Esta película recién estrenada en México es una comedia negra dirigida por Riley Stearns que está dando mucho de qué hablar. 

Narra la historia de Casey un retraído y solitario oficinista quien, tras ser atacado por un grupo de motociclistas una noche, al salir por la comida de su pequeño perro salchicha; toma la decisión de inscribirse a una escuela de karate, la cual lo ayuda con su autoestima y lo emociona al punto que no puede dejar de pensar en eso y usar su uniforme y su cinta todo el tiempo. 

Desde el inicio su estética, con tonos cafés opacos, nos ayuda a generar empatía y sumergirnos en el estilo de vida de este personaje tan particular.

Todo mantiene un tono ligero hasta este punto, sin embargo cuando Sensei, el profesor de Casey, lo invita a formar parte de las clases nocturnas, la película gira drásticamente a un lado oscuro, lleno de violencia y chantajes que poco a poco comienzan a absorber a Casey, encarnado adecuadamente por Jesse Eisenberg, pues resulta un conglomerado de los personajes hechos tanto en La red social, Zombieland y Los ilusionistas.

Quizá el principal problema (y también el principal acierto) de este filme radica en que no logra decidirse por un solo género, sino que va de aquí para allá pero su tono cómico asemeja mucho al manejado por Wes Anderson en El gran hotel Budapest, haciendo uso de ironías, sarcasmos pero también equilibrándolo con comedia blanca y física.

El filme parece un buen pretexto para hablar sobre la soledad moderna, la violencia y la hipermasculinidad tóxica y misoginia, que aunque en menor medida, sigue presente en estos días y aún más presente en los personajes que llevan su trama, particularmente en Sensei, quien echa mano de ser el maestro de Casey para redirigir su vida de todo a todo, en el camino que el mejor describe como “el macho alfa”

Sin más por el momento, búscala en tu cine más cercano, pues sin duda su humor te sumergirá en lo más profundo de su trama.