Nuestra columna de la semana pasada estuvo dedicada a estudiar las razones por las que creemos que el Ejército Nacional Afgano (ANA) fue arrollado por las fuerzas de los talibanes, a pesar de ser muy superior en hombres y equipamiento. Su mortal punto débil fue, al parecer, su falta de moral de combate. Es decir, después de recibir millones de dólares en armamento y capacitación, el ANA fue incapaz de pelear hasta la muerte por sus ideales y su gobierno. En vista de lo que sigue ocurriendo en aquel lejano (para nosotros) rincón del planeta, haremos otras reflexiones en este espacio, en el que una crisis se convirtió en tragedia y en un verdadero desastre moral y político para Occidente, no sólo para Joe Biden, no sólo para los Estados Unidos.
Podemos decir, en vista de lo que ha sucedido, que la falta de conocimientos acerca de las particularidades sociales, históricas, culturales y políticas de Afganistán provocó que ocurriesen graves fallas en los niveles estratégicos, operativos y tácticos, tanto en el plano militar como en el político y económico. Al parecer, el gobierno estadounidense partió de la percepción de que Irak y Afganistán serían casos similares, cuando se trata de dos países muy distintos. Para poner un ejemplo: la construcción de una escuela financiada con medios provenientes de los Estados Unidos requiere que el techo sea llevado vía aérea e instalado con una grúa. En Irak, por regla general, es posible encontrar espacio para la instalación de la grúa. En Afganistán, territorio muy montañoso y agreste, en muchas ocasiones era imposible ensamblar la grúa para colocar el techo.
Los errores para comprender las condiciones contextuales de la realidad afgana no fueron, de ninguna manera, exclusivo de los estadounidenses: otros actores políticos y militares importantes en el proyecto de reconstrucción del país, como la Gran Bretaña y Alemania, también cometieron errores graves, tanto en el plano de la inteligencia militar (por ejemplo: no calcularon con precisión la velocidad de la marcha de los talibanes) como en el de la evaluación del contexto socio-político del país. Lo grave del caso es que el acceso a mucha información no estaba cerrado, es decir, la información estaba allí, pero no la vieron o no quisieron verla. Otro obstáculo con el que se toparon los países occidentales en sus esfuerzos por reconstruir al país bajo moldes y criterios occidentales tiene que ver con la necesidad –imperiosa, para muchos- de presentar resultados rápidos, de corto alcance, pero que realmente no respondían a las necesidades de transformación de un país tan difícil e indómito ni a las necesidades de consolidación y sobrevivencia del gobierno.
Obviamente no se puede afirmar que todo haya salido mal. Hay evidentemente muchas reformas y muchas medidas que posibilitaron mejores condiciones de vida a muchos afganos. Pensemos, por ejemplo, en que las mujeres ya pudieron asistir a la escuela, a la universidad, practicar deportes en público, hacer carrera profesional en muchos ámbitos de la vida social y política, etc. Con la llegada de las retrógradas milicias de los talibanes al poder, todo esto se acabó: una de las primeras órdenes impartidas por esta pandilla de facinerosos fue que las mujeres, hasta nueva orden, se debían quedar en sus casas. Y una de las primeras víctimas de la llegada de los talibanes a Kabul fue una mujer que no iba vestida de acuerdo a los cánones que defienden estos cavernícolas, así que la asesinaron.
Hay que subrayar algo importante: ser musulmán no significa en automático ser talibán o terrorista. Muchos países y personas que practican esta religión son respetuosos de los demás y no comparten para nada la visión estrecha de los movimientos terroristas como Al-Qaeda o el llamado “Estado Islámico.” El gran problema ahora para los talibanes es que van a tener que combatir a este último movimiento, que tiene en Kabul una célula sumamente violenta, que fue la que al parecer perpetró los atentados suicidas de hace unos días. Otra dificultad a la que se enfrentarán los talibanes es que tiene comparativamente pocos combatientes, muy poco dinero y carece del acceso a las fuentes financieras y al tesoro del gobierno afgano que salió por piernas hace casi dos semanas.
Para terminar estos apuntes, comentaremos un detalle más, que ya dibujamos brevemente hace una semana: la pérdida de equipo militar del ANA que cayó prácticamente intacto en manos de los talibanes. Se calcula que, solamente en lo que toca a vehículos militares, el ANA perdió más de 700, sobre todo los vehículos multipropósito de alta movilidad, todoterreno 4X4 (HMMWV), llamados coloquialmente “Humvees”, que eran el principal medio de transporte de la infantería afgana. Se cree que estas capturas masivas apoyaron a los talibanes en si capacidad de transporte, aunque no se sabe si lograron hacerse de la gasolina suficiente. Esto será necesariamente un tema para estudiar más adelante por parte de los especialistas de inteligencia. Además, el ANA perdió vehículos blindados, sistemas de artillería e incluso algunos carros de combate.
Otros vehículos del ANA fueron destruidos: se calcula que alrededor de 350 Humvees, 270 camiones ligeros Ford “Ranger”, 21 carros blindados y 141 camiones medianos Navistar corrieron dicha suerte. Los talibanes también han capturado morteros y obuses, aunque algo viejitos: de la época de la Guerra Fría. Sin embargo, siguen siendo útiles en caso de querer bombardear blancos urbanos, en donde no importa tanto la precisión sino el pánico que siembran entre los pobladores. Los talibanes también afirman haber derribado tres helicópteros de transporte de origen ruso Mil Mi 17 (como el que perdió la Armada de México ayer jueves, en Veracruz) y al menos un Sikorsky UH 60 A “Black Hawk”.
Así que la situación en Afganistán no está fácil para nadie: los Estados Unidos verán cómo Vladimir Putin se acerca a los talibanes, al igual que Paquistán y los chinos, mientras en casa se enconan los reclamos de los republicanos trumpistas, de quienes Biden no puede esperar solidaridad y respaldo. Los talibanes ahora tendrán que enfrentarse al “Estado Islámico” y consolidar su poder sin dinero y con la oposición de muchos afganos. Como reza el nombre de una comedia famosa de don Pedro Calderón de la Barca: “Peor está que estaba”…