Estamos en 2025, y aunque muchas organizaciones de vanguardia implementan prácticas como la responsabilidad social, el bienestar laboral, estrategias innovadoras en redes sociales, uso de nuevas plataformas y campañas de comunicación responsable, a veces pareciera que los diálogos dentro de ellas se mantienen anclados en teorías administrativas clásicas del siglo pasado. En esos modelos, la opinión del jefe predominaba y la responsabilidad rara vez recaía en ellos.
Las organizaciones deben asegurarse que sus líderes o jefes, según el contexto, comprendan la importancia fundamental del respeto hacia sus colaboradores. Estos últimos son los verdaderos aliados que hacen posible el cumplimiento de metas y objetivos; en otras palabras, son quienes forman equipos que responden. El respeto es un valor esencial, pues implica reconocer al otro, considerar sus derechos y diferencias, sin dejar de lado las normas y la necesidad de alcanzar resultados. Un jefe que respeta, genera empatía y construye equipos comprometidos.
El buen jefe, idealmente un líder, debe erradicar el autoritarismo basado en culpar siempre a los colaboradores por los errores. Es fundamental reconocer que las malas prácticas son compartidas y que los equipos no avanzan si se sostiene que todo se logra por jerarquía o miedo. Se requiere respeto, escucha activa, comunicación efectiva, retroalimentación constante y reconocimiento de logros.
Es indispensable crear ecosistemas positivos donde el respeto permita que los equipos vayan más allá de cumplir órdenes; deben sentir el compromiso y la identidad organizacional que los impulsa a innovar y aportar valor.
Los jefes deben practicar el respeto para ser respetados. Deben elegir con cuidado sus palabras, conscientes de que pueden ser herramientas poderosas que construyen o que hieren, afectando a personas que muchas veces mantienen su resiliencia por necesidades económicas. Puede haber equipos que obedecen, pero que dejan de responder. En esta época, las personas valoran no solo el salario, sino también su salud mental.
Porque al final, un jefe que respeta forma equipos que respetan, que alcanzan objetivos y donde el liderazgo se siente en cada acción. Solo así se pueden impulsar equipos que realmente marcan la diferencia.