La contraofensiva ucraniana: un balance inicial (segunda de dos partes)
27/06/2023
Autor: Dr. Herminio S. de la Barquera y A.
Cargo: Decano de Ciencias Sociales

En nuestra colaboración anterior, analizamos la situación militar en los frentes sur y este de la guerra en Ucrania. Vamos ahora a analizar cuál es la fuerza militar ucraniana en estos días en los que ya está en marcha una contraofensiva para arrojar al invasor ruso de los territorios ocupados. 

Ucrania está, sin duda alguna, ante un reto inmenso: se enfrenta a un país con unas fuerzas armadas muy superiores en número, en material de guerra, en experiencia de combate y en capacidad de conjunción de fuerzas. Esto último quiere decir que las fuerzas armadas rusas, aunque no dominan precisamente el arte de actuar de manera conjunta (ejército, fuerza aérea y armada o marina de guerra), como sí es el caso de los principales países occidentales, tienen una fuerza aérea superior a la ucrania y que apoya a las fuerzas terrestres a pesar de la ineficiencia que ha mostrado a lo largo del conflicto. En cuanto a la marina de guerra, diremos tan solo que Ucrania ya no posee ninguna, prácticamente, por lo que la rusa es casi dueña del Mar Negro. Ahí radica precisamente la mayor debilidad de Ucrania: debe hacer avanzar a sus fuerzas de tierra casi sin cobertura aérea, lo que hace mucho más complicada la empresa de retomar el territorio ocupado. En esta carencia de apoyo desde el aire podemos ver una de las causas que explican que la ofensiva ucraniana esté avanzando más lentamente de lo previsto, como reconoció esta semana el presidente Zelensky, y que las pérdidas tanto en hombres como en material sean tan elevadas, si bien debemos anotar que en una campaña ofensiva podemos calcular las pérdidas esperadas en un 25% del equipamiento empleado. 

No obstante, una ventaja significativa que poseen las fuerzas ucranias es su flexibilidad, es decir, su capacidad de adaptarse a las circunstancias cambiantes del combate y del avance táctico. En esto son claramente superiores a sus adversarios, pues si algo está perdiendo a los rusos es, entre otras cosas, su rigidez en la cadena de mando. Sus comandantes deben estar demasiado cerca del frente para tomar decisiones, pues no confían en los mandos inferiores. Esta es una de las razones por las que los rusos han perdido comparativamente tantos generales y oficiales superiores. Los ucranianos han sabido cambiar sus tácticas cuando ha sido necesario, como acabamos de ver en estas pocas semanas de contraofensiva: en un principio perdieron muchos hombres y mucho material de guerra al acercarse a la línea del frente, pero de ahí aprendieron y cambiaron: ahora, en lugar de acercarse en grupos compactos de tanques y vehículos blindados de transporte de infantería, lo que hacen es proporcionar cobertura con los tanques, acercar a la infantería y enseguida retirar los blindados, con el apoyo importantísimo de vehículos aéreos no tripulados (“drones”) para las labores de reconocimiento.

Lo que ahora están tratando de lograr las fuerzas armadas ucranias es buscar por dónde están las partes débiles del largo frente de guerra, intentando alargar y “estirar” a las fuerzas enemigas, para ver por dónde puede romperse el frente en dirección a Mariúpol, a Berdyansk y a Melitópol, para de esta manera cortar de tajo el suministro de Crimea y la conexión entre todos los territorios ocupados ilegalmente por Rusia. Si los ucranios logran aislar Crimea del resto de los territorios ocupados por Rusia, las fuerzas invasoras estarán verdaderamente en graves problemas, pues les será imposible, por un lado, abastecer a la población y a las tropas estacionadas en la península; y, por otro lado, las fuerzas de Ucrania podrían ya estar en condiciones de emplear la artillería normal para atacar el puente de Kerch, prácticamente la única vía de suministro entre Rusia y Crimea que quedaría en funcionamiento. Recalquemos que es importante que Ucrania pueda atacar este puente con la artillería convencional, sin la necesidad de emplear artillería de precisión, pero que es más cara, como los HIMARS estadounidenses o los “Sturm Shadow” ingleses. 

