En el marco de las tensiones surgidas de las amenazas rusas de invadir Ucrania, Vladimir Putin está ocupado en mostrar los músculos militares de su país, aprovechando además que los países occidentales no están del todo unidos en su estrategia de contención, particularmente por la indecisión alemana, producto, por un lado, de su dependencia del gas ruso, y, por otro, de la novatez de su gobierno federal, con un canciller que parece aún no darse cuenta de la importancia y peso internacional de su cargo y de la importancia y peso internacional de Alemania. Aunado a esto, Putin aprovecha las ventajas que tienen, en estos casos, los autócratas: puede tomar decisiones casi monárquicas sin temer por las reacciones de contrapesos institucionales internos. Mientras que los dirigentes políticos de las democracias occidentales deben considerar a dichos contrapesos (oposición, electores, poder legislativo, mandos militares, aliados internacionales, límites presupuestales, opinión pública interna, etc.), los autócratas no pierden su tiempo y energía con dichas “minucias”. Y, por si fuera poco, cuenta con el respaldo, más o menos sincero, de otro enemigo de la democracia: el líder de China, país al que, por cierto, no le convendría mucho un avance de Rusia hacia el oeste invadiendo Ucrania, pues, además de que lo pondría en la situación incómoda de aprobar una agresión militar, haría que gobiernos y opinión pública en muchos países occidentales vieran con mayor recelo las relaciones políticas y comerciales con dicho gigante asiático.
Dentro de las intenciones rusas para mostrar sus capacidades militares a Occidente, tenemos que contar con las que organizan todas las flotas rusas en estos días: no sólo en el Mediterráneo, sino en el Mar Negro, en el Báltico, en el Atlántico, en el Índico y en el Pacífico. En estas numerosas maniobras (que cuestan mucho dinero a la maltrecha economía rusa) se calcula que deben participar unas 140 embarcaciones de todo tipo y unas 60 aeronaves de ala fija y rotatoria. Según el Ministerio de Defensa ruso, estas maniobras tienen como objetivo que las fuerzas navales y aeronavales practiquen procedimientos para defender los intereses rusos y enfrentar amenazas militares.
Así, tres barcos anfibios de desembarco de la Flota del Mar Báltico ya se encuentran en el Mar Mediterráneo. Dos barcos similares (clase Ropucha) y un buque de la clase Ivan Gren (de mayores dimensiones que los Ropucha), pertenecientes a la Flota del Norte, se encaminan, aunque con retrasos debido al mal tiempo, hacia el sur, aparentemente para participar en maniobras navales en el Mediterráneo. Aquí cabe preguntarse para qué se mueven estos buques con capacidades de desembarco de tropas y equipo hasta regiones alejadas de sus zonas de acción, con muchas probabilidades de que su destino final sea el Mar Negro, es decir: las costas de Ucrania. En efecto: los buques de la clase Ropucha son embarcaciones de desembarco, construidas entre 1975 y 1991 para la marina soviética. Pueden transportar, dependiendo de las necesidades del momento, 10 carros de combate y 200 soldados, o cuatro camiones pesados y 313 soldados, o una carga de 12 toneladas y 340 soldados, o 500 toneladas de carga.
Mientras tanto, en el Golfo de Omán se encontraba, hasta fines de Enero, otro grupo de considerable fuerza militar: el buque insignia de la Flota del Este, el poderoso crucero “Varyag”, el destructor “Admiral Tributs” y el buque logístico “Boris Butoma”. Todas estas unidades participaron en unas maniobras navales con unidades iraníes y chinas. Los tres buques se encuentran, al parecer, en camino rumbo al Mediterráneo, en donde se deben encontrar, muy presumiblemente, con los buques de desembarco que hemos mencionado arriba. Para completar esta muy considerable flotilla, con gran poder de fuego y capacidades anfibias (es decir, de desembarco), hay que contemplar al buque de reconocimiento electrónico “Vasiliy Tatishchev”, que fue visto cruzando por el Estrecho de Gibraltar.
El crucero “Varyag” fue construido en épocas de la Guerra Fría en Ucrania, entonces perteneciente a la Unión Soviética. El barco fue botado en 1983 pero comisionado hasta 1989; fue el tercero de una serie de tres cruceros misilísticos, clase “Slava”, dotados de cañones, misiles antiaéreos y antibuque, torpedos, armamento antisubmarino y un helicóptero en hangar propio. Este crucero desplaza 11 490 toneladas. El destructor antisubmarinos que le acompaña, el “Admiral Tribuys”, ya también tiene sus años: fue botado igualmente en 1983. Desplaza 6 200 toneladas y está dotado con armamento antisubmarino, antiaéreo y antibuque, además de embarcar dos helicópteros.
