En pasadas semanas comentábamos que, de forma muy silenciosa, los hongos transforman la naturaleza. Esta transformación es, en esencia, la manera en que los hongos enfrentan los grandes retos ambientales, como la contaminación, y nos muestran cómo cuidar la casa común: nuestro planeta. Se supone que, sin hongos, los bosques pronto serían sepultados por montañas de troncos, ramas y hojas secas. ¿Te imaginas un planeta sin bosques o selvas? Definitivamente, nunca hubiéramos existido.
Me explico: los hongos saprófitos (que se alimentan de materia orgánica muerta o en descomposición) producen enzimas que digieren la lignina y celulosa —el material fundamental de la madera, que es la mezcla de polímeros naturales más resistente del mundo— y la transforman en compuestos más simples (monómeros) que pueden ser consumidos por otros seres vivos como nutrientes. Los micólogos se han dado a la tarea de entender cómo es que los hongos pueden producir estas enzimas extracelulares tan eficientes, y los biotecnólogos solemos producirlas a escala industrial para un sinfín de aplicaciones, pero sobre todo para hacer, de alguna forma, los procesos de producción de insumos de todo tipo de industrias más sustentables (cuando hablemos de enzimología te platico más de ello).
Volviendo al “modo hongo” para enfrentar la contaminación: esta capacidad de degradar sustancias muy complejas, es clave. De hecho, se considera que los hongos podrían ser los mejores organismos para la degradación de contaminantes, justamente porque producen enzimas extracelulares que rompen polímeros, requiriendo muy pocas exigencias nutricionales o de cultivo: recientemente se han descrito comunidades fúngicas del suelo y aguas residuales que degradan poliuretanos —el grupo de plásticos, a mi parecer, más difícil de biodegradar por su estructura química— como Curvularia senegalensis, Fusarium solani, Aureobasidium pullulans o Cladosporium. Estos hongos secretan esterasas, proteasas, lacasas, peroxidasas o tirosinasas, que pueden modificar la estructura de los compuestos de poliuretano mediante la formación de grupos carbonilo, facilitando su despolimerización, metabolización intracelular y finalmente mineralización (luego te platico más de este fascinante proceso). Los biotecnólogos esperamos aprovechar estas enzimas para darle mayor circularidad al manejo de los plásticos recalcitrantes, un paso que será indispensable para el cuidado de la casa común.
Con los hongos, además, no solo se trata de romper los contaminantes en sus pequeñas partes para usarlos como nutrientes, muchos hongos también pueden producir sustancias que ayudan a solubilizar los contaminantes insolubles. Uno de los más grandes retos de la biodegradación de contaminantes es que no están biodisponibles, es decir no los pueden usar (metabolizar) los seres vivos. Recordemos que los seres vivos estamos fundamentalmente compuestos de agua; el citoplasma celular es agua en la que los nutrientes y todos los componentes celulares se deben disolver para hacer las funciones biológicas. Pero muchos contaminantes —como aceites, hidrocarburos, geles, pinturas o aditivos químicos— son insolubles en agua, y aunque existan hongos que produzcan enzimas que los rompan, no están al alcance de quienes los consumen, entonces no desaparecen. Se han descrito también hongos que justamente producen sustancias que ayudan a solubilizar estos componentes modificando su tensión superficial (biosurfactantes). Y así, podría seguir describiendo una decena de chulerías que pueden producir los hongos que viven en los lugares más tóxicos que se te ocurran… ¿cómo han desarrollado estas características los hongos?
Ese es justo el tema: es algo que aún no tenemos del todo claro, por eso estamos en nivel difícil. Lo que sí podemos decir es que los hongos colonizan todo tipo de ambientes inhóspitos, en medio de muchas sustancias tóxicas, con muy pocas fuentes de energía o nutrientes. Si quieren sobrevivir, deben comer lo que sea que tengan disponible, y aprovechar todos sus talentos para subsistir: los hongos cuentan con estructuras celulares revestidas de quitina, que los protegen; sus esporas son mecanismos muy eficientes para la reproducción y además todo lo que ya les he dicho. También es cierto que muchos hongos en ambientes contaminados viven asociados a otros organismos —como bacterias, algas, o plantas— de los que parece que también han “aprendido” algunas funciones metabólicas en un proceso poco entendido llamado transferencia genética horizontal (HGT). En otra columna podemos hablar de la HGT y todas las maravillas ecológicas que esto implica.
¿Cuál es la lección que nos dan estos hongos tan estresados? Es una interesante lección sobre resiliencia: son resistentes, adaptativos y colaborativos. No están solos, consideran a sus socios y aprovechan lo mejor de cada uno para prosperar. También nos dan una gran lección sobre equilibrio: deben estar en su lugar y momento adecuados, para desarrollar sus increíbles habilidades metabólicas.
Por eso, la contaminación y los retos ambientales no son solo problemas, sino oportunidades para aprender y transformar. Así como los hongos se adaptan y nos enseñan a cuidar la casa común, nosotros también podemos transformar nuestras dificultades personales y sociales en lecciones para crecer y actuar diferente. ¿Tú ya te pusiste en modo hongo?
Cualquier cosa que quieras preguntarme de lo que escribo, dímelo: This email address is being protected from spambots. You need JavaScript enabled to view it.. En cuanto pueda te contestaré, y si no tengo la respuesta, sé que mis colegas de la Facultad de Biotecnología nos podrán ayudar. Sigo aquí, con las lecciones de biotecnología para la vida diaria.