Durante el XIX Encuentro de Centros de Cultura, el Cardenal José Tolentino de Mendonça, Prefecto del Dicasterio para la Cultura y la Educación, impartió la conferencia titulada "La Universidad como alma mater de ciudadanía". En su intervención, destacó el papel crucial de las universidades, especialmente las de inspiración católica, como espacios generadores de conocimiento, innovación y compromiso social. Reflexionó sobre los desafíos contemporáneos que enfrentan las instituciones educativas, como la crisis de confianza y la necesidad de renovar el pacto educativo, subrayando la responsabilidad de formar ciudadanos comprometidos con el bien común en un contexto global complejo y cambiante.
A continuación presentamos la trasncipción completa de su ponencia.
Una cosa muy bonita en estos dos días es que nos saludamos tantas veces más siempre es un placer abrazar a mi hermano el obispo de Puebla Monseñor Víctor Sánchez Espinoza y agradecerle todo lo que hace y lo que inspira en esta porción viva del pueblo santo de Dios, agradecer a mis hermanos obispos aquí presentes, Monseñor Alfonso Cortés Contreras y Monseñor Lizardo Estrada, por aquello que representa de este camino de la iglesia, siempre muy cercana de este mundo de Cultura y Educación claro, agradecer al magnífico rector que nos da acogida en este importante evento don Emilio Baños Ardavín y en su persona saludar este claustro y profesores, a la comunidad de estudiantes de colaboradores de esta universidad y de todas las otras universidades que se hacen representar en este encuentro.
Saludo también a nuestro presidente de ODUCAL, Ing. Rodolfo Gallo y en su persona a todos los que son parte de esta alianza tan importante entre la educación y la cultura.
Una primera mirada a la realidad porque nos resulta tan difícil comprender los tiempos actuales en toda su complejidad contrastes y desafíos creo que el Papa Francisco lo expresa con mucha lucidez y claridad, se puede decir afirma Francisco que hoy no vivimos en época de cambios, sino un cambio de época.
No se trata solo por eso de una crisis económica y financiera, no son solo las turbulencias de los mercados, no es solo la precariedad del trabajo en este siglo nuevo y el agravamiento de los desequilibrios sociales, no es solo el impacto de las tecnologías y el shock de paradigmas en la era de conocimiento y la información; es un cambio radical que afecta ante todo a la forma en que la humanidad vive su existencia en el mundo.
La gran cuestión de actualidad es antropológica y aquí los poetas, los criadores, los intelectuales, los universitarios son verdaderamente antenas que anticipan los problemas esenciales. Ante esto, el problema número uno es un problema antropológico.
Es muy claro para la cultura, de unas décadas acá recuerdo a su gran poeta Octavio Paz en sus versos que dicen "Soy hombre: duro poco y es enorme la noche. Pero miro hacia arriba: las estrellas escriben. Sin entender comprendo: también soy escritura".
Hoy en día la mayoría de los seres humanos comprenden también como lo dice Octavio Paz sin entender, la mayoría de los seres humanos comprenden que están inmersos en una revolución que es tecnológica, pero también civilizatoria y antropológica y que tiene un objetivo preciso. Al cambiar nuestra forma de trabajar con la realidad pretende alterar también la configuración de nuestra experiencia del mundo y en consecuencia nuestra conciencia de nosotros mismos.
Una de las dificultades del momento actual es que nuestras sociedades se parece más a la heterogeneidad y un mosaico disparejo que a una imagen agregada y unitaria, globalmente estamos en crisis y es importante darse cuenta que eso es, ante todo, una crisis de confianza. El pacto de confianza también se ha roto en relación con la enseñanza superior, la institución universidad está también en el ojo de la tempestad.
