Por: Juan Pablo Aranda*Vivimos en una época oscura. La violencia ha vuelto con una fuerza no vista en décadas, alojándose permanentemente en los titulares: la muerte se ha vuelto estadística, una constante en la vida, un recordatorio de nuestra fragilidad. Recuperar el rostro de las víctimas, darles visibilidad, es difícil cuando su número llena páginas, multiplica carpetas, satura discursos. Pero la muerte es sólo la última parada. El camino está saturado de formas “menores” de violencia: hostigamiento, bullying, acoso y ciberacoso, humillación, discriminación—por como te ves, por la geometría arbitraria de tu cuerpo; por como vistes, ríes y por la forma única en la que te relacionas contigo; por como vives, a quien le rezas o has dejado de rezar; por haber dicho sí y luego no, no y luego sí, siempre no, o siempre sí; por tratar de pensar, por romper paradigmas, por querer progreso o anhelar regresos. Violencia instalada como mediadora de las relaciones humanas, moneda de cambio, sine qua non de cualquier intercambio. La misma violencia ignorada por quienes ostentan el poder, que olvidan que su poder es representativo, condicional, contingente a la voluntad de un poder más originario que su capricho.Pequemos de obviedad: la crisis no es técnica, sino moral, no se resuelve apelando a medios, sino desempolvando fines que el individualismo monádico dio por muertos mientras bailaba alrededor de la pira sacrificial donde se inmoló a la persona, la responsabilidad y el sentido común. Lo obvio vuelto sintomático: el nulo sentido común se corresponde con la erosión de los hilos que unen a las personas, a las familias, a los grupos, conformando una comunidad. **En las últimas semanas hemos presenciado tanto el recrudecimiento de la barbárica violencia contra civiles como un despertar cívico. Nos mataron a dos, a uno más de una institución hermana, y a otro más que sólo trabajaba. Unos años atrás, nos mataron a Mara. Cada día, la cuenta de agresiones engrosa listas; millones de víctimas, la aplastante mayoría, no ven sus historias en los medios, resignándose a llevar sus heridas ocultas, a veces por pena, a veces por rabia, a veces por una costumbre que nunca debió ser. Sin embargo, siempre es posible encontrar luces en medio del horror. Los estudiantes levantaron la voz, oponiéndose, demandando, exigiendo seguridad a un gobierno omiso. Siguieron las mujeres, desplegando una inteligencia simbólica no vista hace mucho: su ejercicio de mostración/ocultamiento, la estrategia visibilidad/invisibilidad dio al blanco, recordando a todos que las mujeres están y no están todavía, no de pleno derecho, no en pie de igualdad.La creatividad y el cambio emergen como posibilidades en un momento de crisis. Los tiempos normales son conservadores; la crisis ebulle, exigiendo algo: el exceso y la regeneración, la destrucción y la construcción, aparecen en la crisis como resultados igualmente probables. La moneda echada al aire. Maquiavelo interviene: a la diosa Fortuna, a la imprevisibilidad humana, le corresponde la mitad del control sobre la realidad, a nosotros el resto. *** Desde su formación, nuestra universidad ha apostado por la persona humana y su dignidad. No por el individuo aislado, por la teoría del derrame producido por la agregación de egoísmos particulares, sino por la idea de que mi “yo” nace original e irremediablemente incompleto, de forma tal que sólo en el otro puedo encontrarme. El personalismo cristiano que la UPAEP abraza reconoce en la persona tres estructuras fundamentales: todos somos ser-para, ser-desde, y ser-con. Esto es, la estructura antropológica se caracteriza por la responsabilidad, la dependencia y la solidaridad. Nacimos dependiendo, embarcándonos en un largo proceso de formación que busca hacernos responsables de algunos y solidarios con todos. La persona en el centro. O mejor: la persona golpeada, humillada, acechada, vulnerada en su intimidad, la persona sola que sufre en silencio—en suma: el pobre bíblico, el descartado. Frente al fenómeno de la violencia que ataca las aulas, los pasillos, los sanitarios, las comunidades virtuales de la universidad, la UPAEP se apresta a la defensa de la persona y su dignidad. El Protocolo para la Prevención, Atención y Sanción del Hostigamiento y Violencia Sexual (disponible aquí: https://upaep.mx/images/eventos/2020/sistemadeintegridad/protocolo_acoso.pdf) es una de las piezas del rompecabezas del más amplio sistema de contención de la violencia y promoción de la dignidad de la persona humana de la UPAEP. Pieza central, angular quizá, en tanto que se