San Nicolás y los regalos navideños
14/12/2023
Autor: Dr. Herminio S. de la Barquera y A.
Cargo: Profesor Investigador Escuela de Relaciones Internacionales

Hace unos días, el miércoles 6 de diciembre, se celebró la festividad de San Nicolás. Esta fue una fecha que hasta bien entrado el siglo XVI fue muy importante para la cristiandad, pues se recordaba a un personaje muy querido; no es en vano que uno de los nombres propios masculinos más populares de la Edad Media, junto a Juan, José, Cristóbal y Martín, haya sido, precisamente, el de Nicolás. Este último nombre, de origen griego (Nikólaos), significa “victoria del pueblo” y ya era muy empleado desde tiempos precristianos. En algunas regiones del norte de Europa, sobre todo en las regiones de mayoría católica en Alemania, sobrevive una tradición muy antigua: los niños reciben pequeños obsequios, traídos por San Nicolás, el 6 de diciembre, tal como ha sido costumbre desde muchos siglos atrás.

Hay dos características muy importantes en esta festividad y en los obsequios que trae este personaje: una, es que San Nicolás llega de noche, a escondidas, a dejar los regalos a los niños, quienes dejan alguna pequeña prenda de vestir (calcetines o calcetas, de preferencia), con el fin de que San Nicolás pueda identificar a los destinatarios de los obsequios, y el hecho de que se trata de pequeños regalos, generalmente nueces, mandarinas, naranjas y manzanas, o chocolates y galletas; a veces también puede ser algún libro pequeño. Es interesante señalar que algunas instituciones católicas han tratado desde hace un par de décadas de emplear una imagen de San Nicolás que lo identifique como lo que fue: un obispo, de ahí su sombrero y su báculo, con el fin de que pueda distinguirse de la imagen de Santa Claus, quien es, permítaseme decirlo así, la versión un tanto degenerada, agringada, de San Nicolás. En efecto: la imagen que tenemos ahora de este personaje ha sido modelada y manoseada por los medios de comunicación y, particularmente, por la mercadotecnia moderna. Ya nadie podría reconocer en “Santa” a un obispo, pues ya hasta le inventaron una esposa, como vemos en algunas películas. Si bien es cierto que los sacerdotes en la Iglesia Oriental podían y pueden casarse, los monjes –de quienes provenían y provienen los obispos- no lo tenían ni lo tienen permitido. A veces, incluso, el personaje cinematográfico tiene hijos, vuela por los aires en un trineo tirado por renos, vive y trabaja en el Polo Norte –aunque pronto quedará al descubierto su escondite, debido al cambio climático-, y tiene a su disposición legiones de duendes y niños que trabajan en una fábrica gigantesca de regalos y en la logística del reparto en Navidad. Una mezcla, entonces, de benefactor, empresario, piloto y gerente.

Pero volvamos mejor a nuestro San Nicolás original, de quien ya en otras entregas perpetradas y arrumbadas en este mismo espacio hemos dado cuenta. Por eso nos concentraremos hoy en dar a conocer algunos datos no muy conocidos, para complementar lo que en otros años hemos consignado sobre él. Realmente vale la pena escuchar la historia de este santo, uno de los más populares en la historia de la cristiandad tanto en la Iglesia oriental o griega (ahora llamada “ortodoxa”), como en la Iglesia occidental o latina (también conocida como “romana” o “católica”), empezando por el hecho de que en su apariencia actual se juntan dos personas con el mismo nombre, pero unidas en las leyendas de dos pueblos históricos de Asia Menor, la actual Turquía: 1) Nicolás, obispo de Myra (o Mira), quien vivió del año 270 / 286 al 6 de diciembre de 326 (también se mencionan otras fechas: 343, 345, 351 y 365), y 2) Nicolás, primero abad de Sión y luego obispo de Pinora, fallecido el 10 de diciembre de 564. Esta fusión de dos personajes históricos en una sola figura no es extraña en esos primeros siglos del cristianismo, producto de la carencia de fuentes y de la confusión de nombres (no se solía emplear apellidos, como hoy); lo mismo sucedió, por ejemplo, con San Valentín. De ambos obispos con el nombre “Nicolás”, el más famoso fue el del obispo de Myra, cuyos restos fueron trasladados a Italia hacia principios del siglo XI, en donde desde entonces reposan. Otra parte de sus restos mortales se encuentra en Venecia.

