El pasado domingo 19 de junio de 2022 se llevó a cabo la segunda vuelta en las elecciones para elegir al presidente de Colombia. Después de haber escrutado el 100% de los votos por parte del Consejo Nacional Electoral los colombianos decidieron darle la victoria a Gustavo Petro. Con apenas una participación del 58.1%, los votos se distribuyeron de la siguiente manera: con 11,281,013 de votos, Petro logró el 50.44% mientras que, con 10,480,512 votos Hernández logró el 47.31%.
Estos resultados demuestran lo que habíamos comentado en semanas pasadas; una Colombia dividida. Resulta sorprendente que la diferencia en votos sea mínima sobre todo porque Petro pudo obtener votos de aquellos ciudadanos que se mostraban indecisos pero que al final decidieron optar por un gobierno de izquierda. Es decir, por primera vez Colombia será gobernada por una izquierda estigmatizada ya que durante décadas los gobiernos de la derecha lucharon contra una brutal insurgencia izquierdista como las FARC. En pocas palabras, para el exguerrillero no será fácil gobernar y más aún cuando promete un gobierno de esperanza.
Los retos que tiene que enfrentar son mayúsculos y deberá lidiar con una profunda pobreza y desigualdad producto de la pandemia que, por cierto, los cinturones de pobreza en las diferentes regiones del país fueron quiénes le confiaron su voto a raíz de la enorme decepción de los gobiernos anteriores que lejos de mejorar sus condiciones de vida los han empobrecido más. Primero habrá que recordar que Petro hizo grandes promesas de campaña como ampliar de manera sustantiva los programas sociales, proporcionar ayuda económica a las madres solteras, garantizar un empleo y seguro de desempleo, promover el acceso a la educación superior, aumentar la ayuda alimentaria, cambiar el actual sistema de salud por uno proporcionado totalmente por el estado, reformar el sistema de pensiones (o lo que algunos han reconocido como un intento de democratizar las pensiones), sin embargo, para todo ello necesita aumentar la recaudación fiscal -la cual no debemos olvidar que es baja con relación al producto interno bruto-, misma que lo hará a través del incremento del impuesto que tendrán que pagar las 4,000 familias más ricas del país, restringirá los beneficios fiscales de las empresas, aumentará los aranceles (entendiendo que sólo para aquellas mercancías que provienen de países con los cuáles no se tenga un tratado de libre comercio porque de lo contrario significaría una renegociación de los que Colombia forma parte) y obligará a los evasores fiscales a ponerse al corriente con sus obligaciones fiscales.
Otra gran promesa de campaña fue pasar de lo que él llama la "vieja economía extractiva" de Colombia, basada en el petróleo y el carbón, a una centrada en otras industrias, en parte para luchar contra el cambio climático. Este último punto promete hacerlo a través de su compañera de fórmula, Francia Márquez, una activista medioambiental que será la primera vicepresidenta negra del país quién, ha hecho reiterados llamados a la inclusión, la justicia social y la protección del medio ambiente. Así mismo, el Sr. Petro ha prometido rehacer la estrategia del país en materia de combate a las drogas, pasando de la erradicación del cultivo de coca, producto base de la cocaína, a hacer hincapié en el desarrollo rural, situación que ya planteó al presidente de E.U.A. Para todo ese universo de promesas se requiere de un gran presupuesto que se antoja será consumido casi de manera inmediata lo que arrojará un déficit fiscal y terminará recortando los programas sociales enfureciendo con esto a los votantes que lo llevaron al poder. Dicen por ahí que prometer no empobrece, pero muy probablemente sí cuando de manera desesperada quiera cumplir con todas las demandas sociales. El tiempo será el gran sabio de esta historia.