En vista de los acontecimientos sucedidos en los últimos días en torno a la infame invasión rusa en Ucrania, creo contar con la venia de mis cuatro fieles y amables lectores para emprender un breve análisis de lo que está ocurriendo tanto en el campo de batalla como en la escena política rusa. Recordemos que, ante el empuje de las fuerzas ucranias en los primeros días de este mes, el ejército ruso tuvo que replegarse, dejando en el terreno una enorme cantidad de material de guerra y de soldados muertos o heridos. Esta es la segunda gran derrota que tiene que soportar el ejército invasor, después del fracasado asedio a Kiev. Las consecuencias para el tirano ruso se ven en dos medidas paralelas: llamar a una movilización parcial de los reservistas (300 000 hombres) y convocar a un referéndum en los territorios ilegalmente ocupados por Rusia en Ucrania para justificar su adhesión a la Federación Rusa, es decir, una consulta tipo “4T” pero en ruso, puesto que ya todos adivinamos el resultado. Así que ahora empezaremos por analizar la situación en el campo de batalla.
Para comenzar, diremos que estamos entrando a una nueva fase en esta guerra (la primera fue la campaña fracasada para tomar Kiev, la segunda fue la campaña del Dombas, y la tercera es la recuperación, por parte de Ucrania, de extensos territorios en el este del país entre el 9 y el 15 de Septiembre). Esta nueva fase se caracteriza por un fenómeno que puede marcar los siguientes meses de combate: la iniciativa militar pasa a manos ucranianas, volviéndose cada vez más improbable que regrese del lado ruso. Militarmente, vemos que los rusos han perdido en esta apresurada retirada (que en algunos lugares fue más bien una desordenada huida) una ingente cantidad de material de guerra, además de que un gran sector del frente se encuentra en franca disolución, por lo que los rusos están tratando desesperadamente de estabilizarlo, para evitar que el ejército de Ucrania siga avanzando.
Lo que la invasión a Ucrania hasta ahora nos ha enseñado, es que en Occidente se sobrevaloró la capacidad de las fuerzas armadas rusas. Ciertamente, cuando se trata de campañas militares más cortas, de corta duración y contra enemigos no muy bien preparados (como ocurrió en Georgia, en Chechenia o en Kazajstán), todo transcurre según lo planeado; pero en cuanto las fuerzas armadas rusas tienen que diseñar una campaña militar compleja y enfrentarse a un ejército profesional, muy bien dirigido y altamente motivado, como ahora ocurre en Ucrania, todo se desmorona. Estamos viendo el déficit ruso en aspectos logísticos y operacionales, las grandes dificultades que tienen para emplear de manera combinada a las fuerzas armadas y las grandes fallas que una estructura jerárquica inflexible y antigua tiene para enfrentarse a un adversario más pequeño en número, pero con una alta moral de combate y poseedor de una excelente capacitación en el manejo de armamento más moderno y preciso.
Veamos unos cuantos números, para ilustrar esto: antes de la guerra, Rusia tenía, en su región occidental, unos 2 700 tanques blindados listos para entrar en acción. Hasta anteayer, se calcula que ya habían perdido unos 1 155, ya sea porque han sido destruidos o porque los ucranianos se han apoderado de ellos. Esto da un promedio de 5.5 tanques perdidos diariamente, en 208 días de guerra. Si seguimos a este ritmo, y suponiendo que la guerra dure unos 280 días más, Rusia ya no tendrá ni un solo carro de combate disponible en su región occidental. Esto nos puede dar una idea de las dimensiones numéricas del ejército ruso, pues, si comparamos, veremos que Francia, otra potencia militar, posee 400 tanques de combate; pero ni siquiera un ejército tan numeroso como el ruso puede permitirse una cuota tan elevada de pérdida de material. La pérdida de soldados, en la doctrina militar rusa, nunca se ha visto como una desventaja, como ya hemos visto en esta misma columna en colaboraciones pasadas, pues las reservas humanas de ese país son también enormes y las vidas humanas cuentan como algo que se puede substituir rápidamente. Por el contrario, en la doctrina de la OTAN, lo primero que hay que proteger es la vida de los soldados.
