La “Operación militar especial” que el gobierno del tirano Vladimir Putin comenzó a fines de febrero invadiendo Ucrania estaba diseñada para terminar exitosamente en menos de una semana, como mis bien informados cuatro fieles y amables lectores saben. Ya han pasado más de tres meses de esto y ahora es más claro que nunca que Putin ha provocado que su propio país se encuentre en una terrible situación de debilidad militar y económica, independientemente del resultado final que pueda arrojar esta guerra. Con esto queremos decir que, aún si Rusia ganase en el campo de batalla y lograse hacerse de algunos territorios ucranianos, sería al precio de su debilidad militar y económica, que serán muy difíciles de superar en el mediano plazo.
Y es que a Putin le salió el tiro por la culata: si lo que decía que quería evitar era la expansión de la OTAN, ya logró lo contrario, pues ahora, países relativamente neutrales como Suecia y Finlandia se hayan decidido a solicitar su ingreso a la alianza atlántica, con una enorme mayoría de su población convencida de la necesidad de este paso que hace unos meses hubiese sonado a fantasía. La agresión artera a Ucrania sacudió la conciencia de estos países, que terminaron con su tradicional neutralidad. Así que el Mar Báltico pronto será un “mare nostrum” de la OTAN, colindando con el norte extremo de Rusia. No olvidemos que ambos países nórdicos, aunque pequeños en población, tienen fuerzas armadas altamente efectivas, muy modernas y con militares muy bien entrenados, por lo que la OTAN se fortalecerá con estas capacidades suecas y finlandesas. Falta ver cuál papel querrá jugar China, el único país fuerte que sigue apoyando, aunque sin mucho convencimiento, al tirano del Kremlin. A esto hay que agregar que la flota rusa del Mar Negro ha sufrido fuertes pérdidas y se encuentra bloqueada, además de que los lentos pero innegables avances rusos en territorio del este ucraniano se han tenido que saldar con pérdidas enormes. De hecho, el servicio de inteligencia militar de la Gran Bretaña ha afirmado que las pérdidas humanas de las fuerzas rusas en tres meses de guerra en Ucrania ya son tan elevadas como las que tuvo la Unión Soviética en 9 años de guerra en Afganistán. Esto hace cada vez más probable que la opinión pública en Rusia comience a cambiar y a rechazar la guerra de manera más abierta, a pesar de la paciencia, resistencia y desinformación de la población rusa, acostumbrada a vivir bajo condiciones nada democráticas.
A todo esto, hay que agregar las consecuencias para la economía rusa, que, como sabemos, está centrada en la exportación de materias primas. La venta de gas y petróleo al exterior ya no es garantía de ingresos permanentes y confiables, pues, a pesar de los altos precios, Rusia está perdiendo a sus clientes, decididos a ya no comprarle más a un país agresor y que ha declarado a las democracias occidentales como enemigas del pueblo ruso. Y para terminar de arruinar el panorama, la fuga de cerebros rusos hacia occidente es cada vez mayor, no sólo en las ramas de la economía y la técnica, sino también del arte: músicos, bailarines, científicos, diplomáticos, deportistas, ingenieros, técnicos, economistas, etc., en números cada vez más considerables, están abandonando Rusia, lo que traerá consecuencias muy negativas a corto, mediano y largo plazo. Es como si el país se desangrara intelectualmente.
En el plano militar, la guerra en Ucrania ha salido demasiado cara, pero Putin, como los tiranos de su especie, no puede aceptar que se ha equivocado y opta por aumentar la apuesta. Las enormes pérdidas humanas (que deben rondar arriba de 20 000 soldados rusos caídos) parece que le tienen sin cuidado. Por eso no es ningún problema para él provocar el asesinato de civiles ucranianos, cuyo número se estima en más de 4 000 hasta estos días.
Putin, debido a la desafortunada estrategia de sus fuerzas militares, ha debido reducir mucho sus metas originales en suelo ucraniano. Los jefes militares rusos han entendido, al fin, que no pueden ganar una guerra con frentes muy amplios de batalla, por lo que han decidido concentrar sus fuerzas en las regiones de Sjewjerodenezk y Lyssytschansk. De hecho, las regiones urbanas en torno a las grandes ciudades son los únicos territorios en la región de Luhansk que permanecen en manos de las tropas ucranianas. Se calcula que alrededor de un 90% o 95% de esta región ya está en manos rusas, que cuentan con la ayuda de los separatistas. Sin embargo, a pesar de estos lentos pero continuos avances rusos, las tropas invasoras están muy lejos de sus metas iniciales, que, hay que decirlo, nunca se explicaron detalladamente, para poder tener un poco más de margen de maniobra. No obstante, se habló de la conquista de las regiones de Donezk y de Luhansk, así como de un cinturón desde Charkiw hasta Odessa; también se habló de “desnazificar” y desmilitarizar a Ucrania, lo cual no era otra cosa que derrocar al gobierno en Kiev.
