¿Milagro o Desesperación? México y Chile: La 'Salvación' del Agua entre Políticas Públicas y Conciencias Ecológicas Ciudadanas
18/07/2024
Autor: Dr. Ángel Acevedo Duque//Dr, Jessica Muller Perez.
Cargo: Director del Grupo de Investigación de estudios Organizacionales Sostenible, Universidad Autónoma de Chile.//Investigadora del departamento de Mercadotecnia, UPAEP

Según un estudio del Pacto Mundial de las Naciones Unidas realizado por el World Resources Instituto en 2024, 25 países enfrentan cada año un estrés hídrico extremadamente alto. Estos países, que representan una cuarta parte de la población mundial, se encuentran entre los 193 países evaluados. El agua y el cambio climático están profundamente interconectados. Las alteraciones climáticas afectan los recursos hídricos del planeta de formas complejas, desde patrones de precipitación erráticos hasta la disminución de las capas de hielo, el aumento del nivel del mar, inundaciones y sequías.

La mayoría de los efectos del cambio climático se relacionan directamente con el agua. Actualmente, alrededor de dos mil millones de personas en el mundo carecen de acceso a agua potable segura (Informe ODS 2023), y aproximadamente la mitad de la población mundial enfrenta una grave escasez de agua en algún momento del año (IPCC 2023). Además, se espera que estas cifras aumenten debido a la aceleración del cambio climático y al crecimiento poblacional, según la Organización Meteorológica Mundial (OMM 2023). En el contexto, algunas naciones se ubican en diferentes niveles de estrés hídrico, que van desde medio-alto hasta bajo y en el caso de América Latina algunos están posicionados en extremadamente alto.

Según los datos del Instituto Nacional de Estadística y Geografía (INEGI) en México para el 2024, la distribución del uso del agua es la siguiente: 76% para agricultura, 14% para abastecimiento público urbano, 5% para la industria y 5% para la generación de energía eléctrica. Según el Banco Mundial, la disponibilidad promedio anual per cápita de agua en México ha disminuido significativamente en las últimas décadas. En 1960, esta disponibilidad era de aproximadamente 10,000 metros cúbicos por persona al año, reduciéndose a alrededor de 4,000 metros cúbicos en 2012. Para 2024, México enfrenta una severa crisis hídrica con una disponibilidad promedio anual per cápita de alrededor de 3,300 metros cúbicos, representando una disminución considerable en comparación con años anteriores. Esto se debe al aumento de la demanda, la escasez exacerbada por el cambio climático y la gestión ineficiente de los recursos hídricos. Se prevé que para el año 2030, la disponibilidad de agua en México descenderá por debajo de los 3,000 metros cúbicos por habitante al año (IMCO, Banco Mundial, México Social).

En el caso de Chile, ocupa el puesto 16 a nivel global en esta categoría con un estrés hídrico extremadamente alto y el primero en Latinoamérica. La problemática del agua en Chile no se limita simplemente al consumo y compromiso responsable, sino la gestión eficiente de un recurso vital, que adquiere dimensiones globales significativas. La interacción entre el uso del agua y la sostenibilidad plantea un desafío de gran relevancia en la actualidad chilena. El país del cono sur se destaca como el único en Sudamérica con esta clasificación, según el Instituto Mundial de Recursos (IMR2024), esta distinción implica que más del 80% de su suministro de agua renovable se destina al riego, ganadería, industria y necesidades domésticas (Escenarios Hídricos 2030 Chile 2024). La vulnerabilidad de Chile ante sequías a corto plazo plantea un riesgo significativo de escasez de agua, a veces incluso obligando a los gobiernos a tomar medidas extremas, como restricciones de suministro, en proyecciones futuras hasta el 2050.

En el contexto de la crisis hídrica global, académicos de universidades aliadas, como la Dra. Jessica Muller Pérez de UPAEP y el Dr Ángel Acevedo Duque de la Universidad Autónoma de Chile, están liderando investigaciones centradas en la gestión sostenible del agua. Estas investigaciones se basan en la conciencia ecológica y el compromiso moral del uso adecuado del agua en la ciudadanía, abordando tanto las dimensiones técnicas como éticas del problema.

Los investigadores se enfocan en el desarrollo de políticas públicas que promuevan la eficiencia hídrica para la gestión del agua y prácticas sostenibles que minimicen el desperdicio. Así como también la creación de estrategias comunitarias para el uso racional del agua, destacando la importancia de la educación ambiental y la participación ciudadana en la gestión de este recurso vital. Sus trabajos no solo buscan soluciones inmediatas a la escasez de agua, sino también fomentar una cultura de responsabilidad y respeto hacia el medio ambiente.

Ambos académicos destacan la necesidad de un enfoque interdisciplinario, combinando conocimientos de la ingeniería, ciencias ambientales, economía y ciencias sociales para diseñar modelos de gestión del agua que sean sostenibles a largo plazo. Además, sus investigaciones subrayan la urgencia de implementar medidas de adaptación al cambio climático, ya que los patrones de precipitación y disponibilidad de agua están cambiando rápidamente, poniendo en riesgo tanto a las comunidades humanas como a los ecosistemas naturales.