México en el “Índice de la democracia”
28/02/2024
Autor: Dr. Herminio S. de la Barquera y A.
Cargo: Profesor Investigador Escuela de Relaciones Internacionales

Mis cuatro fieles y amables lectores lo saben, y lo saben bien, pues son personas preparadas, informadas y, a mayor abundamiento, de finas maneras y acrisolada educación: el semanario inglés The Economist publicó hace unos días su “Índice de la democracia” (Democracy Index), que cada año analiza la situación de la democracia en el mundo. Para esta edición correspondiente a 2023 incluyó a 165 naciones independientes y dos territorios. Este documento es importante porque, aunque pueda discutirse acerca de la metodología empleada para su elaboración, no podemos negar que refleja de una manera muy entendible la situación de la democracia como tipo de régimen, como forma de dominación política, en el mundo actual. Veamos algunos detalles relevantes.

Este índice clasifica a las naciones estudiadas en cuatro categorías: democracias plenas (full democracies), con un índice mayor de 8 en una escala de 0 a 10; democracias defectuosas (flawed democracies), con un índice entre 6 y 8; regímenes híbridos (hybrid regimes), con más de 4 hasta 6; y regímenes autoritarios (authoritarian regimes), con un índice de 4 para abajo. En su edición correspondiente al estado de cosas de 2023 hubo 24 democracias plenas, 50 débiles, 34 regímenes híbridos y 59 autoritarios.

El primer país no europeo que aparece en la lista con las mejores calificaciones es Taiwán, en el número 10. Es cierto: Nueva Zelandia ocupa el segundo lugar, pero podemos catalogarla como perteneciente al mundo occidental por su cultura. De todas maneras, podemos afirmar que en estos primeros 10 puestos aparecen 8 países europeos, 1 de Oceanía y uno de Asia. Aquí vale la pena recordar que Taiwán es una nación independiente que vive bajo la constante y abierta amenaza de invasión por parte de la República Popular China, que ocupa el lugar 148 de la misma lista, junto a Uzbekistán, por lo que se cataloga no como “Democracia plena” sino como “país autoritario”. Es fácil adivinar que, en caso de una guerra exitosa contra Taiwán, China no solamente le robaría su libertad, sino también las ventajas de vivir en un régimen democrático de primer nivel.

América aparece hasta el lugar 13 (Canadá); en el 14 ya encontramos a un representante de América Latina: Uruguay. En el 17 está Costa Rica, mejor situada que naciones como Japón, Austria, Reino Unido, Francia y España. Casi todos los países europeos occidentales aparecen en este apartado de democracias plenas, con excepción de Italia, Portugal y Bélgica, que ya figuran en la sección de democracias defectuosas. El país mejor situado en estas democracias defectuosas o débiles es Chile (lugar 25), por arriba de los Estados Unidos (29). Trinidad y Tobago ocupa el lugar 43, Jamaica (la isla, no el mercado de Jamaica, entiéndase) aparece en el 45, Panamá en el 48 y Brasil en el 51.

En la sección en donde los puntos obtenidos sólo alcanzan para que entren los llamados “regímenes híbridos”, el país latinoamericano mejor posicionado es Perú, con 77 puntos. Después de pasar por Senegal, Armenia, Ecuador, Tanzania, Madagascar, Hong-Kong y Georgia, al fin aparece México, ocupando un vergonzoso lugar 90, o sea, en la mitad de debajo de la tabla, con 5.14 de calificación. En una escuela, hasta de la 4T, esto significa que estaríamos reprobados. En el lugar 91, por cierto, está Ucrania, a quien el gobierno mexicano se ha negado a apoyar en su justa guerra de defensa contra Rusia.

Este último país, cuyo dueño absoluto es Vladimir Putin, está decididamente en la sección de los totalmente reprobados, en la posición 144, junto con países con quienes el presidente López coquetea constantemente: Cuba (135), Venezuela (142), Nicaragua (143) y China, situada, como ya dijimos arriba, en un esplendoroso lugar 148. Tayikistán, a quien el gobierno mexicano vendió por un puñado de dólares el avión presidencial, está en el puesto 155. Afganistán está en el último lugar de la lista, con el número 167 y 0.26 de calificación.

