Rusia, Ucrania y la tensión entre la geopolítica y las fuerzas sociales liberales
01/03/2022
Autor: Dr. Derzu Daniel Ramírez Ortiz
Cargo: Director académico de Relaciones Internacionales en UPAEP

Numerosos analistas de la política internacional, han señalado con tino, que Ucrania forma parte vital para la geopolítica y seguridad rusas. Es un territorio que ha jugado el papel de escudo físico en contra de proyectos bélicos y expansionistas, como el napoleónico y el Nazi, que intentaron hace tiempo apoderarse de Moscú.

En este aspecto, desde hace siglos, las determinantes geopolíticas han obligado a Moscú a garantizar el control sobre el territorio ucraniano, sobre todo en momentos donde otras fuerzas como las polacas o las mongolas intentaban establecer el suyo propio. Estas mismas determinantes geopolíticas, llevaron a que la URSS incorporara a Ucrania a su sistema durante la década de 1920 y en subsecuentes décadas, la forzara a permanecer ahí a pesar del desastre humanitario causado por las demenciales políticas económicas estalinistas.

Sin embargo, esas fuerzas geopolíticas centrípetas han colisionado también con fuerzas sociales ucranianas centrífugas que buscan el distanciamiento de Moscú. Para no dirigirnos tan atrás en el tiempo, en 1990 ya con el imperio soviético debilitado y a punto de colapsar, Ucrania se declara un país soberano. Esta declaración no sólo fue un gesto de élites, sino un acto respaldado por fuerzas nacionalistas ucranianas que refrendaron en 1991, una extensa aprobación social a favor de la independencia.

En subsecuentes momentos, en Ucrania se fue desarrollando paulatinamente una democracia ampliamente politizada por el asunto de que tan cerca o lejos posicionarse con respecto a una Rusia emproblematizada con su fase postsoviética.

En este aspecto, no es posible obviar la polémica elección de 2004 entre el pro-ruso Viktor Yanukovych y el candidato de oposición Viktor Yushchenko, que desembocó en amplias sospechas de fraude ante el triunfo del primero y en las multitudinarias protestas naranjas. Tampoco es posible obviar los intentos del Parlamento ucraniano por adherir al país a la OTAN durante la primera década del siglo XXI, intento que se montó en otra tendencia geopolítica; la del expansionismo de la alianza militar occidental hacia el este europeo y el Báltico.

Estas fuerzas sociales que pugnaban por un distanciamiento de Rusia y por una occidentalización de Ucrania llegaron a un pico en 2014. Año de masivas protestas y de acciones parlamentarias contra el presidente Yanukovych, quién yendo en contra de un sentir social generalizado, aunque no total, canceló de tajo un acuerdo comercial con la Unión Europea, mismo que percibía como la puerta de entrada de Ucrania a ese bloque de comercial occidental.

Los determinantes geopolíticos no se dejaron esperar y como es sabido Rusia alentó a las fuerzas sociales pro rusas (que también son fuertes) en algunas partes de Ucrania, para consolidar la secesión de Crimea y su posterior anexión a Rusia.

Es decir la agresión militar de Rusia y Ucrania materializada el 23 de febrero de 2022 deben contextualizarse como el resultado de esta dialéctica nutrida por una nación con deseos de occidentalizarse y por el otro lado, una Rusia que se encuentra inconforme con la expansión institucional de occidente a través de la OTAN y de la Unión Europea, hacia lo que asume como su esfera exclusiva de seguridad e influencia, de la cual Ucrania es parte central.

Ante ello, la reacción geopolítica rusa, trastoca otro nivel de análisis. Aquel donde colisionan otras determinantes geopolíticas y las fuerzas sociales globalizadoras.

Con la decisión de Rusia de ocupar Donetsk y Lugansk y de agredir militarmente otras partes de Ucrania incluida puntos estratégicos cercanos a Kiev, trastoca también a la arquitectura normativa e institucional impulsada por EEUU después de 1945. A la cual, las grandes potencias, incluidas las no occidentales, mal que bien se habían ajustado.

En este aspecto, pienso que lo que el mundo presenció el 23 de febrero, fue la decisión clara y deliberada de Rusia de pasar por encima de las reglas de ese orden liberal internacional de posguerra, para cumplir sus objetivos particulares que, dicho sea de paso, apuntan a convertir a Ucrania en un estado vasallo.

Con respecto a este último punto, habrá que ver, qué tan rápido y de qué forma Putin logrará ese objetivo. ¿Será paulatino o veremos en los próximos días la caída forzada del gobierno ucraniano y la instauración de un gobierno títere proruso?

Lo que es un hecho es que los Estados Unidos como principal guardián de su orden internacional, no puede asumir los costos de involucrarse militarmente contra una potencia nuclear para proteger a Ucrania. Sin embargo, también sabe bien que su reacción no pude ser tan débil como para que otras potencias autoritarias con sus respectivos determinantes geopolíticos, perciban que es un buen momento para, por ejemplo, tomar el control de regiones democráticas rebeldes o de rutas marítimas comerciales fundamentales en el comercio mundial.

Es cierto que Estados Unidos se encuentra en una muy mala posición para salir a defender el orden liberal internacional con todos los complejísimos problemas internos que enfrenta y con una elección legislativa en puerta. Pero al mismo tiempo, son conscientes de que, si deciden desplegar una cruzada contra las reacciones de la geopolítica, recibiría un gran respaldo mundial de países y de fuerzas económicas trasnacionales que florecieron gracias a la estabilidad y apertura económica creada por la arquitectura liberal internacional.

Ese respaldo, también se extendería a sociedades enteras que a pesar de enfrentar día con día las contradicciones de un sistema capitalista inequitativo y contaminante, también han experimentado en carne propia el surgimiento de sociedades de consumo masivo, de libertades políticas y de clases medias en lugares donde no las había con anterioridad.

Es decir, el orden liberal estadounidense cuenta con diversos beneficiados dispuestos a defenderlo. Incluso, ese orden internacional ha sido campo fértil para el expansionismo capitalista de China, país sobre el cual habrá que poner mucha atención en los siguientes meses.