Cambio climático: ¿Cómo entenderlo?
20/07/2023
Autor: Mario E. Cordero Sánchez y Luis G. Zárate López
Cargo: Profesores Investigadores de la Escuela de Ingeniería Química Industrial

En la actualidad, se habla mucho de cómo la concentración de dióxido de carbono (CO2) impacta en el cambio climático, el cual es un fenómeno complejo. Para entenderlo, es importante mencionar que la tierra ha presentado concentraciones de dióxido de carbono 100 veces mayores al actual. Hace 3.5 millones de años, la actividad solar era 30% menor a la actual, y los océanos no alcanzaron su punto de congelación gracias a las altas concentraciones del CO2 atmosférico, que se estima era del 3%. Este valor es superior a la concentración actual de 0.042%. Sin embargo, generó un efecto invernadero que impidió la congelación de los mares. Dicha concentración provino de cientos de millones de años de emisiones volcánicas, lo que provocó una atmósfera terrestre primitiva compuesta primordialmente de CO2, nitrógeno y vapor de agua. También se estima que, a lo largo de 4,000 millones de años, mediante el arribo continuo de cometas la atmósfera de la tierra obtuvo considerables volúmenes gaseosos de nitrógeno y de CO2. Es importante mencionar que los cometas aportaron el 10% del agua presente en la tierra.

En dicho periodo, la atmósfera de la tierra tuvo un color blanquizco debido a la abundancia del CO2, nitrógeno y el vapor de agua. Así, la presión parcial de la atmósfera primitiva era de entre 30 y 40 atmósferas, por lo que era extremadamente pesada. Esta presión tuvo gran importancia en la evolución de los procesos químicos y fisicoquímicos, en las reacciones, así como en las condiciones para alcanzar los diferentes estados (sólido, líquido y gaseoso). En consecuencia, ello contribuyó a los procesos evolutivos de la tierra.

La gran concentración del CO2 presente en la atmósfera fue removido mediante los seres vivos (plantas y animales). Específicamente, fue sepultada en sedimentos en forma de carbonatos. Por ejemplo, al morir, los organismos marinos caen al fondo del mar y son enterrados con el carbono que contienen formando reservas de petróleo y gas. Algo similar ocurrió en la superficie con la vegetación y otras especies animales.

Actualmente, la humanidad ha satisfecho sus necesidades de energía mediante la quema de combustibles fósiles, lo que libera el CO2 capturado a lo largo de millones de años. Para dimensionar el problema, basta mencionar que hace 55 millones de años los niveles de CO2 pasaron de unas 300 ppm a cerca de 1,000 ppm debido a la actividad volcánica. Esto sucedió en un lapso de 20,000 años. Sí nuestra sociedad continúa quemando combustibles fósiles al ritmo que lo hacemos ahora, llegaremos a 1000 ppm a fin de este siglo. En otras palabras, lo que le llevó a la Tierra 20 mil años, nosotros lo provocaremos en menos de 80 años.

Diversos estudios geológicos muestran que el aumento de la temperatura en otras épocas geológicas de la tierra se debe a la concentración de CO2 atmosférico. Concentraciones parecidas a las actuales se observan en el Plioceno (hace aproximadamente entre 3.5 y 5 millones de años) donde la temperatura media se incrementó hasta por 4 grados y, en consecuencia, el nivel del mar aumentó en 20 m. Con base en dichas observaciones, se estima que el aumento del CO2 atmosférico tenga un efecto muy grande sobre el clima de la tierra provocando inundaciones, sequías, fenómenos meteorológicos más intensos (como huracanes y ciclones), así como el corrimiento de las estaciones del año. 

Lo anterior parece lejano y ajeno a nuestra vida diaria. Sin embargo, la pérdida de cosechas, aumento de precios, pérdidas materiales y hasta humanas son consecuencias palpables y actuales del cambio climático. Sólo en 2021 las actividades humanas liberaron 34,000 millones de toneladas de CO2, es decir, 5 toneladas por habitante. En México, cada persona genera en promedio 3.1 ton por año. Sí queremos revertir la tendencia en el cambio climático, el promedio mundial de generación de CO2 per cápita debe disminuir a 2 ton/año, esto es, que cada persona del mundo sólo libere 2,000 kg de CO2 al año. 

Para visualizar la magnitud de nuestra contribución a la emisión de CO2, notemos que tener prendido un foco de 100 watts durante 100 horas libera tres kilogramos de CO2, mientras que el consumo de un litro de diésel o gasolina liberan 2.65 kg y 2.37 kg, respectivamente. Además, cada kWh de energía consumida libera 0.423 kg. Entonces, es evidente que los cambios en nuestras acciones cotidianas pueden contribuir a disminuir la emisión de CO2.