El Papa Francisco, dirigiéndose en 2015 a los participantes del Congreso Mundial sobre Educación organizado por nuestro Dicasterio, recordó la responsabilidad de las universidades ante la cultura del pacto educativo que se ha roto. Cuando las universidades reproducen acríticamente las asimetrías económicas, sociales, culturales y espirituales del tiempo, y no se comprometen a transformar su contexto respondiendo, por ejemplo, al derecho universal a la educación, sino que se aferran a un modelo educativo demasiado selectivo o aislado de las cuestiones de la vida, se instala una crisis de confianza. Esta, dice el Santo Padre, es una realidad global que nos lleva a la selectividad humana, y en lugar de acercar a los pueblos, los aleja. Nos aleja unos de los otros, una cultura de otra.
Y esta crisis de confianza actual es también una crisis generadora. Si nos preguntamos qué hacen realmente las universidades para responder a los grandes interrogantes humanos y a la verdadera emergencia que vivimos, podemos encontrarnos en dificultad.
Una amenaza para las universidades es la tentación de momificarse. Se convierten en corporaciones demasiado pesadas y defensivas en relación con la evaluación y la crítica,
y que operan concentrar su histórico y en relación con los debates y época más decisivos, se convierten en lugares de autopreservación más que de innovación, su discurso, se centra más en el pasado que en el futuro.
Sin embargo, la misión de la universidad es aquella de ser un laboratorio para el futuro, una universidad en la fidelidad a la tradición, porque nosotros representamos una tradición y la queremos mantener; la queremos mucho, una tradición de siglos con más de mil años de historia y esta tradición para nosotros es una fuente de inspiración que debe continuar más al mismo tiempo nosotros como universidades católicas, de inspiración cristiana, abrazamos la innovación.
Sabemos que es necesario relanzar gente, recomenzar un pacto de confianza y que nos tornemos generadores capaces de atravesar la crisis de confianza actual que mina la relación de las sociedades con instituciones. Nosotros tenemos que atravesar buscando creativamente nuevos ejemplos, creiblemente empezar nuevos caminos.
Cuál es realmente el ADN de nuestras universidades católicas o de inspiraciones cristianas. Nosotros creemos hacerlo bien lo que hacemos, la caridad para nosotros no es una opción, queremos ser instituciones creíbles desde el punto de vista de la Caridad, de las propuestas académicas científicas y de comunidad; queremos ser creíbles, queremos estar también entre los mejores y luchamos cada día por eso.
No es una opción tener calidad, más al mismo tiempo para nosotros no basta, no basta competir en los rankings, no basta obtener buenas calificaciones de las agencias de evaluación, queremos es, más no nos basta eso, eso es fundamental, más la finalidad de nuestra red de universidades como deja claro el Concilio Vaticano II en su declaración Gravissimum educationis es garantizar que se haga de forma pública, estable y universal la presencia del pensamiento cristiano en el empeño de promover la cultura superior; es que los alumnos de nuestros institutos se formen personas prestigiosas por su doctrina, preparados para el desempeño de las funciones diversas, todas muy importantes en la sociedad y sean testigos del humanismo cristiano y de la fe en el mundo.
Es por esa razón que las universidades católicas han sido consideradas nacidas en el corazón de la Iglesia, lo dice San Juan Pablo Segundo en el Ex Corde Ecclesiae, es en el corazón pulsante de la Iglesia que nacen las universidades católicas.
En este mundo polarizado, fragmentado y disperso, ¿cuál es la tarea de nuestras universidades y de sus proyectos y conocimiento?, sino la de integrar a sus egresados en la vida pública como ciudadanos auténticos. No cabe duda de que el futuro exige una visión humana integrada esperanzada en la que el conocimiento, tan importante el conocimiento, nosotros que vivimos esta transición de época precisamos del conocimiento también para las cosas de que todos hablamos, por ejemplo, todos hablamos de inteligencia artificial, más la conocemos poco, nuestros universitarios y de los centros de cultura, tenemos el espectro, sabemos la importancia del conocimiento y por eso invertimos tanto en él y los recursos principal debe ser la persona humana, es preciso, pues reforzar una antropología integral que sitúe a la persona humana en el centro de los principales procesos civilizatorios.
