A 25 años del devastador sismo del 15 de junio de 1999, que afectó gran parte del centro de México y algunas zonas de Puebla y sus alrededores, Eduardo Ismael Hernández, profesor de la Facultad de Ingeniería Civil de la UPAEP, habló sobre los avances en las normativas de construcción y la preparación sísmica en la nación.
"Nuestro país se encuentra en un contexto sismo-tectónico peligroso debido a la interacción de cinco grandes placas tectónicas", señaló Ismael Hernández, recordando la importancia de la sismología en México. El terremoto de 1999, con epicentro cerca de Tehuacán, Puebla, tuvo una magnitud de 7.0 y causó daños en Puebla, Oaxaca, Tlaxcala, Morelos y Veracruz. Este tipo de sismos, denominados intraplaca de profundidad intermedia, son característicos de la región y tienen periodos de retorno de aproximadamente 20 años, manifestó el académico.
Eduardo Ismael destacó que desde el sismo de 1999, se han realizado avances significativos en la comprensión del comportamiento dinámico del suelo y en la clasificación de los parámetros ingenieriles necesarios para el diseño de construcciones más seguras. "En el municipio de Puebla, se ha estudiado cómo se comporta dinámicamente el suelo, lo que ha permitido tener parámetros más confiables para definir los criterios de diseño en los reglamentos de construcción", señaló.
Sin embargo, estos avances no se han extendido a todos los municipios del país. "Con tristeza sabemos que no necesariamente estos reglamentos de construcción existen en todos los municipios, especialmente en aquellos cercanos a las zonas de alto peligro sísmico", advirtió Ismael Hernández.
A pesar de los avances, los retos persisten. La construcción de viviendas vulnerables, especialmente de mampostería simple sin esquemas de ingeniería o arquitectura adecuados, sigue siendo un problema. El sismo de 2017 demostró que aún hay muchas construcciones que no cumplen con las normativas necesarias para resistir sismos de gran magnitud.
"La Ley de Protección Civil, que tuvo un mayor auge gracias al desastre del sismo de 1985, ha fomentado la creación de instrumentos como los Atlas de Riesgo. Sin embargo, solo dos de cada diez municipios cuentan con uno, lo que no es un panorama alentador", expresó Ismael Hernández.
El sistema de alerta sísmica temprana es una herramienta útil, pero su efectividad depende de la distancia del epicentro. "Para sismos como el de 1999, que ocurren cerca de las ciudades, no hay mucho tiempo de antelación. Las ondas sísmicas viajan muy rápido y el sistema puede no activarse a tiempo", explicó el experto.
UPAEP, a través de su Escuela de Ingeniería Civil, ha avanzado en la investigación sísmica, a lo que el académico añadió que "estamos desarrollando un proyecto multidisciplinario al utilizar herramientas de inteligencia artificial y así estimar el riesgo en construcciones de manera más confiable y sistematizada".
Estos esfuerzos son cruciales para mejorar la preparación sísmica y la resiliencia de las infraestructuras en México. Sin embargo, es imperativo que las autoridades inviertan en estaciones de registro sísmico y estudios de vulnerabilidad para todas las ciudades, y no solo las más grandes.
En este orden de ideas, Gerardo López Arciga, profesor de la Facultad de Ingeniería Civil UPAEP, resaltó la evolución de la ingeniería sísmica en los últimos 25 años: "la ingeniería sísmica era muy diferente a la actual. Los estudios sobre construcción y comportamiento estructural han avanzado significativamente".
López Arciga recordó cómo la comunidad universitaria respondió al sismo de 1999. "UPAEP activó sus protocolos de atención para revisar las estructuras de la Institución y luego atender otras necesidades, como los daños en el templo de San Agustín y en el Hospital de Traumatología y Ortopedia", mencionó.
Enfatizó la necesidad de que los avances en la investigación se reflejen en las reglamentaciones de construcción, y que estos se encuentren en renovación. "Las investigaciones deben verse reflejadas en reglamentos de construcción que se actualicen con regularidad para incorporar los avances tecnológicos", subrayó.
Ambos profesores coincidieron en la necesidad de una colaboración estrecha entre los institutos de investigación, la sociedad y el gobierno. "Es crucial que las investigaciones se traduzcan en normativas que sean aplicadas estrictamente en las construcciones", indicó López Arciga.
También abordó las dimensiones sociales del problema sísmico. "El impacto de un sismo no es solo técnico, sino también social. Una construcción que colapsa puede dejar a una familia sin patrimonio, causar heridos y víctimas mortales, y tener un gran impacto emocional y económico", explicó.
A pesar de los avances en la ingeniería sísmica y las normativas de construcción, México aún enfrenta desafíos significativos en su preparación y respuesta ante sismos. Es esencial que se fortalezcan los esfuerzos en investigación, regulación y aplicación de normativas para asegurar la resiliencia de las infraestructuras y proteger a la población. La memoria histórica y la prevención son claves para mitigar los riesgos y garantizar la seguridad en futuros eventos sísmicos.