Mis cuatro fieles y amables lectores recordarán quizá que hace una semana hablamos de las maniobras navales rusas, en el marco de las tensiones en torno a Ucrania. Hoy queremos hacer un pequeño balance de las jugadas tácticas de Joe Biden y de Vladimir Putin, después de que transcurriera una semana de negociaciones, amenazas y rumores, aunque, afortunadamente, aún no ha estallado la guerra.
La partida por Ucrania comenzó mal para Occidente, pues el gobierno de Biden no se estrenó precisamente con honores al haber abandonado Afganistán de manera más que precipitada. Así que, en política internacional, Biden no había comenzado muy bien. Bueno, digámoslo con claridad: la salida de Afganistán fue una debacle, máxime que el Presidente presumía de su gran experiencia en política exterior, lo cual nadie le rebate. Lo malo es que su gobierno no supo hacer las cosas de manera ordenada para abandonar ese problemático país. En el caso de la crisis de Ucrania parece que estamos ante otro escenario, pues Biden y su gobierno han hecho las cosas bien, inclusive podemos decir que lo han hecho muy bien. Si tomamos en cuenta que el adversario es nada menos que Vladimir Putin y no una horda de salvajes talibanes, la hazaña es más meritoria.
Y es que Putin es un tipo calculador, que conoce más a Occidente que lo que el Occidente lo conoce a él, y no tiene que preocuparse por contrapesos institucionales internos que lo frenen en sus deseos y acciones, como sí tienen que hacer los líderes occidentales, incluyendo, claro está, a Biden. En Rusia no existe una oposición política articulada, representada fuertemente en la Duma (Parlamento), no hay una sociedad civil organizada que le exija cuentas, ni Ministros de Finanzas que cuiden el dinero y no lo tiren movilizando ejércitos, ni hay que voltear a ver a los aliados, etc. Los deseos de Putin son órdenes que se cumplen sin chistar. Pero, de todas formas, ahora sí estamos viendo a un Presidente estadounidense con unos consejeros que están demostrando que saben hacer bien las cosas, al menos hasta ahora.
Por supuesto que los países occidentales aún no pueden cantar victoria, pues Putin es capaz de cualquier maniobra y de cualquier locura; no tiene freno alguno que se lo pueda impedir. De hecho, el único que puede moverlo a no invadir a Ucrania es él mismo, es Putin mismo. Lo que tiene que mostrar la alianza occidental es fortaleza y unidad; no tiene que mostrar ninguna debilidad. Si lo hace, Ucrania estará perdida. Hasta ahora, parece que la diplomacia y las medidas militares de la OTAN están funcionando: hasta el momento de redactar estas líneas, no ha estallado la guerra. Al contrario de lo que pasó en el 2014, cuando Rusia invadió, tomó y se anexó a Crimea, sorprendiendo al gobierno de Obama en toda la línea, ahora los estadounidenses y sus aliados están más que preparados.
No sabemos si el anuncio dado a conocer el viernes pasado, acerca de que los rusos invadirían Ucrania el miércoles 16, fue un truco de Biden y de sus asesores para poner contra las cuerdas a Putin, pues dejaba la pelota en su cancha y lo obligaba, en todo caso, a buscar una excusa más o menos creíble para la invasión con esa fecha límite. Pero puede ser que, por el contrario, la información fuese verídica y haya sorprendido a los militares rusos. Lo bueno es que se sigue negociando y las tropas rusas siguen del otro lado de la frontera. Esto ya es, por el momento, un gran éxito, y se debe a una doble estrategia de Biden, quien ha apostado desde un principio por una mezcla de amenazas de sanciones masivas en caso de una invasión a Ucrania, pero al mismo tiempo por ofrecimientos de negociaciones al más alto nivel. Biden se ha mostrado dispuesto a hablar con Putin y ha propuesto diversas salidas, haciendo además ofertas sobre control de armamentos. Con estas acciones, Biden va un paso delante de su contraparte, por lo que parece que se está yendo en la dirección correcta.
Otra gran ventaja para Occidente es que Biden ha emprendido un camino diametralmente distinto al de su predecesor, Donald Trump, quien estuvo cerca de hacer volar en pedazos a la OTAN. Ahora, por el contrario, la alianza atlántica se ha repuesto y está actuando con celeridad y precisión, mientras las labores diplomáticas continúan. Es decir, Putin no ha logrado desequilibrar y dividir a la OTAN, pues incluso Turquía se ha mostrado firme como miembro de esta organización de defensa (incluso, se sabe que ha vendido armamento a Ucrania). España, por ejemplo, ha enviado aviones caza “Eurofighter” a Bulgaria, que ya están realizando vuelos de patrullaje en el flanco este de la alianza; también tiene unidades navales en el Mar Negro, junto con otros países de la OTAN (Estados Unidos, Italia, Inglaterra y Francia). El Ejército de Tierra español también está presente en Letonia, en donde tiene estacionados algunos carros de combate “Leopard 2E”, vehículos de combate “VCI Pizarro”, Transportes de Oruga Acorazados (TOA) de transporte de personal y vehículos “Vamtac”, equipados con misiles anticarro “Spike”.
También parece que el nuevo gobierno alemán, bajo el canciller Olaf Scholz, después de un inicio algo irregular, ha encontrado su camino y su nivel. Scholz se mostró seguro en su reunión con Putin y parece que ya quedó claro que, en caso de que Rusia invada a Ucrania, el gaseoducto Nord Stream 2 quedará definitivamente sepultado. Esto no le conviene a Rusia, pues será más dinero tirado a la basura. Como hemos dicho repetidamente: si el Occidente se muestra fuerte y unido, Rusia lo pensará dos veces antes de invadir Ucrania, aunque, como sucede con un tirano con todo el poder en las manos, Putin es capaz de cualquier locura. Alemania tiene ahora que mostrar ante el mundo que tiene un gobierno capaz de actuar, que sus ministras (de Exteriores y de Defensa) trabajan en equipo con el canciller y que no dudarán en caso de tener que poner la mano dura en la crisis actual.
Pero también hay que señalar que los nuevos integrantes del gobierno alemán se enfrentan al problema de que tendrán que buscar mayores presupuestos para la defensa, siendo que se buscaba originalmente reducirlos. No olvidemos que las políticas de seguridad son políticas de prevención, por lo que, en tiempos de crisis con vecinos buscapleitos, lo mejor es tener fuerzas armadas bien equipadas. Cuando se elabore el presupuesto, Berlín demostrará cuán en serio se toma las amenazas de Moscú en Ucrania y sus propias capacidades militares y de seguridad. Es que la seguridad es un asunto de precaución: forman la base y la credibilidad para el diálogo y la diplomacia. Cuando ahora se habla de lo que hay que hacer, también se revela lo que no se ha hecho en los últimos años. Así que tal vez sea bueno que el nuevo equipo de Scholz aprenda esto al principio de su período legislativo.
En conclusión: Biden y sus aliados están mostrando más cohesión y espíritu de equipo que en otras crisis, actuando en varias vías a la vez: diplomáticas, militares, económico-financieras, etc. Lo que todo esto demuestra es que la diplomacia sólo funciona, en casos de crisis, si está respaldada por fuerzas armadas suficientes y por la voluntad de emplearlas si es necesario.