Podemos afirmar categóricamente que los ucranios han logrado construir un ejército sumamente poderoso, que busca estar a la par de sus contrapartes europeas. Ya desde antes de la guerra, este país contaba con por lo menos 11 brigadas mecanizadas, 4 brigadas motorizadas, 2 brigadas de cazadores de montaña y dos de tanques; además, tenía 5 brigadas de fusileros paracaidistas y 2 de infantería de marina. A todo esto, en las reservas debemos añadir a unas 10 brigadas de diferentes tipos. Estamos hablando de una fuerza considerable, de alrededor de 30 o 35 brigadas, lo cual no era poca cosa: poco más de 220 000 hombres. Subrayamos que estamos hablando de antes de febrero de 2022. 

Ahora, después de más de un año de guerra, Ucrania ha sufrido muchas bajas. Se calcula que, entre muertos, heridos y desaparecidos debemos considerar unos 120 000 soldados, como cifra tope. Según fuentes confiables, el país ha puesto en pie de guerra una cantidad de soldados que va de los 700 000 al millón. Esto es totalmente factible para un país de 42 000 000 de habitantes que, además, están luchando por su sobrevivencia como personas y como nación. En estas cifras, vale la pena mencionar, no estamos contando con los efectivos de la guardia nacional, la policía y la policía de fronteras. Sabemos que, antes de la guerra, Ucrania contaba con 900 000 militares en la reserva, así que no estamos aquí ante un país militarmente en la inopia. Desde que comenzó la invasión, este país ha movilizado a unos 200 000 hombres para cubrir a los que han caído o están heridos, a 60 000 soldados de la reserva, 120 000 hombres en el servicio militar, además de unos 250 000 como tropas auxiliares, que por su estado de salud o por edad no pueden ir al frente. Así que aún hay unas 300 000 personas que podrían ser movilizadas para mantener la fuerza previa a la guerra. A todo esto, anotemos un factor más, que marca una diferencia muy fuerte frente al invasor ruso: la enorme motivación de los soldados ucranianos, es decir, la moral de combate. Recordemos que no es lo mismo el empuje de un ejército motivado, que el empuje de un ejército que no sabe realmente por qué lucha. Así que, en resumen, estamos hablando de unas 60 brigadas, de las cuales más de la mitad ya están preparadas para entrar en acción.

En las cuentas anteriores no hemos contado a las brigadas de la “Defensa Territorial”, de la defensa antiaérea, de las fuerzas de adiestramiento y de la fuerza aérea. Si las contamos, en un gran total, alcanzaremos la cifra de unas 100 brigadas, o más de medio millón de efectivos -hombres y mujeres- en pie de lucha. Los rusos disponen, en los territorios ocupados, de una fuerza que va de los 200 000 a los 350 000 hombres. A esto debemos agregar que la motivación y la capacitación de los soldados ucranios son mucho mejores que las de sus enemigos. Aquí están algunas de las razones con las que podemos explicar parte del enorme fracaso del ejército ruso en Ucrania: no pudo tomar Kiev en menos de una semana, no pudo tomar el Dombás en marzo de 2023 y no ha capturado a un solo nazi. Por el contrario: las pérdidas rusas -soldados, oficiales, generales, tanques, helicópteros, aviones, etc.- han sido enormes, verdaderamente exorbitantes, muchísimo más altas y costosas de lo que en sus peores pesadillas los jerarcas rusos hayan llegado a imaginarse. Ni siquiera en Afganistán sufrieron los soviéticos pérdidas similares.