La principal inversión no puede dejar de ser humana es decir la inversión en la capacitación de cada persona para que pueda desarrollar su potencial. Una escuela, un centro cultural es una sala de parto donde se aprende a nacer, es un aula de vuelo dónde se aprende a volar a ganar alas; esto es una inversión en el bien común con la persona humana en el centro.
Hablando de sus visitas constantes al mundo universitario el papa Francisco preguntaba a los estudiantes y es una pregunta que traigo para todos, a esta asamblea tan cualificada que tengo delante a mí, ¿debemos resignarnos, debemos permitir que se apague nuestro deber de ser ciudadanos, debemos huir de la realidad, debemos lavarnos las manos y cegarnos en nosotros mismos? creo que no solo hay un camino a seguir, sino que precisamente y el momento histórico que vivimos nos urge buscar y encontrar caminos de esperanza, que abran nuevos horizontes a nuestra socieda.
En las universidades no puede dominar el pesimismo, no puede dominar el conformismo; en las universidades somos llamados a pensar nuevas versiones de la realidad y a soñar cómo podemos ayudar, cómo podemos potenciar, cómo podemos hacer caminar adelante en la diversión justa de nuestros mundos la gran crisis que hoy vivimos, lo dice el Papa Francisco en la Universidad de Bolonia, la gran crisis es también una gran oportunidad, un desafío a la inteligencia y a la libertad de cada persona; nuestras instituciones no claudican en su libertad, en su libertad de pensamiento, de su libertad y pesquisa de investigación, de su libertad de hacer propuestas creativas al servicio de la persona humana y de la Iglesia.
Un desafío que nos hace reconocer como constructores de esperanza y una de las más sencillas y bellas frases de papa Francisco en contexto universitario es esta que hice por la primera vez en la Universidad de Bolonia alma mater de todas nuestras universidades y él decía ¡qué bueno sería que las aulas universitarias fueran laboratorios de esperanza!, que bueno sería si nuestros centros, nuestros departamentos, decanatos, nuestro centros de investigación fuesen, se tornase, laboratorios de esperanza.
En sus escritos sobre la Universidad, el cardenal John Henry Newman sostenía, que lo propio del saber universitario es la facultad de ver muchas cosas a la vez como un todo y llevarlas una a una a su verdadera posición en el sistema universal dándose cuenta de su valor y determinando su dependencia recíproca.
Nosotros podemos decir todo lo que es humano nos interesa porque tenemos esta pasión por lo universal, de hecho la universidad no pueda alejarse de la verdad contenida en su propia etimología que la hace genéticamente diversa y plural. El Papa Francisco nos recuerda “por naturaleza y misión son universidad”, es decir, abrazar el universo del saber para garantizar esa mirada y universalidad sin la cual, la razón reciclada a modelos parciales renuncia a su más alta aspiración, la de buscar la verdad y esto para nosotros es el fundamento.
Nosotros somos comunidades que buscan juntos la verdad, es esencial que nuestras universidades y centros aspiren a la universalidad del conocimiento valorizando una visión polifónica y complementaria de la propia existencia, por ejemplo, las universidades se enfrentan tantas veces al problema de la sostenibilidad económica de determinadas áreas, el departamento científico no se debe poner en peligro, la diversidad de campos del saber sustituyéndola por monocultivos que la lógica de los números dice que son más rentables en un determinado momento. No podemos renunciar a la matriz universalista, por ejemplo, la filosofía, normalmente hay un problema de sostenibilidad con las humanidades ¿podemos nosotros renunciar a la construcción del pensamiento crítico? jamás, porque sería renunciar a nuestra propia identidad; más debemos saber leer las señales del tiempo. En un auditorio reciente del gobierno europeo sobre la educación se decía esta cosa espantosa que 50 por ciento de las profesiones actuales en los próximos 20 años desaparecerán y 50% de las nuevas profesiones no se han inventado aún.
Nosotros estamos llamados a escuchar el futuro que llega cada día por nuestra puerta y entender no solamente lo que es necesario hoy más lo que será necesario mañana en el futuro. La universidad es una comunidad de personas que viven en estrecha interacción mutua, esta interacción para nosotros no es opcional es verdaderamente nuestra identidad, una universidad es una corporación, es una comunidad.
