Los problemas de Rusia con sus aliados en el escenario internacional
11/08/2025
Autor: Dr. Herminio S. de la Barquera y A.
Cargo: Profesor Investigador Escuela de Relaciones Internacionales

Los problemas para Rusia no cesan, en su esfuerzo por recuperar lo que Putin considera como propiedad de la Madre Rusia: hablamos de los antiguos territorios que eran parte de la extinta Unión Soviética. Uno de esos territorios es Georgia, que está mostrando ahora su decisión de voltear a Occidente y de mostrar su poderío militar al acoger maniobras a gran escala de la OTAN. La participación de tropas ucranianas, curtidas en el campo de batalla contra los invasores rusos y con amplia experiencia en la guerra con drones, ha inquietado al Kremlin, pues se trata de una amenaza creciente que podría desafiar a Moscú desde el sur. El ejercicio militar de la OTAN “Agile Spirit 2025”, que comenzó el 21 de julio pasado en Turquía y Georgia, refuerza los lazos y la coordinación entre las fuerzas de la OTAN y las no pertenecientes al Tratado en el sur del Cáucaso. La fuerza de la OTAN incluye soldados de 12 países (incluyendo a Estados Unidos), así como de Georgia, Moldavia (que también siente la amenaza rusa) y Ucrania como participantes no integrantes del Tratado, con Armenia y Japón como observadores. Estos ejercicios buscan mejorar la interoperabilidad entre las fuerzas de la OTAN y los países no pertenecientes al Tratado pero que están alineados con Occidente, con el fin de aumentar la coordinación y la capacidad de combate en caso de acciones militares rusas en el Cáucaso meridional y una posible intervención de la OTAN.

El deseo de Georgia de acoger estos ejercicios se explica a partir de sus tensiones con Rusia, que patrocina las regiones separatistas de Abjasia y Osetia del Sur con financiación, soldados y armas, para impedir que Georgia se acerque a Occidente, de forma similar a como apoyó a los movimientos separatistas de Donetsk en 2014 en Ucrania, preludio de la invasión a gran escala de 2022. Hay muchos paralelismos entre ambas naciones atacadas y parcialmente ocupadas por las tropas de Moscú, por lo que Georgia quiere prepararse para otra eventual agresión por parte del poderoso vecino. Desde la invasión de 2008, Rusia ha utilizado su posición aquí para intimidar y amenazar a Georgia hasta someterla, con más de 54 casos documentados de soldados rusos que desplazan continuamente los puestos fronterizos, anexionando y dividiendo así ciudades y comunidades georgianas enteras. Esto ha provocado un gran resentimiento contra Rusia entre los georgianos, y muchos no quieren quedarse de brazos cruzados mientras Rusia continúa su guerra en Ucrania y amenaza con hacer lo mismo con su país, con las repúblicas bálticas y con Moldavia.

La experiencia de Ucrania en su lucha de más de 10 años contra Rusia es un verdadero tesoro para la OTAN y sus aliados. Georgia podría salir beneficiada de este intercambio para defenderse de Rusia, tanto en el caso de una guerra convencional como híbrida. Particularmente hay que poner el acento en la guerra de drones, en la que Ucrania marcha a la cabeza en cuestiones de innovación, producción y combate. El mensaje debe ser claro: a pesar del poderío militar ruso, en caso de otro conflicto directo, Georgia estará mejor equipado para resistirse al Kremlin. Los ejemplos de Siria y de Azerbaiyán para librarse de la influencia rusa pueden servir de guía para Georgia. Armenia, enemigo tradicional de Azerbaiyán, también está volteando a Occidente, ante el temor de que la agresiva política rusa termine por absorber al país. Por eso ha intensificado sus lazos económicos, políticos y militares con Turquía. Esto deja ver, una vez más, que la extrema violencia de las ideas imperialistas de Putin están provocando el alejamiento de sus aliados tradicionales, con quienes tiene lazos culturales e históricos en común. Incluso Serbia, país que prácticamente siempre, a lo largo de su historia, ha sido cobijado por Moscú, está produciendo municiones para Ucrania y busca la protección occidental. No hay que dejar de señalar, empero, que en muchos de estos países de la antigua alianza del “Pacto de Varsovia” hay una marcada polarización social, siendo generalmente los habitantes más jóvenes, citadinos y de mayor nivel educativo los que se inclinan por integrarse a Occidente, mientras que los habitantes de más edad, de zonas rurales y de menor nivel educativo añoran las épocas de la alianza con Rusia, mejor dicho, con la Unión Soviética.