Por eso se explica el ataque directo de los invasores a la capital, pero nadie en el Kremlin contó con la decidida resistencia de los ucranianos. De hecho, los expertos militares rusos hablaban de que la capital ucraniana caería en el lapso de dos a cuatro días. Esto nunca ocurrió, por lo que los rusos tuvieron que retirarse de Kiev y dirigirse al este del país. La única capital regional que ha caído en manos rusas ha sido Cherson, en tanto que la toma y destrucción total de Mariupol es, hasta ahora, el mayor éxito militar ruso en esta guerra. Putin, ahora, tendrá que reconstruir toda la ciudad, que tonta y criminalmente fue reducida a escombros por sus tropas.
¿Cuáles son los principales errores militares de las fuerzas invasoras rusas hasta el momento? En primer lugar, la dirigencia rusa pensó que sus tropas conquistarían en pocos días a un país muy grande como lo es Ucrania, y que la población las recibiría en medio de vítores y cánticos. Los rusos se imaginaron a sí mismos como López Obrador entrando a Macuspana. Y ocurrió lo contrario: las fuerzas armadas y la población de Ucrania han defendido a su país con todas sus fuerzas y con toda convicción, de tal manera que han podido no solamente repeler los ataques rusos, sino inclusive, de manera local y muy focalizada, pasar a la contraofensiva. El segundo error fue que no consideraron el tamaño del país, que requiere de muchísimas fuerzas militares no solamente para conquistarlo, sino para ocuparlo. Ucrania es más grande que Alemania y más grande que Francia. El tercer error, sumamente grave también, es que las tropas rusas descuidaron su logística: un ejército no necesita nada más transportar a los soldados al frente, sino que necesita alimentarlos, darles alojamiento y alimentos, municiones, atención médica, refacciones y combustible para los vehículos, etc. El cuarto error fue pensar que sería fácil tomar una ciudad del tamaño de Kiev, no sólo por la extensión que ocupa, sino por sus características físicas. En ese intento fallido perdieron los rusos tiempo, muchos soldados, ánimo y muchísimo material bélico.
Es cierto que Rusia tiene mayor poder de fuego, pero los ucranianos han demostrado que tienen mayor precisión en el ataque y una mejor perspectiva de lo que ocurre en el campo de batalla. Lo importante para Kiev es detener el avance ruso en el este; esta sería una victoria estratégica muy considerable para las tropas defensoras, sobre todo tomando en cuenta dos factores: por un lado, los rusos tienen mayores reservas de material, pero les están faltando los soldados. Podrían cubrir este déficit llamando a una movilización general, pero eso saldría políticamente contraproducente, pues sería tanto como reconocer ante la propia población que las cosas no van bien, que ya no es una operación especial sino una guerra en serio y que requieren de los reservistas para mandarlos al frente, y eso no va a gustar mucho. Los ucranianos, por su parte, necesitan urgentemente más armas pesadas para detener el avance ruso, pero ante la superioridad material del enemigo, es difícil pensar que puedan lograr un cambio en la tendencia de la guerra. El Kremlin está decidido a seguir con esta aventura, aunque siga perdiendo alrededor de 100 soldados al día.
Lo que parece más probable es que esta guerra se estanque y se convierta en una campaña de desgaste, que pueda durar aún hasta finales de este año. Probablemente deberá Ucrania aceptar que tendrá que perder territorios, y Putin tendrá que aceptar que no podrá comerse el bocado completo (toda Ucrania), sino solamente unos pedacitos del este ucraniano. Sólo si ambos bandos están dispuestos a ceder en algunos aspectos y tienen de alguna manera la sensación de haber ganado algo (o de no haber perdido mucho) es que esta guerra criminal podrá terminar. Lo que será imposible de reparar serán las innumerables vidas perdidas; lo que será muy difícil de reparar será la confianza en Rusia, con o sin Putin.
Por todo lo anterior, estoy convencido de que Rusia puede acabar convirtiéndose en una especie de “Corea del Norte en formato ampliado” o “Corea del Norte en grandote”: un país débil en lo económico, aislado del mundo, en quien nadie confía, gobernado por un tirano y su pandilla, sin libertades democráticas, con una población oprimida y pobre, con un gobierno que no respeta nada, ni a sus propios habitantes, pero dueño de un arsenal atómico con el que pueda pasarse toda la vida extorsionando y amenazando al Occidente.