Los Santos Padres nos recuerdan tantas veces los orígene, cuando los maestros y los estudiantes decidieron vivir juntos la búsqueda de la realidad, de la verdad y así nacieron las universidades; más hoy sabemos que somos una comunidad larga, compleja y todos son importantes, los los profesores, los investigadores, los estudiantes, los técnicos, administrativos, el personal que trae humanidad de servicios a nuestra comunidad, todos juntos tenemos alegría de ser uno, de estar al servicio de un proyecto que es más grande que nosotros mismos, un concierto colectivo es un es una aventura comunitaria una aventura de todos, esta es nuestra epistémia, este el el rostro Ethos, ser comunidad y una comunidad que es formativa, es una comunidad que se dedica de una forma sistemática a ayudar a una ciudadanía.
Hay una ciudadanía política por su puesto, no solo las Naciones Unidas hablan de la ciudadanía cultural, también tenemos una ciudadanía humana, tenemos una ciudadanía espiritual y ella para nosotros es profundamente generativa, está en el centro de nuestros procesos.
A mi me conmueve mucho que como responsable, a quien el Papa Francisco pidió que lo ayudas en este campo de la educación, me conmueve mucho leer Ex Corde Ecclesiae que es la Constitución digámoslo así para nuestras universidades y en Ex Corde Ecclesiae se habla mucho de la Pastoral universitaria.
El diálogo fe y razón en una Universidad Católica por supuesto es representado también por la Pastoral Universitaria, es lo característico de una Universidad Católica de inspiración cristiana.
En una Universidad Católica cuando el diálogo fe y razón acontece en todos los ámbitos, no apenas por la Pastoral Universitaria, más en laboratorios, en los salones de clase, los corredores, los comedores, en todas las partes que conviven, las bibliotecas; este diálogo fe y razón ayuda verdaderamente a construir un testimonio de qué significa ser cristiano en esta sociedad humana.
Nosotros estamos llamados a una gran misión y tenemos que abrazarla con ganas, con entusiasmo, esta hora no es un ahora para pensamientos que se invocan a si mismo, autorreferenciales, esta hora es una hora para mirar el futuro porque en una universidad nosotros estamos como hipotecados a la esperanza, porque cuando nos llega un chico o una chica con 17-18 años de edad y nos entra por el portón de la Universidad y nos mira nos mira con sus ojos llenos de preguntas, llenos de incertidumbres, llenos de sueños, nosotros somos responsables, no, apenas por los créditos profesionales que un título académico dará a aquel joven; nosotros somos responsables por la luz de sus ojos.
Somos responsables por un deseo más profundo que los seres humanos transportan dentro de sí y al que no podemos renunciar a dialogar con esta vocación fundamental a la vida, a la realización, a la búsqueda de un sentido para para la vida; por eso no somos solamente campos educativos de ciencias y saberes, nosotros buscamos también una sabiduría, buscamos transmitir sentido de la vida, buscamos testimoniar una verdad que no nos separa de los demás, por el contrario nos mete al servicio de todos y una Universidad Católica es una fuente de inspiración cultural, porque transporta esta memoria, esta apertura, este saber. Nosotros podemos ser pequeños, más la historia de la que somos testigos y portadores es enorme.
Les doy un ejemplo personal, cuando era asidero y bibliotecario de la Santa Romana Iglesia, tantas veces me correspondía acompañar la visita de Jefes de Estado, de grandes personalidades de la cultura, que por supuesto tenían mucha curiosidad para conocer la biblioteca de los Papas y lo grande del archivo de la memoria de la humanidad que es la central de la Santa Cede y al principio ingresaban hablando, charlando, bromeando un poco, haciendo una una visita contentos y poco a poco ingresabamos en aquellos mundos llenos de tesoros y de memoria y poco a poco se instalaba un silencio de admiración, ¿qué es esto? ¿qué es tanto saber, tanto conocimiento, tanto respeto por la humanidad, tanta fe en los hombres? Porque si uno hace una biblioteca de aquellas dimensión es porque cree en los conocimientos que son una cosa tan frágil. Sabemos nosotros más al mismo tiempo un potencial tan grande, tan extraordinario y poco a poco este silencio decía el respeto que el cristianismo merece en términos culturales.