Todo esto nos muestra, una vez más, lo importante que es seguir apoyando a Ucrania con armamento y con capacitación. Ya lo dijo hace unos días el mismo papa Francisco: es inmoral apoyar a alguien con armamento si la motivación es hacer negocio o desprenderse de material antiguo, pero es moralmente correcto hacerlo si se trata de apoyar a alguien que se está defendiendo de una agresión injusta, y la invasión rusa lo es totalmente. Paradójicamente, los rusos se han convertido en grandes donadores de armamento al ejército ucranio, debido a la enorme cantidad de material de guerra (se calcula que al menos 50 tanques y muchísimas municiones de todo tipo) que dejaron abandonado en su apresurada huida de hace unos días. De gran ayuda para el ejército ucraniano han sido los sistemas de artillería occidentales, con los que han logrado reducir la enorme superioridad rusa en este rubro: se calcula que, en algunos lugares y hasta antes de Septiembre, si los ucranianos disparaban 8 veces, los rusos contestaban con 48 disparos. La artillería occidental (estadounidense, inglesa, alemana y francesa, fundamentalmente) permitió a las fuerzas defensoras alcanzar blancos detrás del frente de batalla: depósitos rusos de combustible, de municiones y de armamento, centros de mando, líneas de ferrocarril, etc., por lo que pudieron emprender la ofensiva con mayores ventajas. Los sistemas occidentales no solamente son importantes en su número, sino también, particularmente, por su precisión, mejor que la artillería rusa.
Sin embargo, hay elementos que desconocemos: por ejemplo, es muy difícil calcular cuánto material antiguo (soviético) se encuentra aún en los enormes almacenes de las fuerzas armadas rusas, ni en qué condiciones está. Muchos expertos consideran que Rusia está emprendiendo esta guerra desde sus reservas tanto materiales como humanas; ya aquí hemos dicho que el ejército ruso es una fuerza autárquica, por lo que las sanciones económicas de los países occidentales han tardado más en provocar efectos adversos en el aparato militar (al parecer, ya empiezan a hacerse visibles). Lo que sí se puede ver con claridad, a partir de la información proporcionada por los satélites occidentales, es la frecuencia de fuego en la región del Dombas, es decir, con qué frecuencia los rusos disparan y qué tan ruidoso o qué tan tranquilo está el frente de batalla. Desde principios de Septiembre, esta región es cada vez más silenciosa, en lo que respecta a la acción de la artillería rusa; esto significa que los invasores cada vez disparan menos, lo que quiere decir que sus reservas de municiones se están agotando. La duda, por lo tanto, es: ¿podrá la industria militar rusa seguir produciendo lo suficiente para proveer a sus tropas de las municiones necesarias?
Esto explica la búsqueda que ha emprendido el gobierno ruso entre los gobiernos de países amigos (todos ellos, a excepción de India, caracterizados por ser regímenes no democráticos) para obtener apoyo militar: en Corea del Norte, buscando municiones; en Irán, vehículos aéreos no tripulados (“drones”), que ya han sido entregados en un número desconocido, algunos ya han sido derribados en Ucrania; en China buscan lo que sea, literalmente. Sin embargo, aunque goce del apoyo moral chino, y aunque los chinos estén felices recibiendo energía barata desde Rusia, no creo que se animen a ayudar militarmente a un ejército que, literalmente, está batiéndose en retirada. Si algo detiene a las fuerzas ucranias es la falta de más material (transportes blindados de tropas, por ejemplo) que deberían recibir de Occidente, particularmente de Alemania, cuyo gobierno está más desorientado y dubitativo que nunca, ante la desesperación de sus aliados, que han apoyado de manera más decidida a Ucrania.
