Comer como familia. Una perspectiva extranjera sobre el servicio en restaurantes
15/10/2021
Autor: Christopher Aiello
Cargo: Estudiante de Intercambio University of Notre Dame

Después de un largo día, la obligación de cocinar la cena puede ser demasiado pesada. Puedes ser el mejor cocinero del mundo pero hay algunos días en que para aliviar el estrés necesitas que alguien más prepare tu cena. Gracias a Dios, México está lleno de restaurantes acogedores con comida rica y gente ansiosa por servir comida hecha con cuidado.

Durante mis primeros dos meses como un estudiante de intercambio estadounidense en la UPAEP, tuve el placer de comer en diferentes restaurantes. En barrios diversos con estilos distintos. La única cosa que fue completamente uniforme en todos los ámbitos –con la excepción de muy pocos–, fue el servicio atento y cortés sin importa lo que hayas pedido. Las calles están saturadas con restaurantes baratos los cuales pueden llenar tu estómago sin vaciar tu billetera. Vivo en la ciudad de Nueva York, y allí la idea de recibir un servicio excelente y que llene tu estómago por poco dinero es inaudita. Si quieres servicio superior, deberás pagar un precio alto; si quieres comida barata, tienes que aceptar que no será una experiencia gastronómica excepcional. Dicho esto, la combinación de buen precio y buen sabor que encontré aquí en Puebla, ha sido una maravillosa sorpresa.

Esta diferencia con los Estados Unidos me motivó a hablar con los dueños de uno de mis restaurantes favoritos en Puebla: El Shanti, situado en la calle 41 Sur# 1912, para conocer sobre ellos.

Durante la plática, me enteré que el restaurante es propiedad de una familia compuesta por una madre, un padre, una hija y muchos perros y viven en una casa arriba del restaurante, donde “Betty” –la mamá– vivió desde su infancia. Cuando uno llega al restaurante ella te hace sentir en casa, aunque hay un Menú siempre te pregunta: “¿qué se te antoja”, y si es posible te lo prepara.

Su hija, Aime, ayuda siempre a su mamá atendiendo las mesas, por ejemplo, sirviendo el agua de tu elección; mientras que el padre, Armando Chávez Gómez, te pregunta sobre tu día, lo que hace en todos los sentidos que uno se sienta como miembro de la familia.

Cuando le pregunté a Armando qué los impulsó a abrir un restaurante me confesó que fue gracias a su hija quien reconoció los dotes de su mamá para cocinar, lo que les motivó a abrir un restaurante, es decir, fue una empresa nacida de la familia. “Nosotros tratamos de que la gente que venga se acomode a la familia. De hecho, todos los productos que damos a los comensales son los mismos que comemos nosotros”, expresó Armando.

El cuidado que Betty y Armando tienen por la experiencia de sus hijos es claro, cada vez que como allí si mi plato está vacío pero mi estómago no está completamente lleno, Betty me ofrece sus mejores productos hasta que no puedo comer más. En el Restaurante, Armando es el padre y Betty la madre de todos sus clientes a quienes sirven como si fuéramos sus verdaderos hijos.

Después de hablar con Armando y Betty me di cuenta que su motivación de abrir un Restaurante nunca fue el dinero. Para ellos, lo que hace que todo valga la pena es llevar alegría a sus clientes, que “se vean satisfechos” como la misma Betty dice, “que expresen lo que nos gusta, lo que no les gusta y que regresen”.

Esto puede ser lo que ha hecho que los restaurantes que he visitado en Puebla sean tan especiales. Los restaurantes en los estados unidos creen que su estilo de servicio corto y rápido es el mejor para ganar más dinero. Mientras esto puede ser verdad en algunos casos, creo que los restaurantes estadounidenses tienen algo para aprender de los restaurantes mexicanos. El estilo aquí hará que sus clientes sean leales. Además de eso, como dijo Betty, hay más que dinero en el negocio de restaurantes si tu prioridad principal es la satisfacción de todos los clientes, todo lo demás caerá en su lugar. 

La moraleja que les quiero dejar como estudiante extranjero es: aprovecha los restaurantes pequeños en tu barrio y recuerda dar propina no solo con dinero, sino también con gratitud. Y si estás en La Paz, dales una visita a Betty y Armando y diles que te envié. ¡Buen provecho!