En vista de la catástrofe que representa para el mundo actual la guerra de agresión que Ucrania está sufriendo –y con ella, los valores de la democracia y de la cultura en Occidente-, en esta y en las siguientes colaboraciones haremos algunas valoraciones acerca de la situación militar de la guerra. Sé que esto no es muy agradable, pero nos ayudará a comprender mejor la situación actual del conflicto. Por eso estaremos haciendo estos comentarios durante las próximas semanas.
La invasión comenzó el 24 de Febrero; los rusos marcharon en cuatro ejes, el primero de los cuales los debía conducir a la capital de Ucrania, Kiev, que está solamente a 125 km de la frontera con Bielorrusia. El segundo eje tenía como objetivo tomar la ciudad de Járkov (Charkiw), el tercero conduciría a las tropas rusas a la conquista de todo el Dombas y del puerto de Mariupol, mientras que el cuarto, partiendo de Crimea, tenía como objetivo ocupar el sur de Ucrania y cortar la comunicación del país con el mar. Todos estos movimientos de tropas se acompañaron de ataques aéreos contra objetivos militares y civiles en casi todo el país; solamente el oeste de Ucrania quedó relativamente fuera del alcance de los ataques de la fuerza aérea rusa.
Por el momento –escribimos esto el 11 de Marzo por la mañana-, es claro que el ataque ruso ha tenido éxito en el avance desde el sur, pero no ha logrado aún tomar ninguna ciudad importante, con la excepción de Jersón. De la proyectada “guerra relámpago” no queda nada. Las fuerzas armadas rusas han fracasado terriblemente es sus objetivos originales: tomar Kiev en dos cuantos días, deponer o asesinar a Selensky e instaurar un gobierno títere, a modo para los intereses de Putin. De hecho, la campaña militar no fue planeada como “guerra”, sino como “operación militar especial”, con esos objetivos muy concretos, para conseguirse en menos de una semana. Por eso vimos que una de las primeras misiones fue la de tomar, con paracaidistas, el aeropuerto militar cercano a Kiev, pues desde allí se pensaba lanzar una operación de comando para capturar o asesinar a Selensky; los ucranianos defendieron el aeropuerto y rechazaron a los rusos; ahora el aeropuerto está inservible para ambas partes. Putin y sus generales subestimaron terriblemente la capacidad y la moral de las fuerzas armadas ucranianas y el coraje de su población civil. Este fracaso tanto en las labores de inteligencia como en la conducción de la campaña militar parece ser la razón de crecientes rumores en torno a que algunos generales y altos jefes de los servicios de inteligencia han sido despedidos por Putin o están bajo arresto domiciliario. Todo parece indicar que la desesperación y la frustración del tirano ruso están en niveles altísimos. De todas maneras, el empuje ruso desde el sur está teniendo éxito, aunque lentamente; en el norte es más evidente que los invasores están teniendo muchísimos problemas con la conducción de la guerra en tierra y en el aire.
A reserva de que más adelante analizaremos las causas de este fracaso militar ruso, hay que señalar que el hecho de no haber alcanzado el primordial objetivo de tomar Kiev en los primeros días del conflicto está haciendo que los rusos cambien de estrategia, volviendo a una práctica que su ejército tiene bien aprendida: una “guerra sucia”, es decir, está encaminando sus ataques a bombardear y destruir objetivos civiles y de infraestructura a distancia, sin tener ninguna consideración por las bajas en la población civil. Esto ya lo han practicado en Chechenia, en Georgia y en Siria, y lo seguirán haciendo los rusos en Ucrania en tanto las protestas en Occidente no se hagan demasiado fuertes; la desventaja de esta criminal práctica del ejército invasor es que, a diferencia de los casos de Siria y de Chechenia, que no se veían por los medios de comunicación occidentales, ahora sí todos hemos visto las crudas imágenes de hospitales, casas y edificios de departamentos destruidos; hemos visto los bombardeos que han matado a mujeres y niños, y habrá que esperar a ver la reacción de los países occidentales en caso de que esta práctica continúe y se recrudezca. Los rusos ni siquiera han mostrado interés en asegurar la instauración de corredores humanitarios para permitir el desalojo de ciudades. Evidentemente, a los militares rusos les interesa acentuar el sufrimiento de la población civil, para minar el deseo de resistencia de los ucranianos.
En caso de que las tropas rusas logren sitiar Kiev, el presidente Selensky deberá sopesar la opción de abandonar la capital y establecer su gobierno en una ciudad menos castigada, como Leópolis. Slensky debe aprovechar tres hechos: 1) es un presidente electo democráticamente; 2) su popularidad y arrastre han aumentado exponencialmente desde que comenzó la invasión; y, 3) en vista de la guerra emprendida por los rusos contra la población civil, es ya prácticamente imposible la instauración exitosa de un gobierno prorruso en Kiev, como más adelante analizaremos. Esto significa que, en tanto él viva y no se rinda, en el caso de que los rusos coloquen a un títere en el gobierno de Ucrania, Selensky será un constante dolor de cabeza para los invasores. Incluso muerto será una figura legendaria para su pueblo, que no les dará paz a los invasores. Eliminar a Selensky se ha convertido en una prioridad para los rusos, al grado de que está en el número uno de la lista de personas que deben ser ejecutadas en cuanto caigan en sus manos. Esto es muy curioso: en lugar de tener como prioridad lograr la supremacía aérea, han tratado de matar a Selensky. Es como empezar la comida por el postre. De hecho, se sabe que en estos últimos días ha habido tres intentos de matarlo; el tentado más reciente se supone que debían intentarlo unas tropas especiales chechenas, pero parece que fuentes internas de la mismísima FSB (el servicio de inteligencia ruso) filtraron la información, por lo que el golpe fracasó. Esto es quizá una señal de que no todos en el gobierno ruso están de acuerdo con las acciones de Putin.
