Sobre contestar un examen con ChatGPT y el reto de la formación integral en la era de la IA
16/10/2024
Autor: Mtra. Selene Georgina López Reyes
Cargo: Profesora de Formación Humanista

Hace unos días un estudiante me contó algo que me dejó reflexionando sobre varios aspectos de la formación universitaria. A continuación, comparto una versión, con permisos creativos (dados por mi mala memoria) de lo que me comentó: 

Maestra, hoy nos entregaron los resultados del examen de una materia de matemáticas (omito el nombre de la materia). Estoy muy feliz porque pasé (supongo que, ante mi rostro, vio necesidad de aclarar), es que sólo un compañero y yo hicimos el examen sin utilizar inteligencia artificial para resolver las preguntas. Mi compañero, que no pasó, estaba muy triste y arrepentido de no haberla usado, ya que el 90% de los estudiantes del grupo sí la utilizó y aprobó. Yo al verlo así le comenté, bueno al menos fuiste honesto. 

Sorprendida, sólo tuve oportunidad de decir: “Felicidades, y qué pena que quien es honesto se sienta mal por serlo”. La conversación terminó ahí porque mi estudiante salió apresurado, seguramente a su siguiente clase. Sin embargo, la situación quedó dando vueltas en mi cabeza. Mi primera reacción fue culpar a los estudiantes y a la inmoralidad de los tiempos que vivimos: ¿Qué sentido tiene estudiar una licenciatura si una IA puede responder las preguntas de los exámenes? ¿Tan mal como sociedad estamos que logramos que una persona que hizo por sí misma un examen sienta arrepentimiento de no usar una IA para salir mejor? 

Sin embargo, pronto empecé a preguntarme cosas que creí que tocaban un fondo que no había considerado de inicio: ¿Tiene sentido aplicar un examen que puede ser resuelto con la ayuda de la IA?, ¿Qué de los contenidos, las estrategias didácticas, o las explicaciones han llevado a unos 30 estudiantes a preferir apoyarse en una IA en lugar de esforzarse por entender y aplicar los conocimientos adquiridos?, ¿y qué deberíamos formar en un estudiante, que una IA no pueda ofrecerle? Estas preguntas me han hecho pensar en la labor educativa, en la formación integral y en el esfuerzo, por lo que he replanteado mis cuestionamientos de la siguiente forma: ¿Es realmente necesario el esfuerzo de aprender, resolver, pensar y generar virtudes para alcanzar los objetivos de la formación universitaria en UPAEP?. Para responder a esta pregunta, debemos recordar nuestra misión institucional: “Crear corrientes de pensamiento y formar líderes que transformen la sociedad, en la búsqueda de la Verdad, integrando Fe, Ciencia y Vida”. Además, en UPAEP entendemos a la educación como: 

  1. La educación es el proceso permanente de actualización ordenado y jerarquizado, de todas las potencialidades y capacidades de la persona humana, para que llegue a su plenitud y madurez, desarrollando sus cualidades individuales y cumpla su vocación personal; a la vez que promueva el mejoramiento de las circunstancias sociales e históricas en que vive. (Naturaleza y Misión de la UPAEP, CAPÍTULO II, PRINCIPIOS GENERALES, la educación, p. 15).

Considerando lo anterior, me pregunto, ¿deberíamos evaluar aquello que una inteligencia artificial puede responder, o debemos buscar formas más creativas y profundas de evaluar la actualización de esas potencialidades, capacidades, el logro de tales corrientes de pensamiento y del liderazgo transformador? Lo anterior porque me ha parecido que un examen como el del relato, sería una prueba de que los alumnos no han desarrollado las virtudes propias de la disciplina, ni son capaces de generar un pensamiento propio o un liderazgo orientado al bien común, lo que a su vez implica que no han comprendido la importancia de una operación matemática, su funcionamiento y lo que expresa de la realidad que se ha pretendido conocer, explicar o intervenir. 

