de la universidad.

Es así que nos encontramos hoy inaugurando un nuevo ciclo escolar. Para muchos de ustedes jóvenes, éste es el comienzo de una nueva etapa en sus vidas, un tiempo privilegiado, precisamente para crecer en la verdad de lo que son y están llamados a ser, y encontrar la unidad en la vida.

Desde estos referentes, en UPAEP estamos convencidos que la verdad no es una entelequia, un pensamiento inalcanzable o inconexo de la realidad. Afirmamos con Miguel de Unamuno, que la verdad se vive, y para ello hay que vivir con verdad. Cito:

“Buscar la vida en la verdad es, pues, buscar en el culto de ésta ennoblecer y elevar nuestra vida espiritual y no convertir a la verdad, que es, y debe ser siempre viva, en un dogma, que suele ser una cosa muerta. [...] y es que aquellos que no se atreven a buscar la vida de las que dicen profesar como verdades, jamás viven con verdad en la vida.”[2]

Querido joven universitario, este es el momento de la verdad, de reafirmar lo que eres. La propuesta de UPAEP es la de la alteridad, para que te descubras en el otro, que acrisoles tus talentos junto con y para los demás, y que entonces todo te haga sentido porque tu proyecto de vida tiene sentido. La humanidad está ávida de reencontrarse, de fortalecer los lazos de unidad; pero ese reencuentro no nos llevará a ningún lado, si se da entre personas con proyectos de vida fragmentados, con corazones rotos en mil pedazos a causa de tantas injusticias, duelos y sobretodo, ante la indiferencia de los que, pudiendo, no se atreven a salir de su pequeño mundo autorreferencial.

Es ahí donde tu vocación como universitario juega un papel clave. Los dones que has recibido, tienen una razón de ser; el que estés hoy aquí, no es producto del azar, lo sabes bien. Todo lo que se te ha dado, está a la espera de que lo descubras desde tu libertad comprometida con la verdad; aguarda a que lo cultives y lo potencies para servir y transformar en pos de la unidad. Este es el sentido del liderazgo que proponemos en la universidad: saber para servir. Transformar tu vida, en el encuentro con los demás, y juntos construir el bien común.

Queridos jóvenes, querida comunidad UPAEP. Estos anhelos de unidad y verdad, son los que alimentan nuestra esperanza. Pero lejos de pretender esperar pasivamente a que vengan tiempos mejores, en nuestra universidad sabemos que todo tiempo es nuestro tiempo, de modo que la esperanza se construye al abrazar y vivir la verdad de lo que somos en el aquí y el ahora. Este es el sentido de la identidad en UPAEP, ser congruentes con nuestra vocación universitaria para salir al encuentro de todas esas realidades que es imperativo transformar.

Finalmente, algunas consideraciones prácticas, para ser constructores efectivos de esperanza. La pandemia del COVID19 todavía no cede, ni lo hará por varios meses más. En esta nueva etapa nos corresponde aprender a convivir en esta circunstancia. Nuestro deber y responsabilidad es asumir las medidas correspondientes para preservar nuestra salud y la de los demás. Sólo así podremos reconstruir esos lazos de encuentro que tanto añoramos. Como cualquier gran obra, hay que avanzar paso a paso, con audacia, alegría, y mucha prudencia. En la institución hemos tomado y seguiremos tomando las medidas para hacer esto posible. Juntos seguiremos adelante.

En esta travesía nos seguimos encomendando a Nuestra Madre de Guadalupe, a quien consagramos nuestra universidad y en especial este tiempo tan desafiante y apasionante a la vez.

Enhorabuena Águilas UPAEP por este nuevo ciclo 2021-2022, que Dios los bendiga hoy y siempre.

Bienvenidos a UPAEP

La Cultura al Servicio del Pueblo.

 

Referencias

[1] Guardini, Romano. El Señor, RIALP, 1965, p. 229.

[2] De Unamuno, Miguel, Verdad y Vida (Ensayo), Salamanca, 1908.