El nombre que una persona elige para ejercer el pontificado es más que un nombre: es un programa. Por eso hay que explorarlo para poder entender qué acentos busca poner el recién electo durante su papado y en qué tradiciones y valores busca anclarse. La tradición de elegir un nuevo nombre para el pontífice recién electo comienza con Juan XII (papa entre el 955 y el 963), personaje de muy mala fama ya desde la época previa a su elección como sucesor de San Pedro. Su nombre en el siglo era Octaviano y adoptó el de Juan, muy probablemente como un intento de hacer olvidar su turbulenta vida previa. Ciertamente no fue el primero en cambiarse el nombre: Jesús mismo se lo cambió a Simón y lo llamó Pedro; y en el siglo VI, Juan II (quien se llamaba Mercurio) fue el primero en cambiarse voluntariamente el nombre, nada más que no instituyó con ello ninguna tradición, lo que sí sucedió a partir de Juan XII. Este último, además, coronó en el año 962 como emperador a Otón el Grande, iniciando otra tradición que tuvo enorme peso político durante siglos. Fue al parecer el único papa que asumió su pontificado siendo menor de edad, pues tendría a la sazón unos 16 años al resultar electo, siendo que el derecho canónico de la época prescribía una edad mínima de 30, y se destacó tristemente por una vida llena de traiciones, violencia, indignidad y desórdenes de todo tipo. Así que, con el paso del tiempo, la elección de un nuevo nombre se convirtió en una parte importante de una especie de “programa” que anunciaba la actuación y la orientación del nuevo pontífice.
Benedicto” es, en español, “bendito”, y nos remite, de entrada, a uno de los más grandes personajes en la historia del cristianismo: a San Benito de Nursia (480-547), el gran fundador del monasticismo occidental y patrono de Europa. Además, al escoger este nombre, Joseph Aloisius Ratzinger no sólo buscó inspiración y guía en este personaje de excelsa estatura, sino que también recordaba la gran obra que la orden benedictina llevó y lleva a cabo en su región natal: en Baviera. En tercer lugar, el gran teólogo alemán escogió el nombre recordando al último de los papas con este nombre: Benedicto XV (1854-1922, papa desde 1914), quien se esforzó incansablemente en pos de la paz y de la reconciliación en la terrible época que le tocó vivir, la época de la Primera Guerra Mundial; por si esto fuera poco, también fue un gran impulsor de reformas sociales. Además, Benedicto XV, a instancias del entonces rey de Baviera Luis III y de su esposa María Teresa, declaró a la Virgen María como patrona de Baviera, por lo que, desde hace 90 años, se celebra en esa región alemana la festividad de la “Patrona Bavariae.
Desde 1964, el papa Paulo VI declaró a San Benito “Patrón y Protector de Europa”, con el sólido argumento de que la obra monástica benedictina fue una de las raíces más fuertes desde la fundación de Europa, en la transición de la Edad Antigua a la Edad Media. San Benito fundó, en efecto, el primer monasterio en la Europa occidental, en Montecassino, alrededor del año 529; su hermana Escolástica siguió su ejemplo casi inmediatamente y fundó en las cercanías un monasterio de mujeres. La “regla” que San Benito escribió para normar la vida en el monasterio y la impresionante obra religiosa, cultural y política que los monasterios benedictinos realizaron durante siglos convierten a este famoso santo en uno de los “creadores” o “padres” de la cultura occidental y en un verdadero maestro de los pueblos europeos.
En su primera audiencia general en la Plaza de San Pedro el 27 de abril de 2005, el recién electo Papa Benedicto XVI explicó las razones de la elección de su nombre. Primero habló del hecho de que quería apoyarse en el pontificado del papa de la paz Benedicto XV. Siguiendo a tan esforzado predecesor, Benedicto XVI también quiso poner su encargo petrino al servicio de la reconciliación entre los pueblos y las naciones. Pero luego continuó: “El nombre ‘Benito’ también evoca la figura prominente del gran 'Patriarca del monasticismo occidental', San Benito de Nursia, quien junto con los Santos Cirilo y Metodio es Patrono de Europa. La creciente expansión de la orden benedictina que él fundó tuvo un gran impacto en la expansión del cristianismo por toda Europa. Por eso San Benito es muy venerado en Alemania y especialmente en Baviera, mi región natal; es un punto de referencia fundamental para la unidad europea y un fuerte recordatorio de las raíces cristianas indispensables de la cultura y la civilización europeas. De este padre del monacato occidental conocemos la recomendación que dejó a los monjes en su Regla: 'No anteponer nada al amor de Cristo'. Al comenzar mi ministerio como Sucesor de Pedro, le pido a San Benito que nos ayude a mantener a Cristo en el centro de nuestras vidas. ¡Él siempre debe ser lo primero en nuestros pensamientos y acciones!”