Hoy somos herederos de una tradición, por supuesto donde la oración a requerido su autonomía en relación a la fe y nosotros respetamos la autonomía de la razón, más nosotros sabemos que la razón no se basta a sí misma, tiene que entrar en diálogo.
Escribiendo recientemente a las facultades y academias de teología, el Santo Padre decía, esta cosa muy importante, los saberes teológicos deben ayudar a la razón contemporánea, a construir nuevas nacionalidades, los modelos de razón dominantes, hasta aquí se agotaran.
Lo vemos hoy por las consecuencias sociales y culturales por este clima de incertidumbre que domina el corazón de los jóvenes, nosotros debemos de encontrar nuevas síntesis, debemos de inspirar en nuestro tiempo.
Una Universidad Católica es una universidad que inspira y aparece comprometida con la formación de una ciudadanía, que es una ciudadanía donde los elementos fundamentales de la persona humana, de su libertad, de su dignidad, de su verdad son plenamente respetados.
Esto se hace como una historia de amor, ayer el presidente recordaba en el panel que no debemos tener miedo de la palabra amor y en la Universidad Católica, de inspiración cristiana, un centro cultural católico, no se entiende de otro modo, es una aventura de amor, de bendición, de entrega total, de pasión que nos anima y nos hace hacer de esta comunidad no solamente un lugar de trabajo, mas un lugar de nuestras humanidades, donde crecemos juntos, donde nos ayudamos a crecer donde descubrimos juntos aspectos de la verdad que solos no conseguiríamos llegar, más todos en comunidad vemos las múltiples fases de la verdad y esta historia de amor es también una historia de santidad, una historia de santidad vivida todos los días de mujeres y de hombres que con mucha humildad, con mucha perseverancia, muchos oyentes de su misión viven su oferta su oferta para este servicio tan bello que es ayudar una persona a nacer y cuando ayudamos a nacer, nosotros nacemos también.
Somos, queridos amigos, queridos hermanos, hermanas, herederos de una tradición que es nuestra identidad que continúa a ser una responsabilidad fundamental para todos nosotros y termino recordando un texto de nuestros orígenes cristianas, notable por su belleza, su elegancia también formal, porque los cristianos fundaron también una lengua una retórica una literatura, una forma de relación entre entre los hombres y de eso también también nos enorgullecemos. Pedimos perdón históricos de las cosas que hicimos mal, pues también queremos ver las cosas que hacemos bien y pensar a gigantes de los pensamientos humanos, grandes hombres de la ciencia del conocimiento de la cultura, que el cristianismo ha generado en los siglos y continúa generando porque esta asamblea es la prueba de eso.
A hora este texto es la epístola A Diogneto y es un texto que piensa el lugar de los cristianos en el mundo. Me acordé de este texto porque también habla mucho de la ciudadanía, nuestra ciudadanía y aquella que tenemos que construir juntos y la epístola A Diogneto dice que los cristianos habitan en su propia patria pero, como forasteros, toman parte en todo como ciudadanos, pero lo soportan todo como extranjeros, viven en la carne, pero no según la carne, vive en la tierra, pero su ciudadanía está en el cielo obedecen las leyes establecidas, pero con su modo de vivir superan estas leyes, aman a todos, los cristianos son en el mundo lo que el alma es en el cuerpo. El alma en efecto se halla esparcida por todos los miembros del cuerpo, así también los cristianos se encuentran dispersos por todas las ciudades del mundo; tan importante y noble, es el puesto que Dios les ha señalado, que no les está permitido desertar. ¡Queridos hermanos a vosotros no está permitido desertar!.
Gracias.