¿Qué implica ‘pensar en cristiano’?
23/05/2023
Autor: Dr. Jorge Medina Delgadillo
Cargo: Director General de Innovación en Modalidades Educativas

Hace 100 años, un gran pensador -Romano Guardini- asumió una cátedra en la Universidad de Berlín sobre Filosofía de la religión. La lección inaugural se llamó: “La esencia de la cosmovisión católica” (“Vom Wesen katholischer Weltanschauung”). Don Antonio Gómez Robledo, hacia 1957 tradujo esa ponencia, y la UNAM la publicó (http://ru.ffyl.unam.mx/jsp/handle/10391/4149). 

Por los trabajos de Dilthey (1833-1911), el tema de la “cosmovisión” o “concepción del mundo” (Weltanschauung) cobró una relevancia importante en el siglo XX. Una cosmovisión está formada por la serie de conceptos, juicios y valores que una cultura o sociedad hace de la existencia en todas sus facetas: arte, economía, política, ciencia, sentido de vida, familia, religión, derecho… La cosmovisión explica muchas diferencias, por ejemplo, la “cosmovisión” náhuatl veía la muerte (e incluso el género de muerte) de manera muy distinta a como la entendió el materialismo histórico marxista. La “cosmovisión” es el “desde” cultural que dota de sentido y de los más profundos significados a la realidad, y más específicamente, a lo más acuciante de la realidad.  

Una cosmovisión es algo más profundo que una ideología o una doctrina; éstas son formulaciones o teorizaciones posteriores. La cosmovisión es el informe suelo primitivo, original pero rico, sobre el que se apoyan los principales movimientos del espíritu de un individuo o de un pueblo: sentimientos, valoraciones, concepciones. La cosmovisión es el mirar fundamental (principio - Urgrund) de todo mirar posterior. 

¿Qué quería explorar Guardini con la expresión ‘cosmovisión católica’? ¿Qué camino reflexivo él comenzó y nosotros debemos continuar? Una respuesta apretada y apresurada podría ser: Guardini mostró la peculiaridad del mirar católico. Un mirar que lo hacemos a partir de la fe, en comunión eclesial, desde el Cristo viviente y en la plenitud de una totalidad (cfr. p. 70). 

Cada generación tiene el deber de actualizar su cosmovisión. En efecto, el mirar de una mártir del siglo III, como Cecilia, es en parte el mismo mirar que el de una mujer católica que es diputada en el México del siglo XXI, aunque en parte es distinto: es distinto porque cada época entraña desafíos distintos y posee recursos distintos; es el mismo porque ambos están enraizados en el mismo Acontecimiento. 

El mirar católico (la cosmovisión católica de la existencia), a mi juicio, está delineado por los siguientes caracteres:

-En cuanto a la temporalidad (χρόνος), un agradecimiento radical, pues concibe el ser y la vida como don. La creación como punto de partida ofrece al académico una positividad del mundo y sus misterios que hacen de la ciencia una tarea apasionante. El mundo no es, prima facie, ‘kaos’ (desorden), sino ‘kosmos’ (orden), obra de un Dios providente y bueno. Por otra parte, la escatología cristiana es otra luz que ilumina los sucesos presentes a partir de la certeza futura del triunfo de Cristo. Se surcan los mares de manera muy distinta cuando el corazón está cierto de llegar a puerto (aunque no sepa cómo y los nubarrones amenacen), que cuando el corazón está embriagado de escepticismo. El tiempo para el cristiano es un nuevo ‘cronos’: el ‘kairós’, el cual no es mera sucesión de instantes, sino una temporalidad abierta a la eternidad e incluso traspasada por ella. 

-En cuanto al espacio (χώρος), la otra gran coordenada de una visión del cosmos, el cristianismo aporta la consideración de la acción humana entendida como acción comunitaria, eclesial, sinodal. Y no por un sentido de eficacia, sino porque somos imagen y semejanza de un Dios comunidad (Trino). El bien más pleno que podemos alcanzar es el bien común, en parte, porque en comunidad lo alcanzamos, en parte, porque al tratarlo de alcanzar nos volvemos comunidad. El espacio para el cristiano no es meramente lo ‘local’, con sus distancias y aproximaciones, es fundamentalmente ‘encuentro’ y ‘ámbito de comunión’ intersubjetiva, es ‘co-existencia’.

-Por último, además del espacio y del tiempo, hace falta entender cómo el Infinito habita lo finito, trascendiéndolo ciertamente, pero fecundándolo y dotándolo de nuevas significaciones y posibilidades. Aquí se ofrece un racimo de consideraciones a tratar, yo sólo mencionaré un aspecto: el hecho de que las tres virtudes teologales, infundidas al cristiano el día de su bautismo, generan una nueva patética (πάθος): una afectividad afectada por el Acontecimiento de Dios en nuestras vidas. La fe es luz sobre lo fundamental, y por eso su sentimiento o afecto que engendra es la ‘paz’. Uno está tranquilo cuando ha oteado el horizonte y sabe para dónde caminar. La esperanza da paso a la ‘alegría’, pues quien está cierto del final, del triunfo del Cordero, de que el Bien tendrá la última palabra, pasa contento este mundo, aun en medio de sus desafíos. La caridad se torna ‘urgencia’ por hacer el bien al otro, acto que también es ofrenda de amor al Otro. La caridad son manos y pies, afán por hacer el bien, con eficacia y sin dilación. 

El siglo XXI refleja el abandono de Dios en tres sentimientos opuestos: la angustia escéptica, esa incertidumbre que, sin asideros, se abraza a todo y a la par rechaza todo; la tristeza del que sabe que todo acabará en la tumba y que este mundo va de mal en peor, y que es mejor no traer hijos a este mundo y que no vale la pena apostar la vida por ningún ideal; la indiferencia del que pasa al lado de otro sin atenderle. ¿No es a todas luces pertinente la cosmovisión católica en nuestro siglo y en nuestro pueblo? 

En fin, la cosmovisión católica entraña una neocronía (el kairós), una neojoría (la ekklesía), una neopatética surgida de las virtudes teologales. ¡Qué distintas corrientes de pensamiento surgen a partir de esta Weltanschauung! Una economía, unas finanzas, una creación artística, una arquitectura, una psicología, una dirección de empresas, una filosofía, una tecnología… muy distintas surgen de este manantial profundo, fresco y fecundo que es la cosmovisión cristiana. La estafeta ahora la tenemos en nuestras manos.