Esta figura “fusionada” de ambos personajes con el mismo nombre, Nicolás, pasa por haber sido la de un gran benefactor de los pobres, de modo que muy rápidamente pasó de ser un simple santo local, a convertirse en un santo principal de la Iglesia Ortodoxa Griega, y, a la larga, al santo más importante de la Iglesia Ortodoxa Rusa. Su posición descollante entre los demás santos en la Edad Media lo acerca a la de la Virgen María, debido a su enorme distribución espacial y a la enorme veneración popular: se conocen alrededor de 2 000 iglesias consagradas a él. La popularidad de San Nicolás se extendió, partiendo de Asia Menor, a Italia desde el siglo VIII, desde donde llegó al Imperio Romano Germánico en el siglo X. El poder comercial y de transporte de la Liga Hanseática, que irradiaba por todo el norte y el este de Europa, se convirtió en el promotor más poderoso de la difusión del culto a San Nicolás. De la mano de los holandeses llegó al Nuevo Mundo, más concretamente a América del Norte. La historia de la transición entre San Nicolás y Santa Claus ya la hemos comentado aquí en años anteriores. La principal razón de la amplia y extraordinaria popularidad de la veneración del santo fueron sus riquísimas y extendidas leyendas.Si bien casi ningún santo es tan conocido como San Nicolás, aunque sea a través de la deformada versión de Santa Claus, la mayoría de la gente sabe poco sobre él, de sus leyendas y de sus costumbres. Aquí anotamos cinco datos interesantes:

1) Santa Claus originalmente vestía de marrón y verde, luego cambió a rojo y blanco durante la Guerra Civil estadounidense (años 60 del siglo XIX);

2) Este año (2023), San Nicolás, el obispo de Myra, celebra su cumpleaños número 1753, aproximadamente.

3) Los niños en algunas regiones europeas preparan calcetines, botas y platos la víspera de San Nicolás, es decir, desde el 5 de diciembre por la tarde noche, porque en el cristianismo, siguiendo el antiguo estilo oriental, el día comienza con la puesta de sol del día anterior;

4) San Nicolás es también el santo patrón de los marineros. Por eso, los niños solían hacer barcos en los que se colocaban los regalos que traía San Nicolás.

5) La figura y el mensaje de San Nicolás fueron devaluados durante la mal llamada “Reforma protestante”, como veremos abajo.

San Nicolás fue muy popular a lo largo de los siglos, hasta que llegó, a principios del siglo XVI (1517), el movimiento luterano, con la idea de sanear a la iglesia católica, que se hallaba sumida en uno de sus momentos más obscuros de su historia. San Nicolás era una especie de héroe para los niños, los marineros, los comerciantes y muchos otros grupos. Los niños, en especial, lo querían porque recibían regalos en su nombre en el día de su conmemoración, 6 de diciembre. Sin embargo, al reformador Martín Lutero no le gustaba el significado del santo, mejor dicho, de ningún santo. Pero, como todas sus prohibiciones sobre la veneración a San Nicolás habían resultado inútiles, Lutero cambió la fecha del reparto de regalos y la trasladó a la Navidad, que hasta entonces sólo se celebraba en la iglesia, no en las casas. El resultado, en los hogares luteranos, fue la Navidad familiar, para la que Lutero ideó que fuese el Niño Jesús (Jesuskind) quien, en lugar de San Nicolás el 6 de diciembre, ahora llevara los regalos en la noche del 24 del mismo mes, siguiendo el mismo “modus operandi”: en la obscuridad y sin ser reconocido.

Esto último se debía a que, para pasar desapercibido, el obispo Nicolás distribuía sus pertenencias por la noche. Según la leyenda, era un joven huérfano que había heredado riquezas. Se dice que por la noche arrojaba pepitas de oro por la ventana de una familia pobre para que las tres hijas jóvenes pudieran casarse y no tener que venderse como esclavas para salir de la pobreza. Nicolás ayudaba desinteresadamente a personas necesitadas de todo tipo, pues veía a Jesucristo en todos los menesterosos.

El hecho de no ser reconocido como benefactor es un motivo central del santo, pues no daba o regalaba para ser celebrado como donante o como alguien generoso. Él daba para ayudar, no para que se lo agradecieran los involucrados. Los padres de familia que, como Nicolás, dan regalos a los niños, debían hacerlo para dejar un mensaje muy claro: ser bueno y hacer el bien vale la pena. En el día de San Nicolás, esta es la enseñanza central del santo de Mira: hacer el bien sin esperar recompensa o reconocimiento. Por eso lo importante no es dar regalos caros o grandes, sino darlos con el cariño y el afecto que los niños necesitan y merecen. Los regalos no deben substituir al amor de los padres.

Así que el hecho de que ahora los obsequios se repartan el día de Navidad y no el 6 de diciembre es una herencia de Lutero, quien arrancó a San Nicolás, por así decirlo, la facultad de repartir regalos y se la entregó al Niño Jesús. Pero el reformador alemán no podía adivinar que unos siglos más adelante se fusionarían ambas costumbres, la católica y la protestante, en tierras de lo que hoy son los Estados Unidos, para que una figura, que difícilmente nos permite identificar al legendario obispo de Mira, le quitara a su vez al Niño Jesús la tarea de repartir cosas a los niños. No cabe duda de que la historia da muchas vueltas: ya ni quien se acuerde en estas fechas del obispo Nicolás ni del Niño Jesús. Ahora lo importante son los regalos.