Ensayo: Ciencia a tres voces 
16/12/2025
Autor: Angélica Ávila Jiménez
Cargo: Diplomado Periodismo Científico

Comunicación pública de la ciencia, divulgación científica y periodismo científico

Hablar de ciencia no siempre es cosa de bata blanca y fórmulas incomprensibles. De hecho, existen varias formas de acercar ese mundo complejo al resto de la sociedad. Tres de las más conocidas son la comunicación pública de la ciencia, la divulgación científica y el periodismo científico. Aunque a veces parecen sinónimos, en realidad cada una tiene su propio “estilo narrativo”. En este ensayo quiero resaltar sus diferencias y similitudes, pero también tomar una postura: necesitamos a las tres, pero no podemos seguir tratándolas como si fueran lo mismo.

La comunicación pública de la ciencia: el gran paraguas

La comunicación pública de la ciencia (CPC) es como una plaza pública donde todo el mundo tiene algo que decir: investigadores, medios, instituciones y, por supuesto, la ciudadanía. Su meta no es solo “contar” la ciencia, sino hacer que esta sea parte de la vida cotidiana, un bien común y, sobre todo, un derecho.

Según varios autores, la CPC va más allá del viejo modelo de déficit —ese que asumía que el público era un recipiente vacío al que había que llenarle la cabeza de datos—. Ahora se entiende como un proceso cultural y social en el que las personas no solo reciben información, sino que también opinan, discuten y hasta cuestionan a los propios científicos.

Por ejemplo, en proyectos como Jujuy Científica en Argentina, el reto no fue solo simplificar conceptos, sino adaptarse a las lógicas de las redes sociales, donde el público no se limita a leer, sino que comenta, replica, critica y hasta crea nuevos sentidos a partir de lo que recibe. La CPC, entonces, es ese espacio amplio de diálogo donde la ciencia se humaniza y se vuelve tema de conversación.

La divulgación científica: el arte de traducir

Si la CPC es una plaza, la divulgación sería el stand-up de la ciencia. Aquí, el énfasis está en traducir un lenguaje especializado a uno accesible, sin perder precisión. El divulgador es un puente: convierte un paper denso en una historia atractiva, un descubrimiento complejo en una metáfora brillante.

Tradicionalmente, la divulgación ha sido un proceso unidireccional: el científico (o divulgador) habla, y el público escucha. Sin embargo, en la actualidad la divulgación también se está transformando. Ya no basta con contar “qué se descubrió”, sino que es necesario mostrar cómo, por qué y para qué. Los cafés científicos, las miniseries educativas o incluso las cuentas de TikTok que explican fenómenos en videos de 30 segundos son ejemplos de cómo la divulgación se reinventa constantemente.

Eso sí: la divulgación corre el riesgo de caer en la simplificación excesiva. A veces, en la búsqueda de “hacerlo entendible”, se pierden matices y se genera la idea de una ciencia lineal, perfecta, sin dudas ni contradicciones. Y sabemos que la realidad es mucho más caótica.

El periodismo científico: el fiscal incómodo

El periodismo científico, en cambio, juega otro papel: no solo explica, también investiga y cuestiona. Si la divulgación busca enamorar y la CPC generar diálogo, el periodismo tiene un toque de fiscal que incomoda.

Los periodistas científicos deben preguntar: ¿en qué se gastan los fondos públicos de investigación? ¿qué intereses económicos hay detrás de un nuevo medicamento? ¿qué riesgos sociales o ambientales conlleva una tecnología? En otras palabras, su función es poner la ciencia bajo la lupa del escrutinio público.

No basta con repetir el comunicado de prensa de un laboratorio. Un buen periodismo científico expone las controversias, las luchas de poder, los errores y hasta los fracasos. Y eso es saludable, porque le recuerda a la sociedad que la ciencia es una actividad humana, atravesada por conflictos, tensiones y pasiones, no una verdad absoluta caída del cielo.

Similitudes y diferencias: tres caminos, un mismo destino

Si tuviera que dibujar un mapa, pondría a la comunicación pública de la ciencia como el territorio más amplio. Dentro de ella se ubican tanto la divulgación como el periodismo científico, cada uno con sus rutas particulares.

  • Similitudes:
    • Todas buscan acercar la ciencia a la sociedad.
    • Usan estrategias narrativas y mediáticas para atraer la atención.
    • Reconocen que el conocimiento científico no puede quedarse encerrado en los laboratorios.
  • Diferencias:
    • La CPC apuesta por el diálogo y la apropiación social del conocimiento.
    • La divulgación se enfoca en traducir y simplificar para públicos no especializados.
    • El periodismo científico pone el acento en la crítica, el análisis y la transparencia.

En resumen, la divulgación busca claridad, la CPC participación y el periodismo rendición de cuentas. Son como tres sabores distintos que, combinados, pueden hacer que la ciencia no solo se entienda, sino que también se viva y se cuestione.

Una postura necesaria

Desde mi punto de vista, no se trata de elegir entre ellas, sino de entender que cumplen funciones complementarias. La comunicación pública de la ciencia sería el paraguas que necesitamos en sociedades donde la desinformación corre más rápido que la verdad. La divulgación es el arte de la cercanía, la chispa que despierta curiosidad. Y el periodismo científico es el guardián incómodo que evita que la ciencia se convierta en un dogma intocable.

Lo preocupante es que muchas veces se confunden. A un periodista se le pide que haga divulgación; a un divulgador se le exige objetividad periodística; y a la comunicación pública se la limita a ser un simple boletín institucional. Eso empobrece el panorama.

La ciencia es demasiado importante para dejarla solo en manos de los científicos, pero también demasiado compleja para reducirla a slogans publicitarios. Necesitamos las tres voces: la que explica, la que dialoga y la que cuestiona. Solo así lograremos una sociedad no solo informada, sino también crítica y capaz de decidir sobre su futuro.

Conclusión

En definitiva, la comunicación pública, la divulgación y el periodismo científico no son sinónimos, aunque compartan la misma pasión: acercar la ciencia a la gente. La clave está en reconocer sus diferencias y aprovecharlas de manera complementaria. Porque, si algo nos ha enseñado la pandemia, las crisis ambientales y las controversias tecnológicas, es que la ciencia no puede quedarse en la torre de marfil.

La ciencia necesita ser contada, discutida y vigilada. Y para eso, estas tres formas de comunicación no son rivales, sino aliadas en la tarea de construir una ciudadanía más informada, más crítica y, por qué no, también más curiosa.