Nunca he sido fanática del cine de terror y no suelo emocionarme por estrenos como Eso, El conjuro o Annabelle, pero de un tiempo a esta parte, he descubierto algunas películas de este género que proponen algo distinto de lo que normalmente podemos ver en estas temáticas y de eso vamos a hablar esta vez.

No fue sino hasta hace poco, cuando me sorprendí a mí misma buscando en cartelera la nueva película de Suspiria, que me di cuenta de que, los estrenos que últimamente me emocionaban, eran de este género, pero no fue siempre así. Hace aproximadamente dos años, me intrigó ir al cine a ver Get Out, la primera película de Jordan Peele, en la que plantea la historia de un joven afroamericano, cuya novia blanca lo invita a conocer por fin a su familia y, cuando ambos llegan a la casa de sus suegros, él empieza a notar algo muy extraño en ellos.

El argumento ya de por sí es llamativo, pero lo que pudo haber sido una simple historia de suspenso/terror, en realidad tenía un discurso social de fondo, en el que se habla del rechazo a las minorías, pero a la vez, las ventajas que estas aportan a los privilegiados desde épocas remotas. No existen sonidos sórdidos ni figuras grotescas, pues todo lo que vemos y escuchamos está pensado para tener un peso en la narrativa.

Además, y por si fuera poco, el guion que también escribió Peele logra una cosa extraordinaria —por la que supongo ganó el Oscar a Mejor guion original y estuvo nominada a Mejor película (algo rarísimo en este género que no suele ser tomado en serio) — la de jugar, de manera magistral, con otro que pareciera imposible de encajar aquí: la comedia, pues mientras por un lado vemos miradas extrañas y comportamientos fuera de lo normal, por el otro vemos a un personaje que con su simple personalidad le imprime un humor genuino, oportuno e inteligente a la cinta.

Mi segundo flechazo con este género fue Déjame entrar, la primera versión de origen sueco que se hizo del libro, en la que vemos la naturaleza de los vampiros, la frialdad, no solo del ambiente en el que se sitúa la historia, sino de las situaciones en las que se ven los personajes y recursos bien utilizados para mostrar solo lo necesario en escenas “violentas”. Aquí no hacen falta efectos especiales, maquillajes exagerados ni música que nos obligue a entrar en la atmosfera de terror, porque es suficiente con lo poco que nos muestran.

Finalmente y para hablar de algo un poco más reciente, está el remake de Suspiria. La primera versión es muy simple y se hizo en 1977; contaba la historia de una chica que llega a una academia de baile en la que desaparecen algunas alumnas y se generan rumores sobre lo que pudo haber pasado, en ella Dario Argento, el director, sentó las bases para muchas producciones posteriores del cine de terror, pues muestra escenarios bellísimos a la vista pero tenebrosos a la vez, por los colores neón y las sombras que siempre acompañan los espacios.

En la versión este año de Luca Guadagnino, vemos una historia que comparte el argumento con la anterior pero la sitúa en la época del muro de Berlín, se aleja del estilo estético, responde las preguntas que planteó Argento y le da la posibilidad de una secuela. Es de las mejores que he visto en lo que va del año.

Ahora espero con ansias ver Nosotros, lo nuevo de Jordan Peele, que afortunadamente ya está en el cine, y también Midsommar, que llegará por ahí de agosto y me muero de ganas de ver, porque al parecer es una historia de terror que ocurre a plena luz del día, en escenarios blancos, casi angelicales. Habrá que esperar un poco, pero ya les contaré después.