Después de toda la euforia vivida hace apenas unas semanas por esta película, creo que ya es un buen momento para analizarla, en especial ahora, que ya ha sido vista por la mayoría, así que aquí está.

La exploración de los personajes en el cine de superhéroes, usualmente se limita a la polarización del bien y el mal, de manera que sus intenciones, sean del bando que sean, son desarrolladas solo al nivel justo para hacer que la trama funcione. Los villanos, entonces, se convierten en personajes que sin una motivación sólida, están ahí para poner en riesgo la tranquilidad de una ciudad o para atentar contra la vida de un individuo. En Guasón se ha hecho un esfuerzo por contar lo contario, pero no sin librarse de la tentación de darle a su público los temas digeridos, más allá de mostrárselos con creatividad narrativa.

La intención de mostrar el otro lado de la moneda, es evidente en los productos audiovisuales que últimamente llenan nuestras pantallas, y es quizá la forma que la industria ha encontrado para mantener vigentes las historias que fueron contadas hace décadas. La figura del Guasón, por ejemplo, ha estado presente desde 1940, cuando salió por primera vez en el comic de Batman; sin una biografía oficial, no fue hasta casi 80 años después que se le dedicó un largometraje completo para profundizar en su origen, justo en una época en la que, tanto asesinos como ladrones, empiezan a ser protagonistas humanizados en el cine y en las series.

Es así como la película de Todd Phillips (Nueva York, 1970) se sitúa en una caótica ciudad que está siendo invadida por ratas, con ciudadanos enajenados al grado de mostrarse a la defensiva incluso ante los actos que parecieran amables. En medio de ese desorden, Arthur Fleck, hace un esfuerzo por pertenecer a una colectividad que se niega a lidiar con personas con características distintas, comportamiento que se ve reforzado por el mismo gobierno, cuando decide dejar de proporcionar ayuda los enfermos de Ciudad Gótica, en un acto de negligencia que se convierte en un arma de doble filo, ya que, más adelante, esa figura ignorada comete actos que impulsan todo un movimiento.

Las historias que evidencian la indiferencia de la sociedad y sus consecuencias no son un tema nuevo, tampoco lo es este relato de origen en el que un ciudadano común se convierte en un criminal como consecuencia del rechazo que recibió toda su vida, esos motivos ya han sido explorados en películas como Monster: asesina en serie, que cuenta la complicada vida de Aileen Wuornos, quien también sufrió abusos durante su infancia y mató a seis hombres en defensa propia, actos por los que fue condenada y que, de igual manera, son el resultado de un sistema disfuncional. La diferencia, es que esta última está basada en hechos reales, mientras que la otra ocurre en la ficción, similitud que demuestra que la historia de Arthur pudo ser la de cualquier otra persona en circunstancias similares, pero la razón por la que ha atraído tantas miradas es por el nombre al que está ligada.

Por otra parte, la reinterpretación del villano en esta nueva versión de Guasón sucede en escenarios muy cercanos a la realidad, lo que se ve reflejado no solo en su sórdida ciudad, sino también en las dificultades con las que lidia: preocupaciones humanas, traumas infantiles o enfermedades mentales; pero a pesar de intentar humanizarlo, dándole un tono más serio para diferenciarla de las películas de su género, sigue compartiendo con ellas la cualidad de explicarle a su audiencia, de manera literal, los temas que quiere abordar y las motivaciones del personaje, en caso de que no hubieran quedado claros, para evitar que el público se vaya de la sala sin haberla entendido.