El arte, en cualquier forma, existe desde el principio de los tiempos; el arte existe incluso antes de que el ser humano dijera que lo era. Tiene su punto de partida en los paisajes que la naturaleza nos regala todos los días de nuestras vidas, y no solo hablo de atardeceres, sino que también incluyo el canto de los pájaros, el ruido de las hojas cuando el viento sopla, el sonido del mar o incluso el de la lluvia y los relámpagos.
Después, viene todo aquel arte artificial, aquel hecho por el ser humano. Incluye a la pintura, la escultura, la música, la literatura, la arquitectura, la danza, etc. Y cada una de estas corrientes del arte tiene una forma de ejecución distinta, sin embargo, todas tienen el mismo fin: la catarsis. Cualquier buena obra de arte te provocará catarsis, te hará sentirse inmerso en lo que vivas y presencies, te enganchará y te identificarás con ella.
Ahora, hay personas que contemplan el arte y hay personas que crean el arte; yo soy ambas. Amo ver y analizar pinturas, esculturas o edificaciones, (también las obras literarias) conocer a sus autores, sus historias, las corrientes que reflejan y el contexto en el que vivían para así construir una visión completa de qué es lo que quieren decir. Por otro lado, no me siento experta, pero de todas formas creo arte corporal y auditivo, es decir, solo bailo, no produzco música ni escribo canciones, pero un bailarín tiene la capacidad de conocer y resaltar sonidos de canciones o podcasts que el espectador no puede percibir fácilmente.
Entonces, específicamente cuando bailo, me concentro en mí y en lo que siento, lo que quiero dar a entender y en disfrutar. Un artista de esta índole ya sea bailarín o cantante no se preocupa realmente en otra persona que no sea ella y sus sentimientos, pues no se está pensando en la historia de alguien más o en si le está gustando al público o no, o cuántas críticas está recibiendo. Realmente cuando se está arriba de un escenario tú arte y tú se vuelven uno solo y no existe otra cosa en el mundo.
Por: Nelson Gómes
RIGUROSA CON LA SALUD
Por: Paco Rubín
(Paco Rubín)
Funambulista.
Pero el corazón le pesó tanto por querer tanto a una mujer que le cambió la vida tanto.
Y mientras tanto, perdió el equilibrio.
Y no importó.
Porque la caída fue a sus brazos.
Vive
bajo cien tejas oscuras de cien años, bajo un árbol paraíso, donde se mecen, tal como en el tiempo los vientos, el sereno; a flor de tierra, flor de madrugada, mi abuela Magdalena.
Amanece en su casa a las primeras palpitaciones de la luz. Sonoras se vuelven de tan diáfanas, las almas de las cosas que en ese instante trovan la mañana llovida, su joroba de estática existencia.
Y la casa de mi abuela Magdalena, entonces, el fogón, ara piadosa de no ostentosa leña, cortejada por hacha alguna, mas de varas, breñas, barañas maduradas en la rama.
El maíz vuelto fruta, blanco atole de bolita, la toquere, las gordas, la tortilla, tiempo que se extiende, buen hijo, entre las manos, canción de siglos y eco de sí mismo; la tortilla se extiende de cocina en cocina, ovación intermitente que no apaga en el fuego su blancura, multiplicación de no prohibida fruta.
En su casa, en su tronco montada, la tinaja, foco de agua atrayendo las abejas sonámbulas, sedientas del néctar rezumado del barro enverdecido de musgo; las abejas prófugas del enjambre, de la campana incandescente de Mama María.
Su casa en la infancia aletargada.
Humilde arroyo, humildes piedras hubo, lo recuerdo. Olía a charamascas nuevas, alimento de otras charamascas instantáneas también; a adelfas pálidas. Olía a tiempos de aguas.
Peregrinas frutas de coyoles y de nanches, de mangos y de ilamas retoñan, huelen, cantan, como balsas, en su dulce cabeza, camelina enorme, sin espinas, blanca.
En sus manos prosigue su camino un arriero, los pies no derrotados, que recorre estas líneas palmo a palmo, veredeando también las de mi mano; no detiene su marcha, no descansa, no se vuelve. Por mis caminos anda. Silbando.
La Sierra, abrupta flor, se anega en luz en su mirada. ¡La mirada —remanso iridiscente, simulado reposo de las aguas nunca quietas— de mi abuela Magdalena!
Publicación a cargo de la Lic. Yolanda Jaimes Vidal, Coordinadora de Comunicación InternaGrecia Juárez Ojeda, DirectoraCristhian Adal García Hernández, Subdirector, Jefe de InformaciónJesús Del Pozo Sotomayor, Jefe de FotografíaEric Contreras Santos, Jefe de Fotografía DeportivaArlette Sánchez Santos, Editora
ReporterosDafne Ixchel Agüero Medina, Jefa de Sección/CulturaGibsy Sagrario Gonzalez Garcia, Reportera de Proyectos de Impacto Social
OpiniónGrecia Juárez Ojeda, ColaboradoraCarolina Méndez, ColaboradorItzel Reyes Camargo, ColaboradoraRoberto Carlos Pérez Hernández, ColaboradorCristhian Adal García Hernández, ColaboradorJesús Del Pozo Sotomayor, ColaboradorRocio García González, ColaboradoraDiego Efrén Torres Fernández, Colaborador
Diseño y Edición GráficaMa. Fernanda Bretón Vega, CoordinadoraMayra Renne Beltrán Garay, Jefa de DiseñoAmanda Jimenez Cardenas, Jefa de DiseñoMaria Teresa de Jesus Guendulain, Jefa de DiseñoAzalea Hernandez Morales, DiseñadorAzalea Hernandez Morales, Maria Jose Guitierrez Arcega, Miguel Lopez Rosete, Aldo Arturo Gonzalez Ávalos, Rose Mary Susana Figaredo Ilustradores
Esta página puede ser reproducida con fines no lucrativos, siempre y cuando no se mutile, se cite la fuente completa y su dirección electrónica, de otra forma, requiere permiso previo por escrito de la Institución. Términos legales.
Sitio web administrado por: Dirección de Relaciones Públicas y Comunicación.
2024 Derechos ReservadosUniversidad Popular Autónoma del Estado de Puebla A.C. (UPAEP)