En alguna columna anterior hablamos de cómo los números que utilizamos día con día representan un primer acercamiento a las matemáticas. Y, aunque estamos muy acostumbrados a ellos, también los números son nuestro primer contacto con la modelación matemática. Esto se debe a que los números nos ayudan a representar de forma abstracta, por ejemplo, que tanto tenemos, o no, de un objeto. Incluso los sistemas numéricos nos ayudan a representar ideas más complejas como la repartición de un bien, por medio de los números racionales, o la longitud de una circunferencia, con el irracional pi.
Solemos pasar por alto el gran valor de los números pues están presentes en muchas de nuestras actividades cotidianas. Por ello, es común olvidar los beneficios que cada uno de ellos genera.
Dentro de todos los números existentes, el cero es quizá uno de los más controvertidos. En la actualidad, es claro que el cero representa la nada o el vacío; es decir, lo usamos para representar algo que no tenemos. Sin embargo, algunas civilizaciones antiguas se desarrollaron sin una representación formal del cero. El ejemplo más conocido es la cultura romano cuya representación de los números no tiene un cero.
Con los números romanos también podemos percibir los beneficios asociados al cero. La consideración de un símbolo asociado al vacío simplifica la representación de los números pues permite establecer posiciones. En otras palabras, la ubicación del cero en un número nos ayuda a entender el ordenamiento de los mismos. Además, el cero tiene propiedades operativas que facilitan operaciones más complejas. Con respecto al producto, una multiplicación se anula cuando al menos uno de los factores es cero. Por el contrario, en la suma, el cero se comporta neutralmente pues no afecta el resultado. Así, el cero puede detener un proceso, o lo puede modificar sin afectar el resultado final. Sin embargo, su introducción fue difícil pues tener nada de algo no es una percepción natural como tener una taza de café o dos libros.
Aunque aparentemente triviales, las observaciones anteriores se relacionan con los avances tecnológicos que el cero facilitó con su introducción. Algunos historiadores matemáticos, como George Ifrah, señalan que la introducción del cero fue fundamental para impulsar el desarrollo tecnológico europeo y superar la Edad Media.
Específicamente, una noción concreta del cero impulsó el estudio de las ecuaciones y los métodos para resolverlas. Así, la búsqueda de los ceros revolucionó el Álgebra pues las ecuaciones polinomiales de grado cinco, o superior, no tienen una fórmula general para encontrar sus soluciones. Sin embargo, el cero contribuye a estructurar espacios de soluciones. Por otra parte, el cero también fue pieza clave para entender lo infinitesimalmente pequeño que, a pesar de haber estado presente en culturas tan antiguas como la babilónica, su comprensión se perdió con la ausencia de un símbolo para el cero. Esta última noción es la base para estudiar los cambios marginales de una variable con respecto a otra, con lo cual se construye el Cálculo. Este último es fundamental para construir procesos de optimización.