El cardenal Ratzinger había sido arzobispo de Múnich y Frisinga (Erzdiözese München und Freising); dicha región también puede denominarse “Terra benedictina”, por la enorme cantidad de monasterios de la orden de San Benito en su territorio, muchos de ellos de fama mundial, como Benediktbeuern, en donde se localizó el famoso “Codex Buranus”, en el que se apoyaría Carl Orff para su obra “Carmina Burana”. Ricas familias nobles fundaron los primeros monasterios en la diócesis de Freising en el siglo VIII. Los documentos fundacionales citaban como motivo la preocupación por la “salvación eterna” del fundador y su familia. La gente de la Edad Media temprana esperaba un Dios misericordioso que juzgara las buenas obras en el Juicio Final, aunque también había motivos políticos. Alrededor de 760, se funda el monasterio de Isen, el primero de la diócesis fuera de Freising, y aproximadamente en la misma década se construyeron otros monasterios: Tegernsee, Scharnitz, Schäftlarn, Ilmmünster y Moosburg. Todos han dado forma significativa a la historia y la cultura de sus regiones a lo largo de los siglos. Después de un periodo de decadencia en el siglo X, Tegernsee resurgió en relación con la reforma del monacato benedictino. El círculo de reformas a partir de Tegernsee alcanzó otros monasterios: Niederaltaich, Ebersberg, Seeon, Würzburg y Regensburg-St. Emmeram. En este último se abrió una escuela, el arte de la copia de libros floreció y se convirtió en un modelo para todos los demás monasterios bávaros. Tegernsee también tuvo un gran atractivo a finales de la Edad Media y el período barroco. Todas las abadías benedictinas de la antigua diócesis de Freising fueron víctimas de la secularización en 1803. Sin embargo, en el siglo XIX y principios del XX, se restablecieron por completo varios de ellos. Hoy existen las abadías de Scheyern, Múnich-San Bonifacio, Schäftlarn y Ettal. Las monjas benedictinas viven en la abadía de Frauenwörth en Chiemsee y en la comunidad de Venio en Múnich.
Con toda esta rica historia en mente, el entonces recién electo pontífice explicó y fundamentó las razones de su nombre como papa. Veamos ahora el escudo.
Benedicto XVI incluyó su antigua patria bávara en el escudo de armas papal. Todos los elementos del escudo de armas episcopal, que usó como arzobispo de Múnich y Frisinga y luego como prefecto de la Congregación Romana para la Doctrina de la Fe, también se incluyeron en su escudo de armas como pontífice. En primer lugar, el llamado “Moro de Frisinga” ("Freisinger Mohr) se puede ver en el escudo de armas de tres partes. La característica cabeza coronada de un moro, mirando a la izquierda, la utilizó por vez primera en 1316 el obispo Konrad III de Frisinga. Como el escudo de armas del antiguo Príncipe Obispo de Frisinga, se mantuvo casi sin cambios hasta la secularización en 1802/1803. Incluso después de eso, todos los arzobispos de Múnich y Frisinga vincularon su escudo de armas episcopal con el "Caput Aethiopum, la cabeza de un etíope, la cabeza del moro.
Un elemento particularmente característico del escudo de armas papal es un oso con una silla de montar, el llamado "Korbiniansbär" (el “oso de San Corbiniano”, un famoso misionero muerto en Frisinga en el 730). Esta figura en el escudo se debe a la leyenda del oso y del obispo Corbiniano, quien proclamó la fe cristiana en la antigua Baviera en el siglo VIII y es venerado como padre espiritual y santo patrono de la archidiócesis. En un viaje a Roma, se dice que se encontró con un oso; este lo atacó y mató al animal de carga del obispo. El santo ordenó entonces al animal montaraz que, como castigo, le ayudara a llevar su carga hasta Roma. Una vez en su destino, liberó al oso, que luego regresó a sus bosques. La interpretación del oso es obvia: el cristianismo “domó” y “domesticó” al salvajismo de los paganos y así creó la base para una gran cultura, especialmente en la antigua Baviera. Al mismo tiempo, el oso corbiniano simboliza la carga del oficio de obispo (y también, del pontífice) como "portador de la carga de Dios". En el escudo de armas de Benedicto XVI, el oso corbiniano se convierte, digámoslo así, en un oso “nativo de Roma”.
