La vida y la resiliencia están íntimamente relacionadas, ya que en el transcurso de la vida la resiliencia se va construyendo y reconstruyendo con cada una de las experiencias que vivimos. Cabe destacar que las experiencias que forjan a la resiliencia no son agradables o deseadas ya que suelen ser adversas y difíciles, y es ante dichas situaciones que los seres humanos mostramos nuestra capacidad para superar y recobrarnos de la adversidad e incluso podemos salir fortalecidos, mediante el reconocimiento y aceptación de lo negativo y enfocándonos en lo positivo de la experiencia.
En cuanto a experiencias vitales, sin duda alguna la COVID-19 ha retado a la humanidad y ha puesto en evidencia su vulnerabilidad, y para el caso de los adultos mayores esta situación también los ha puesto a prueba, ya que muchos han perdido la vida o a seres muy queridos, así mismo han sido a los que más les han afectado las medidas prolongadas y drásticas de distanciamiento social y la falta de atención médica oportuna para sus condiciones físicas y/o mentales preexistentes; lo que ha provocado que se encuentren en un proceso de duelo continuo.
Sin embargo, y tratando de concentrarnos en las enseñanzas positivas que esta situación ha traído, se puede decir que los adultos mayores han sido uno de los grupos que han demostrado ir ajustándose de manera continua y creativa a la incertidumbre generada por la pandemia, así por ejemplo han mostrado un mayor compromiso, solidaridad y responsabilidad para respetar las medidas de seguridad sanitaria a pesar de la incomodidad que éstas pudieran provocarles, igualmente han sido capaces de fortalecerse a través de la fe y la esperanza, con la firme convicción de que esta situación será temporal, así como lo han sido otras experiencias pasadas y adversas que a ellos les ha tocado afrontar. Otra situación que ha sucedido es que, a pesar de las limitaciones que la tecnología puede representar para ellos, se han mostrado mayormente interesados por aprender otras formas de comunicación para poder seguir aprendiendo lo que les gusta y para poder seguir estando en contacto con sus seres queridos. De esta manera se puede decir que la vulnerabilidad principalmente física que los adultos mayores presentaron frente al virus COVID-19, no significó que también ésta tuviera que ser psicológica o social.
Finalmente, en este escrito queremos invitar a los lectores a que realicen una reflexión acerca del envejecimiento, como una etapa en la que podemos tener la oportunidad para aprovechar toda la experiencia que la vida nos ha proporcionado y que, a pesar de las eventualidades que trae consigo la edad, seamos capaces de valorar que la sabiduría que proporcionan los años, nos puede ayudar a continuar afrontando con mayor ecuanimidad un momento histórico para la humanidad en el que nuestro futuro es incierto pero común, y en cuya construcción todos tenemos una responsabilidad compartida.