Vi Las niñas bien y me apetece escribir sobre ésta. Me apetece porque llega como un aire fresco entre todo lo que se oferta en la cartelera de cualquier cine; me apetece porque es una adaptación que podría parecer engañosa por el nombre, el poster y el tráiler, pero no lo es.  

En principio, es la obra escrita por Guadalupe Loaeza en la que plasmó breves relatos sobre la sociedad adinerada de los años 80, especialmente centrados en la vida de las mujeres de ese sector, a quienes conocemos por medio de su estilo de vida, viajes al extranjero, compras, preocupaciones  y reuniones sociales.

En consecuencia, es la película de Alejandra Márquez que nos muestra la acomodada vida de Sofía, que se prepara para festejar su cumpleaños con una cena en la que se encuentran todas sus amistades, y en la sobremesa se escucha algún comentario como “no hablemos de política”. Lo que viene después es ver cómo esa vida sin preocupaciones se va diluyendo poco a poco debido a la devaluación de la moneda, y a una mujer que se niega a dejar que eso afecte su imagen y aparentemente mantiene la calma en comparación de su esposo, que cada día parece más perdido, pues en realidad no sabe cómo salir de la crisis, y probablemente nunca lo sepa.  

Pareciera un cuento de terror ya que, de repente, Sofía empieza a escuchar el murmullo de las personas en el club deportivo hablando de ella, su círculo social empieza a excluirla, su tarjeta ya no pasa en las tiendas que acostumbraba a comprar, y por si fuera poco, un nuevo personaje aparece para tomar el lugar que ella cree que le corresponde. Es así como la directora hace un retrato de los problemas que a algunos otros podría parecerles absurdo y brinda una mirada desde un punto de vista pocas veces explorado.

Las diferencias, aunque parecieran estar ahí, no son tan grandes como podríamos pensar, ya que, a la vez que Sofía se despide de sus hijos que se van de campamento a Estados Unidos y les dice que no se junten con otros mexicanos, luego vemos que a pesar de vivir en Las Lomas tienen recortes de agua bastante constantes.

Puede ser por la época en que está ambientada, pero ese punto es el que impide personajes clichés que mezclan el inglés con el español, que tienen un acento cantado o que incluso estereotipan a una persona de aparente distinta clase social, y se agradece, porque, quién sabe en qué hubiera terminado esta cinta en manos de otra persona.

La salida más fácil hubiera sido crear una historia como Nosotros los nobles o Mirreyes vs. Godínez, pero Las niñas bien no propicia el estereotipo de que unos son buenos y otros son malos, más bien explora las preocupaciones de las mujeres en posiciones de poder, los conflictos internos a los que se enfrentan y señala que su visión del mundo es resultado de la forma en que fueron educadas desde niñas, siguiendo los roles de sus madres.