Si analizamos los reportes del semanario británico entre 2008 y 2023, es claro que la democracia ya no se encuentra en optimista marcha triunfal sino en franca retirada. Incluso países con una sólida tradición democrática como los Estados Unidos están en peligro no solamente porque Trump se sigue fortaleciendo, sino porque las bases de las convicciones democráticas en el Partido Republicano y en amplias capas de la población están muy erosionadas. Si hacemos cuentas, 24 democracias plenas más 50 débiles nos dan 74 países con algún grado de democracia; pero tenemos 34 regímenes híbridos más 59 autoritarios, para un total de 93. Es decir, son muchos más los países híbridos (es decir, con algunos rasgos autoritarios) y autoritarios que los democráticos o medianamente democráticos.

Desde hace ya un par de años, desde el 2021, México no cuenta más como una democracia defectuosa o débil sino como un régimen híbrido. A un lento ascenso desde principios del siglo siguió un paulatino deterioro, que culminó momentáneamente con el paso a la categoría de los regímenes híbridos. Esto quiere decir que, si bien aún hay prácticas democráticas en nuestro país, estas conviven con características propias de los regímenes autoritarios. Cierto, tenemos procesos electorales periódicos, pero la tendencia es a hacerlos cada vez más obscuros, a controlarlos desde el gobierno, a presionar a los votantes con dádivas institucionalizadas y a arrinconar a la oposición. Desde el poder se ataca a la prensa libre, se atropella al Estado de derecho (hay que ver, como muestra, la “justificación” del presidente López para dar a conocer el número particular de una periodista) y, algo propio de los regímenes autoritarios, se busca controlar por completo a los poderes legislativo y judicial. De unos años para acá es evidente que el poder ejecutivo federal arremete contra todo aquello que signifique pesos y contrapesos, esencia de un Estado democrático. En conclusión: nos estamos acercando a los regímenes autoritarios y alejando de las democracias, según las mediciones de The Economist.

Ahora que en el mundo entero estamos entrando a un súper año electoral, es fundamental que seamos conscientes de la importancia que tiene nuestro comportamiento para defender la democracia y sus valores. Desde hace años hemos sostenido en este y en otros espacios que el principal enemigo de la democracia occidental –por muy imperfecta que sea, es lo mejor que se tiene- es Vladimir Putin. Por eso es preocupante que el gobierno mexicano se muestre tan cercano a él, tan comprensivo y tan solidario. Pareciera que López y MORENA prefieren ver hacia la parte baja de la tabla del índice de democracia, en donde están los regímenes autoritarios, que hacia arriba, en donde están las democracias plenas. ¿Hacia dónde queremos navegar nosotros?

Debemos entender que es importante alejarnos de la ingenuidad en materia política: no hay posturas neutrales en esto, pues cualquiera que sea nuestra conducta y nuestro proceder sirven para apoyar y apuntalar o para debilitar y derribar a la democracia. Toda acción, personal o de grupo, que participe en la organización o en la puesta en marcha de actividades culturales, deportivas, políticas o económicas organizadas desde un gobierno autoritario sirve para fortalecerlo y legitimarlo, aunque nuestra colaboración pueda percibirse como pequeñita, desinteresada, neutral o intrascendente. 

Ya lo decía Alexei Nawalny: las malas personas, para imponerse, sólo requieren que las buenas personas no hagan nada. Lo decía refiriéndose también a la lucha por la democracia y los derechos fundamentales. La realidad nos lo muestra con crudeza: los tiranos como Putin, como Ortega y como Maduro, o los aprendices de tiranos, como López o Bukele, sólo requieren para triunfar que los demócratas no hagamos nada. Así que tenemos mucha responsabilidad en nuestras manos, aunque pareciera que no.