Lo peor de todo este escenario, para los rusos, es que han provocado que Ucrania disponga ahora de un ejército que no solamente domina el manejo de antiguo armamento de origen soviético, sino que también es experto en el manejo de diversos equipamientos occidentales, tanto de material que estaba en las reservas y en los almacenes como de sistemas de armas que están en servicio activo en algunos de los ejércitos más modernos del mundo occidental. Lo que falta para poder coronar el esfuerzo ucraniano por recuperar sus territorios es que los aliados occidentales por fin se resuelvan a proporcionarle a Ucrania aviones de combate F-16, imprescindibles para lograr la superioridad aérea. Ucrania dispone solamente de los meses de junio a octubre para avanzar todo lo posible, antes de que sea el tiempo de la “Rasputiza” (se pronuncia “raspútitsa”), es decir, la época del año en la que hay enormes lodazales por el deshielo (primavera) y las lluvias (otoño), por lo que, si tuviese apoyo aéreo, avanzaría más rápido y con menos pérdidas.

Sin embargo, es un hecho que, para esta ofensiva de 2023, los ucranios no podrán contar con los anhelados F-16, pues no solamente se trata de pedirlos y recibirlos, en un número de 50 aparatos. Eso, digamos, es lo más fácil, una vez que los aliados occidentales se hayan resuelto a proporcionarlos. Lo más complejo viene aparte: hay que capacitar a las tripulaciones, a los mecánicos, al restante personal de tierra, a los armeros, hay que construir hangares, pistas, talleres y demás instalaciones logísticas necesarias; hay que aprender a integrar estos modernos aparatos con el resto del equipamiento militar; hay que organizar los trabajos de reparación y de adquisición de refacciones, etc.

De todas formas, aún sin contar con una poderosa arma aérea, el comando central del ejército ucranio cuenta con la fuerza suficiente en hombres y en sistemas de armas como para poder enfrentarse al ejército ruso con éxito, aunque sin olvidar que los rusos no están mancos y, aún en las deplorables condiciones en las que están en lo que respecta a su conducción de la guerra, a su moral de combate y a su equipamiento, constituyen un adversario formidable, que tiene el respaldo de la dirigencia política de su país y, como institución autárquica, dispone de una enorme cantidad de recursos materiales y financieros. Una grave dificultad para Ucrania es que, conforme se alargue la guerra, su población estará cada vez menos dispuesta a sacrificarse y a enviar a sus jóvenes a una guerra sangrienta y sin cuartel.

Para terminar, diremos que, por ahora, no parece ser el momento para pensar en negociaciones. Por un lado, sabemos que sólo la guerra termina con la guerra, y, por el momento, ninguno de los dos adversarios puede pensar en sentarse a negociar: Ucrania sólo lo haría si los rusos desocupan lo invadido, a lo que no pueden acceder estos últimos. Y los rusos no están tan debilitados como para pedir una tregua. Pero si Ucrania logra aislar a Crimea, eso sí podría obligar a Rusia a negociar, aunque también es posible que Putin se vea impelido, en su desesperación, a echar todo el resto de las fuerzas que le queden para salvar la situación. Esto podría llevar a un escenario en el que Rusia se vería obligada a desocupar todo, incluyendo Crimea, o a desocupar todo con excepción de Crimea, que entonces quizá Ucrania reconozca como territorio ruso. Este último escenario es, aparentemente, el más probable, con el agravante de que podría poner al gobierno de Zelensky en graves aprietos internos, es decir, ante la población y los electores ucranianos.

Esperemos, en fin, que Ucrania pueda determinar y dictar sus condiciones para la paz, y que logre hacer valer la soberanía estatal sobre todo su territorio. Comparto por entero la percepción de Jean Meyer, quien, como admirador del pueblo ruso, desea fervientemente la derrota del régimen de Putin. Sólo una Rusia post-colonial, afirma Meyer, podrá vivir mejor, siempre y cuando fracase en sus aspiraciones imperiales. Por eso, Ucrania debe prevalecer.