Ante esta acumulación de fuerzas, vale preguntarse si tal cantidad de “maniobras” navales, en diferentes escenarios, pero con dirección al Mediterráneo (y al Mar Negro), pueden ser consideradas como “normales”. Y es que, cuando participan más de 13 000 soldados en unas maniobras, se acostumbra invitar a observadores internacionales, lo cual, sorprendentemente, no ha ocurrido en este caso. Además, si contemplamos el panorama completo, vemos lo siguiente: en la frontera con Ucrania hay más de 100 000 soldados rusos, con su equipo; hay tropas rusas en Bielorrusia, también cerca de la frontera de ese país con Ucrania, y ahora se mueve una poderosa flotilla anfibia. No creo que sea una maniobra de distracción, sino que estos navíos pueden servir para bloquear el Mar Negro y / o para desembarcar tropas en el sur de Ucrania, cerrando una especie de “pinza”.
Los aliados occidentales, por su parte, no están mancos. Hace unos días terminó el ejercicio naval “Neptune Strike 2022”, en aguas del Mar Adriático, en el que participaron barcos estadounidenses y europeos, para mostrar fuerza y determinación. Esta flota, agrupada en torno al portaaviones nuclear “Harry S. Truman”, tiene un poder de fuego muy superior al de la flotilla rusa que mencionamos arriba. El “Truman”, botado en 1996, desplaza 103 000 toneladas y aloja a 90 aviones y helicópteros de todo tipo, lo que le da a este agrupamiento naval una capacidad de destrucción muy superior a la de la flotilla rusa. Va acompañado de cuatro destructores de la clase “Arleigh Burke”, del portaaviones italiano “Cavour” y del destructor, también italiano, “Andrea Doria”, además de otros buques auxiliares y de comando. España contribuyó con la fragata “Blas de Lezo” –verdadero portento de tecnología- y la patrulla oceánica “Meteoro.” El dragaminas “Sella” ya se encuentra en el Mar Negro. Alemania, por su parte, estuvo presente con la fragata “Lübeck”, el barco más antiguo de la flotilla occidental del ejercicio “Neptune Strike 2022”, pues está en servicio desde 1990. La “Lübeck” no se dirigirá al Mar Negro, sino que permanecerá patrullando en el Mar Egeo.
Así que Estados Unidos y sus aliados formaron una poderosa escuadra, sin lugar a dudas, no sólo por la cantidad de buques, sino por su superioridad electrónica y porque sus unidades son mucho más modernas que las rusas, todas estas heredadas de la Unión Soviética.
No todo les salió bien a los rusos con sus numerosas maniobras navales de estos días: el ejercicio militar planeado frente a las costas de Irlanda, de hecho, dentro de las 200 millas de su Zona Económica Exclusiva, fue muy mal recibida por el gobierno de este país y por su poderoso sector pesquero, puesto que las maniobras rusas significarían un fuerte golpe económico a esta esencial industria irlandesa, además de que a nadie le gusta que el enemigo haga maniobras frente a la puerta de la casa. Puesto que Irlanda, con un componente naval muy modesto, no está en condiciones de impedir las maniobras rusas, los pescadores irlandeses se propusieron, arriesgando su vida, entorpecer los ejercicios rusos, por lo que fueron enviando barcos pesqueros a interferir las maniobras, cosa que lograron en una perfecta acción colectiva, bien sincronizada, ciertamente arriesgada pero muy efectiva. La flota rusa tuvo que abandonar la zona, sin haber podido realizar sus actividades de alarde.
En las próximas semanas estaremos en condiciones de saber si Putin sigue con su peligroso juego o se retira. Occidente, si quiere imponerse y disuadir a Rusia de una invasión a Ucrania, debe ser más claro en su vocabulario y en sus acciones. Debe decir con mayor exactitud qué hará en caso de una invasión. Un ejemplo ilustrativo es lo que hizo, hace unos días, el comandante de la Marina inglesa, el Almirante Sir Anthony Radakin, quien, ante la posibilidad de que las maniobras rusas pudiesen dañar los cables submarinos que garantizan la comunicación entre América y Europa, dijo claramente que cualquier intento por interferir en esta comunicación sería asumido por Inglaterra como un hecho de guerra, y que como tal se le respondería. Lo que se requiere para tratar con Putin es hablarle sin tapujos y mostrar decisión en las acciones. No hay borracho que coma lumbre.
De último momento, acabamos de recibir la información de que la CIA ha advertido al gobierno estadounidense y a los aliados de la OTAN, hoy viernes, que es muy probable que los rusos invadan el miércoles 16 de Febrero a Ucrania. Al parecer, los servicios de inteligencia occidentales tienen mucha información que apoyaría este llamado de alerta, por lo que es muy probable que los Estados Unidos estén difundiendo esta información tan sensible, en un intento de torpedear los planes rusos.