El diseño es visto, a veces, como los dibujos, sólo lo gráfico, lo banal, lo que no tiene tanta importancia. Muchas de estas cosas se reafirman cuando al hablar con algún cliente, expresa “haz que mi marca se parezca a la de mi competencia”.
Chaves y Bellucia ya explicaban esta problemática mencionando los errores en la gestión del diseño (2008, p.59) donde clientes o empresas encargan la elaboración de logotipos y demás productos incurriendo en errores como: la selección incorrecta de profesionales adecuados, mala o nula programación del proceso, equivocada asignación de presupuesto, así como el encargo por imitación, entre otros. En cambio, dichos autores no explicaron los problemas posteriores de estas desacertadas decisiones.
En México el número de demandas y oposiciones por diseños similares, que incluso tiene su nombre en el marco legal como “similitud en grado de confusión” (Jalife, 2009, p.200) se ha incrementado; marcas, empaques y envases que se parecen unas a otras en determinados elementos gráficos son muchos, por lo que la empresa en cuestión debe buscar asesoría legal para librarse de su mala gestión en el campo del diseño gráfico.
Desgraciadamente esto no se enseña comúnmente en la universidad, es decir, no se muestra al alumno la importancia de buscar la originalidad a toda costa, incluso sobrepasando la máxima: “el cliente siempre tiene la razón”, con la finalidad de no heredar una problemática a la empresa, es decir, debe argumentar a capa y espada la necesidad de un diseño lo más nuevo y original posible sin copia alguna.
La “similitud en grado de confusión” sucede en el aspecto fonético y en el visual, siendo el visual el más complejo de cotejar, ya sea porque la base de datos del IMPI (Instituto Mexicano de Propiedad Intelectual) Marcanet realiza búsquedas fonéticas especificas más no visuales quedando en manos del diseñador hacer esta revisión marca por marca.
Incurrir en el riesgo de confusión es común ya que en cierta manera los colores, los tipos de letras y las composiciones son finitos, por lo que se complica el trabajo del diseñador ya que además debe buscar a fondo su competencia para evitar caer en una problemática para sí mismo y su cliente.
Una buena gestión de marca es vital para las empresas, por lo tanto, se debe delegar a los profesionales adecuados que se hagan cargo de un tema sensible, ya que recordemos que la marca, a final del día, es la que representará a un negocio, incluyendo empaques y etiquetas. Una selección inadecuada del profesional, como comenta Chaves y Bellucia (2008, p.63) es un error grave y es signo del desconocimiento de las funciones que tiene una marca, haciendo hincapié en los concursos estudiantiles de diseño, los cuales dejan a una suerte de azar, una decisión fundamental.
Este tipo de concursos, no siendo nefastos per se, generan una problemática de cotejar de forma legal, si lo diseñado por parte del concursante es original y adecuado para la empresa o negocio, además de presentar otras complicaciones como la selección de jueces profesionales que guíen este proceso, así como una pertinente retribución al ganador, en el caso de convocatorias que pretenden lucrar con dicha marca o producto de diseño.
Entonces cuando se habla de situaciones monetarias, así como el rostro de la empresa o negocio, el diseño deja de ser banal, los dibujitos, lo no importante y se convierte en una situación seria que debe tomarse con cautela y con estrategia.
Chaves, N. y Bellucia, R. (2008). La marca corporativa: gestión y diseño de símbolos y logotipos. Buenos Aires: Paidós.
Jalife, M. (2009). Comentarios a la Ley de la Propiedad Intelectual. México: Porrúa.