Como señala Olga Belmonte (2016):

La formación y el desarrollo de la inteligencia no deben orientarse meramente a «saber más», sino a «saber ver mejor». Es importante tener conocimientos, pero de poco sirven si no se tiene la capacidad de adaptarlos a la realidad en que se vive. De nada sirve el saber, si no sabemos mirar, para mejorar el mundo con nuestro saber. (…) Cualquier excelencia será imperfecta, cualquier esfuerzo vano, desde el punto de vista humano, si no va a acompañado del deseo de Bien (p. 612).

Mi reflexión no es tanto una crítica al contenido del examen en cuestión, sino a mis propios métodos de enseñanza y evaluación. Me doy cuenta de que algunas de mis evaluaciones podrían ser fácilmente resueltas por una IA, lo que reduce el valor del esfuerzo que mis estudiantes necesitan invertir en ellas y, como consecuencia, podría llevarlos a subestimar la reflexión sobre la persona y la dignidad que me parece tan esencial en un estudiante UPAEP.

Regresando al cuestionamiento inicial, y considerando nuestro propósito y concepto de educación, el esfuerzo no solo es necesario, sino esencial. Si entendemos que las capacidades y potencialidades que desarrollamos en la universidad son virtudes— ya sean cardinales, teologales, intelectuales, éticas o profesionales—, estas, al cultivarse, incrementan la capacidad (Polo, 2006) y la libertad de la persona. El esfuerzo, según la sabiduría popular, es la madre de todas las virtudes. Para formar un hábito y posteriormente una virtud, la persona debe considerar el bien y orientar su acción a él, y en el ámbito educativo, el profesor debe mostrar al estudiante el valor del contenido o aplicación de su asignatura. Cuando el estudiante descubre tal valor, puede actuar con libertad, autodeterminarse y adoptar criterios personales y profesionales que posteriormente sean guía de sus acciones, lo que por supuesto requiere un esfuerzo, pero aporta como resultado una progresiva facilidad de realizar las acciones o reflexiones propias de una persona con esos referentes: 

Pero no es repetir actos como un autómata, sino con libertad: con conciencia y queriendo esos actos, valorando cada vez más el bien de cada acto. La experiencia nos marca que al comienzo cada acto bueno “nuevo” suele costar un poco más. Pero precisamente el esfuerzo consciente de ir realizando esos actos buenos genera la virtud y hace que ellos sean poco a poco más sencillos (Gallego & Vidal, 2018, p. 34).

Impartir y evaluar contenidos que pueden ser resueltos por una IA es un sinsentido evidente. No solo limita la libertad del estudiante, sino su desarrollo integral y lo priva de esforzarse y descubrir por sí mismo la realidad enmarcada en nuestras disciplinas. Autodeterminarse es una tarea personal ineludible, y mi tarea como formadora es acompañarlos en ese proceso y darles ocasión de conocer la ciencia y la aplicación de los contenidos que conozco, en ese proceso constante de ser y hacerse a sí mismos.

Referencias:

Belmonte García, O. (2016). El esfuerzo como virtud. Sal Terrae, 104, 599-612.

Gallego Jiménez, G., y Vidal Raméntol, S. (2018). El valor o la virtud en la educación [The value or the virtue in the education] Vivat Academia, Revista de Comunicación, 145, 23-39. http://doi.org/10.15178/va.2018.145.23-39. Recuperado de http://www.vivatacademia.net/index.php/vivat/article/view/1075

Polo, L. (2006). Ayudar a crecer. Cuestiones filosóficas de la educación. Pamplona. Eunsa.

Universidad Popular Autónoma del Estado de Puebla. (s.f.). Misión. UPAEP. https://www.upaep.mx/mision

Universidad Popular Autónoma del Estado de Puebla (UPAEP). (s.f.). Naturaleza y misión de la UPAEP (Cap. II, Principios generales, La educación). UPAEP.