pone al servicio del más desprotegido, de la víctima, del sufriente. Permíteme presentarte el protocolo, mencionando tres grandes aciertos del instrumento, esperando sirvan para despertar tu curiosidad por leer el documento: Uno. El protocolo se inserta dentro de una cultura de prevención. El protocolo forma parte del Sistema de Integridad UPAEP, el cual busca generar mecanismos prácticos, estrategias aplicadas en la vida diaria de la comunidad universitaria, que promuevan la dignidad de la persona humana, sus derechos y obligaciones para con los demás, en aras de construir una universidad más amable, más tolerante, más inclusiva, más humana. El sistema incorpora capacitación, seminarios, cursos y talleres para educar a profesores y administrativos, así como a estudiantes, en materia de humanismo cristiano, dignidad de la persona y ética social. Dos. El protocolo privilegia la cultura de la denuncia. Entre las sombras que presenciamos hoy se encuentra la trágica emergencia de la opinión pública como lugar de enjuiciamiento. Muchos han visto su buen nombre y dignidad pisoteados por el juicio sumario, sin evidencia ni debido proceso, de la opinión pública. Contra los linchamientos mediáticos, la UPAEP apuesta por la cultura de la denuncia. Denunciar—aun en un país enfermo de impunidad y corrupción—es el camino hacia el Estado de derecho. Sin denuncia, sin evidencia, sin un procedimiento adecuado, seguiremos victimizando inocentes. La UPAEP apuesta por defender a todas y a todos, pues sólo así nuestra comunidad podrá florecer. El protocolo establece, así, un procedimiento claro para no sólo dar trámite a denuncias, sino para acompañar a las víctimas, ofreciéndoles atención psicológica, orientación legal, y otros recursos que puedan necesitar. Tres. El protocolo establece sanciones. A la demanda sólo puede corresponderle un catálogo de sanciones. La UPAEP quiere los mejores estudiantes, los mejores profesores, los mejores administrativos. Para ello, es necesario poseer controles para asegurarse de que quienquiera que vulnere los principios de la universidad reciba la sanción correspondiente y proporcional a la gravedad de su falta. Estas sanciones van desde la separación del cargo, en casos graves, hasta la obligación de asistir a cursos específicos para corregir actitudes que atenten contra otras y otros.La violencia es una enfermedad social. No un tema “de las mujeres”, sino algo que nos compete a todos: padres y madres, hijos e hijas, hermanos y hermanas, amigos y amigas. El protocolo busca frenar la violencia, devolviendo el poder a nuestras y nuestros universitarios. Porque no se puede venir a estudiar con miedo de ser hostigadas, humillados, insultadas, acechados, vejadas. Contra la violencia de unos pocos, la denuncia y la protección de todos; contra la arbitrariedad, una universidad fraterna y cercana, que defiende a las suyas y los suyos; contra quien acecha protegido por la oscuridad, la claridad de una universidad que sabemos y sentimos nuestra. El protocolo es la herramienta. Sin las manos y la actividad de todos, queda en letra muerta. La llamada es, pues, a que te sumes y promuevas una cultura de la denuncia, de protección y, en su caso, sanción, que garantice que nuestra comunidad siga siendo eso: una comunidad de personas que ven por el otro, apoyan al otro, cuidan al otro, defienden al otro. En una palabra, una comunidad de amigas y amigos.
Publicación a cargo de la Lic. Yolanda Jaimes Vidal, Coordinadora de Comunicación InternaGrecia Juárez Ojeda, DirectoraCristhian Adal García Hernández, Subdirector, Jefe de InformaciónJesús Del Pozo Sotomayor, Jefe de FotografíaEric Contreras Santos, Jefe de Fotografía DeportivaArlette Sánchez Santos, Editora
ReporterosDafne Ixchel Agüero Medina, Jefa de Sección/CulturaGibsy Sagrario Gonzalez Garcia, Reportera de Proyectos de Impacto Social
OpiniónGrecia Juárez Ojeda, ColaboradoraCarolina Méndez, ColaboradorItzel Reyes Camargo, ColaboradoraRoberto Carlos Pérez Hernández, ColaboradorCristhian Adal García Hernández, ColaboradorJesús Del Pozo Sotomayor, ColaboradorRocio García González, ColaboradoraDiego Efrén Torres Fernández, Colaborador
Diseño y Edición GráficaMa. Fernanda Bretón Vega, CoordinadoraMayra Renne Beltrán Garay, Jefa de DiseñoAmanda Jimenez Cardenas, Jefa de DiseñoMaria Teresa de Jesus Guendulain, Jefa de DiseñoAzalea Hernandez Morales, DiseñadorAzalea Hernandez Morales, Maria Jose Guitierrez Arcega, Miguel Lopez Rosete, Aldo Arturo Gonzalez Ávalos, Rose Mary Susana Figaredo Ilustradores
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