El tercer elemento, la concha, tiene un valor simbólico múltiple. En primer lugar, se refiere a una famosa leyenda sobre el santo obispo y doctor de la iglesia Agustín de Hipona (354 - 430): mientras caminaba por la orilla del mar para contemplar la inescrutabilidad de la Trinidad, se encontró con un niño que echaba agua de mar en un pequeño pozo con una concha. Cuando Agustín le preguntó qué estaba haciendo, el pequeño le respondió: "Atraeré el mar a este pozo". Viendo esta tarea imposible, para San Agustín la concha se convierte en el símbolo para sumergirse en el mar insondable de la Divinidad. Pero por eso también se relaciona con el teólogo Joseph Ratzinger y el inicio de su carrera académica. En 1953 recibió su doctorado en teología en la Universidad de Múnich con una disertación sobre "El pueblo y la casa de Dios en la enseñanza de Agustín sobre la Iglesia".
Como "concha de los peregrinos", de acuerdo a la tradición del camino de Santiago, el símbolo también hace referencia a un concepto central del Concilio Vaticano II: el "pueblo peregrino de Dios", cuyo pastor es el arzobispo Ratzinger y después el papa Benedicto XVI. También, al elegir la concha del peregrino, el nuevo papa se declaraba seguidor de un papa peregrino: San Juan Pablo II. Como arzobispo, ya Monseñor Ratzinger había incluido deliberadamente el símbolo en su escudo de armas, basándose en el escudo de armas del Schottenkloster (“Monasterio de los escoceses”) en Regensburg (Ratisbona), donde ahora se encuentra el seminario de esa diócesis. Recordemos que Joseph Ratzinger enseñó dogmática e historia de los dogmas en la Universidad de Ratisbona. Así que no es casualidad que la casulla que Benedicto XVI portó el domingo 24 de Abril de 2005 en el servicio litúrgico solemne de inicio de su pontificado estuviese bordada ricamente con conchas muy llamativas.
Un acontecimiento histórico fue la declaración de Benedicto XVI, el 11 de Febrero de 2013, de poner libremente fin a su pontificado, en lugar de esperar a que este fin se produjese con su muerte. Ya en 1294, el papa Celestino V (Pietro da Murrone), después de tan sólo cinco meses y cinco días en el trono papal, había renunciado al trono para volver a su vida de eremita, agobiado por una tarea que, para un ermitaño, era muy superior a sus fuerzas. En 1415, en medio del caos del llamado “Cisma de Occidente” (1378-1417), momento en el que había tres papas (Juan XXIII, Gregorio XII y Benedicto XIII), Segismundo de Luxemburgo, rey de Hungría y Alemania, trató de obligar a los tres a renunciar, pero sólo Gregorio lo obedeció. El Concilio de Constanza puso fin al cisma y en 1417 fue electo Martín V. Es por eso que Benedicto XVI ha sido el segundo papa en la historia en dejar voluntariamente el trono pontificio, pues Gregorio lo hizo ante las amenazas de Segismundo.
Así que, como hemos visto, al revisar el nombre elegido por el cardenal Ratzinger al ser electo papa y al estudiar el significado de los elementos de su escudo papal, podemos darnos cuenta de su programa como pontífice y de las líneas orientadoras que siguió. La obra teológica y pastoral de Joseph Ratzinger / Benedicto XVI son profundas y requieren de estudiarse, comprenderse y vivirse, lo cual tomará mucho tiempo. Tengo para mí que este personaje humilde, modesto, sensible y sumamente inteligente es la mejor muestra de que no le faltó razón a Enrique el Poeta, de Wurzburgo (?- c.1288): Papa brevis vox est, sed virtus nominis huius / Perlustrat quicquid arcus uterque tenet, es decir: “ʻPapa’ es una voz corta, pero la fuerza de esta palabra abarca al cielo y a la tierra”.