Veamos dos puntos más: las sanciones económicas y la movilización parcial de reservistas. En lo que atañe a las sanciones, la propaganda oficial rusa dice que no han afectado a la economía de los habitantes de ese enorme país, ni a las finanzas públicas. Pero si revisamos datos de la realidad cotidiana, veremos que las cosas no cuadran con la propaganda: cada vez más aviones de transporte civil se deben quedar en tierra por falta de refacciones, pues el 95% de los aviones rusos provienen de occidente; la industria militar más sofisticada se detiene por falta de insumos occidentales, los precios en los supermercados suben constantemente, las pérdidas de la banca rusa son ya enormes (unos 25 mil millones de dólares) y las exportaciones rusas colapsan por falta de componentes importados. Además, si es que las sanciones en verdad no han dañado a Rusia, ¿por qué exigir que los países occidentales las suspendan, amenazándolos con dejarlos sin gas y petróleo?
Y en cuanto a la movilización parcial de los reservistas: Rusia dispone, oficialmente de dos millones de reservistas. El desastre militar de la campaña en Ucrania ha endurecido al sector radical ruso, que ejerce presión sobre Putin. Por eso esta movilización parcial. Sin embargo, hemos visto que la sociedad rusa empieza a manifestar su oposición ante esta medida que afecta directamente a las familias, pues el papá, el hermano, el hijo, el esposo, alguno de ellos tendrá que dejar su trabajo y su hogar para marchar al frente, a servir literalmente de carne de cañón, pues irán mal equipados, desmotivados, a enfrentarse a un ejército profesional que defiende con energía su libertad. Una parte de este problema es la del personal: ¿de dónde saldrán los 300 000 reservistas? Asumimos, como ya se está viendo, que de las regiones más pobres del país: del oriente, de las regiones fronterizas con Mongolia y China, de Siberia, pero en el occidente del país la resistencia es muy fuerte y las filas para abandonar Rusia por las fronteras con Finlandia y con Georgia son interminables. Segundo problema, más complicado: el logístico. ¿Cómo transportar a estas personas a las unidades de adiestramiento? ¿Dónde alojarlas? Recordemos que, debido a las reformas en materia militar puestas en marcha desde el 2008, el ejército tiene menos instalaciones que antes, así que a ver en dónde van a poder dar alojamiento, alimentos, capacitación y adiestramiento a estas personas, por no hablar del equipamiento que requieren y que está cada vez más escaso. 300 000 soldados son más de los que Rusia envió a Ucrania en Febrero (unos 180 000). ¿Y de dónde traerán al personal que lleve a cabo el adiestramiento, si están muchos de ellos en Ucrania, en el frente?
Podemos preguntarnos cómo empleará Putin a estos soldados de la reserva. Hay tres opciones: la primera es, lógicamente, para substituir a los caídos, a los heridos y a los desertores; la segunda, para rotar a los soldados que llevan ya casi siete meses en el frente, sin haber podido ir a casa; y la tercera es que Rusia mande al frente de batalla a unidades ya formadas y adiestradas, que están ahora estacionadas en las fronteras con China o en el Báltico, para substituirlas con los reservistas movilizados, es decir, estos no irían a Ucrania, sino a las fronteras menos problemáticas. Logísticamente esto sería más complicado, pero no es improbable.
Sin embargo, no podemos celebrar los avances del ejército ucranio sin pensar en el referéndum a todas luces ilegal e ilegítimo que se está ya celebrando en estos momentos en los territorios ocupados por Rusia en Ucrania: el resultado previsible será que los habitantes piden a gritos su anexión a la Federación Rusa. Esto le permitirá a Putin tomar cada ofensiva ucraniana para recuperar esas regiones como un ataque directo al territorio ruso, lo que justificará, en su mente enfermiza y criminal, responder con un escalamiento en la guerra, que se refleje, por ejemplo, en una movilización general, en una declaración formal de guerra a Ucrania y en el empleo cada vez más probable de armas atómicas tácticas. No hay nada peor que un loco desesperado. Putin se debilita militar y políticamente, y eso lo vuelve más peligroso.