Hagamos ahora una comparación de fuerzas. El ejército ucraniano no es precisamente muy pequeño, sino que es, por el contrario, relativamente numeroso, pues tiene alrededor de 135 000 hombres, mientras que el ejército invasor cuenta con unos 150 000 o 160 000. Además, los ucranianos tienen experiencia de combate debido a la campaña en el Dombas. Por si fuera poco, los ucranianos han intensificado su capacitación desde la pérdida de Crimea en 2014, recibiendo un excelente entrenamiento, al nivel de la OTAN, tanto de instructores estadounidenses como ingleses y de otras naciones de la alianza. De hecho, es fuerte el rumor de que tropas especiales estadounidenses están apoyando a los militares ucranianos con información y apoyo de diferente tipo.
Un detalle también importante: los militares ucranianos tienen, al parecer, un fuerte apoyo de la inteligencia occidental, pues desde Estados Unidos y Alemania llegan a manos de los oficiales ucranianos fotos satelitales en tiempo real que muestran el movimiento de las tropas rusas, por lo que es posible organizar emboscadas y golpes certeros en los lugares adecuados y en el momento justo. Tienen además acceso a conversaciones telefónicas de los enemigos (quienes, además, se comunican muchas veces con radiotransmisores portátiles o “walkie-talkies”, por increíble que parezca). Esto explica, por ejemplo, que ya hayan muerto más de 10 oficiales rusos de alto rango en dos semanas de guerra, incluidos dos generales, uno de los cuales fue eliminado por un francotirador. Los rusos, por el contrario, tienen problemas muy serios con sus sistemas de comunicación. Así, por ejemplo, “Era”, un sistema secreto de comunicación incorporado a las fuerzas armadas en 2021, funciona muy mal en Ucrania, según pudieron enterarse las agencias occidentales de inteligencia gracias a una conversación entre dos oficiales rusos y que fue intervenida hace unos días. La razón de las fallas: los mismos rusos destruyeron demasiadas antenas de comunicación para celulares, por lo que su propio sistema colapsó…
Así que, en resumen, el ejército ucraniano es más fuerte de lo que pensaron los rusos, por lo que es claro que los servicios de inteligencia de la potencia invasora no sirven o no quisieron darle información desagradable a Putin. Puede ser que lo hayan sabido, pero le dijeron, murmurándole al oído, solamente lo que este quería oír, para no hacerlo enojar. Por el contrario, la fuerza de los rusos en menor a la esperada. Yo creo, personalmente, que Rusia invirtió mucho dinero en lujos y poco en tecnología, además de que la corrupción en las fuerzas armadas desvió mucho dinero hacia otros bolsillos. Rusia es la gran perdedora de la globalización; lo único que tiene para vender son materias primas. Su sistema logístico de trasporte de tropas funciona muy bien en Rusia, pero fuera de sus fronteras es un desastre. No puede ser que se pierdan en las carreteras y caminos ucranianos y tengan que preguntar a personas que van pasando si van bien… A los ucranianos les ha bastado, en muchas ocasiones, quitar los señalamientos en las carreteras para provocar un caos en los convoyes de los invasores.
Hasta ahora, el ejército ucraniano ha hecho exactamente lo que debía hacer: al luchar contra el ejército de una potencia mundial, que es más numeroso y que tiene mucho equipo, no ha escogido el choque frontal sino una especie de guerra de guerrillas, una guerra de partisanos, con movimientos rápidos y flexibles, con grupos pequeños de soldados muy bien entrenados, con altísima moral de combate. Será, ciertamente, muy difícil derrotar al invasor, pero los ucranianos están logrando sostener la lucha y eso es suficiente por ahora. Lo están haciendo muy bien, además de que Selensky se ha posicionado como un excelente líder para su pueblo y para sus militares.
Es debido a este fracaso que estamos viendo una escalada en la violencia de la invasión, castigando de manera bruta a la población civil. La guerra moderna tiene como uno de sus principios el tratar de no golpear a los civiles, pero Rusia está practicando una guerra como las del pasado, sin consideración a mujeres, ancianos y niños; está empleando masivamente tanques, de los que ya hablaremos, Dios mediante, en nuestra siguiente colaboración, como si los tanques fueran invulnerables. Vladimir Putin, seguramente, no podrá ocupar Ucrania; quizá triunfe, pero no logrará ocupar todo el territorio. Estamos hablando de un país que tiene el doble del tamaño de Alemania. El ejército ruso ni siquiera es capaz de controlar el este de Ucrania, ya de por sí dominado por Rusia. Incluso allí, la población de habla rusa se ha mostrado mucho más hostil de lo esperado. Así, la ciudad de Odessa, con fuertes nexos culturales con Rusia, se apresta a resistir la ofensiva del invasor. Putin ha logrado poner en su contra a 40 millones de personas, que alimentarán, llegado el momento, a grupos de resistencia armada. Ese fue uno de los mayores errores de juicio de Putin: el subestimar a Ucrania, militar y cívicamente. En el occidente del país, la resistencia será aún más fuerte. Además, el país está destruido, por lo que es aún más difícil de ocupar. Debe haber un acuerdo de paz ahora.
Putin es una persona llena de rencores y con una particular idea de la historia; vive, en realidad, en épocas pasadas, que él cree que fueron gloriosas. El problema es que, con esta guerra, ha metido a todo el mundo de vuelta al pasado.