Otro caso preocupante para Putin en el campo de sus aliados internacionales es el referente al grupo llamado “BRICS” (Brasil, Rusia, India, China y Sudáfrica). Esto se debe a que parece que Trump -quien, como sabemos, es como un tiburón porque huele la sangre desde lejos-, ha encontrado un punto débil: ese es Brasil, considerado durante mucho tiempo como el miembro más vulnerable de la alianza económica rusa, y que se enfrenta ahora a aranceles elevados y a una presión creciente, lo que lo convierte en un protagonista de primera línea en la guerra económica para aislar a Rusia y a China. Hasta ahora, el ataque ha sido liderado por el propio presidente Donald Trump.

Aquí, vale decirlo, estamos ante un caso que en realidad no es sólo económico sino en gran medida político: la excusa para imponerle sanciones arancelarias al coloso sudamericano no se debe a que tenga un superávit en su comercio con los gringos; al contrario: su balanza comercial es deficitaria frente a ellos. El principal socio comercial de Brasil es China, así que Brasil es, teóricamente, menos vulnerable que, por ejemplo, México, en caso de alguna crisis comercial o financiera relacionada directamente con los Estados Unidos. Pero decimos que el caso es más político que económico porque, por un lado, Brasil está en el mismo grupo con Rusia y con China, así que, si Trump quiere debilitar a estos dos países y atraerse a Rusia, primero hay que debilitar al grupo, y el más vulnerable es Brasil, debido a que tiene una relación muy estrecha con Estados Unidos en temas tecnológicos y agrícolas: Brasil exporta productos agrícolas en altísimos volúmenes a los Estados Unidos y a su vez importa bienes esenciales para su industria (motores para los aviones Embraer, por ejemplo). Además, Trump ya ha dicho que está molesto por el proceso judicial contra su amigo Jair Bolsonaro, ex presidente brasileño acusado de haber querido organizar un golpe de Estado en 2022.

La Casa Blanca ha confirmado que los aranceles sobre los productos pesqueros brasileños aumentarán hasta el 50 % a partir de principios de agosto, lo que supone actualmente la penalización más alta del mundo. El impacto sería devastador: muchos barcos pesqueros y buques mercantes podrían suspender sus operaciones, miles de trabajadores podrían perder sus puestos de trabajo y los principales exportadores quedarían fuera del enorme mercado estadounidense. Aunque se presenta como una decisión de política comercial, Washington ya ha anunciado más sanciones en otros campos: restricción de los servicios satelitales como el GPS y sanciones de diferentes tipos a entidades gubernamentales. Por eso, los estadounidenses están presionando a Brasil para que rompa su alineamiento con el grupo “BRICS”, un bloque que Estados Unidos considera ya como la columna vertebral de la estrategia geopolítica de Rusia.

Es así que Trump está desarrollando una estrategia más amplia: Los BRICS se han convertido en el competidor económico y geopolítico más importante de Estados Unidos, Brasil es uno de los miembros originales de dicho grupo y la tercera economía más grande de los cinco países miembros, por detrás de China y la India, pero también es la más dependiente de Estados Unidos en materia de exportaciones, finanzas e importaciones de alta tecnología. Al presionar primero a Brasil, Washington está poniendo a prueba si la alianza BRICS puede sobrevivir a una guerra económica asimétrica, comenzando no por los miembros más desafiantes, sino por los más expuestos. Lo que busca el actual habitante de la Casa Blanca es separar a todos los miembros del grupo, atrayendo a Rusia y aislando a China. Pero, ante la falta de conocimientos de la complejidad de los escenarios internacionales y de sus constantes cambios de rumbo, es posible que Trump alcance lo contrario: que muchos países vean en China a un aliado comercial y político más estable y confiable que el golpeador del barrio, que insulta a diestra y siniestra, que está tratando de instaurar un régimen autoritario en su propio país y que ha sumido al mundo en un caos político, militar y económico.

Lo que ahora está preocupando sobremanera al Kremlin es, con mucho, lo que ocurre en el Cáucaso, pues el hecho de que Georgia, Armenia y Azerbaiyán estén buscando su emancipación y volteen a ver a Occidente es verdaderamente una calamidad, pues está estirando la liga rusa en términos económicos, militares y políticos. La agresividad de Putin y sus ansias imperialistas están provocando que, literalmente, le ocurra lo que sucedió en aquel circo en donde los enanos crecieron.