La vida útil de una estructura se refiere al tiempo durante el cual la edificación se desempeñará adecuadamente en condiciones normales de servicio. Es decir, la construcción no deberá presentar ningún mal funcionamiento cuando se utiliza correctamente para lo que fue diseñada. Para ello, un punto importantísimo del diseño estructural es la identificación y valoración de las fuerzas que estarán afectando a la estructura.
En la Ingeniería Civil las cargas se clasifican como permanentes, aquellas que no dejarán de actuar sobre la estructura (peso propio), variables, cuando la carga toma valores diferentes en distintos lapsos de tiempo (agua de un tanque), y accidentales, que se pueden presentar o no durante la vida útil de la edificación con una intensidad variable. Las últimas son las más difíciles de cuantificar para un ingeniero pues se asocian al viento o a un sismo, así como inundaciones y deslizamientos de tierra. Entonces, las cargas accidentales son fuerzas que la naturaleza le impone a una construcción.
¿Qué hace un ingeniero para evitar en el mayor grado posible el efecto destructivo de una carga accidental en una edificación? Trata de cuantificarlas con el apoyo de la probabilidad y la estadística, o a través de pruebas experimentales. De esta manera, el viento, que es una masa de aire en movimiento, se traduce en fuerzas que impactan a la construcción. Lo mismo ocurre con los temblores, que son movimientos del suelo e impacta a la estructura. De la combinación de fuerzas permanentes, variables y accidentales se obtienen los valores máximos (críticos) de diseño. Sin embargo, y desafortunadamente, los valores de diseño se pueden ver superados por eventos extraordinarios que pudieran ocurrir causando daños en las estructuras; esto sin considerar a la corrupción como otro elemento importante. Por eso toma relevancia el diseño por resiliencia: que las construcciones dañadas regresen a su funcionamiento normal en el menor tiempo posible al menor costo posible.
Pero las afectaciones de las estructuras se pueden deber a otras situaciones como cambio en el uso de las mismas, ampliación de niveles sin supervisión, construcción en lugares que ya suponen un riesgo (junto a ríos o barrancas, sobre cavernas o bajo cerros). Por ello, la sociedad debe acercarse a los expertos para tomar una decisión lo más correcta posible en cuanto a construcción se refiere. Las autoridades, por su parte, deben estar atentas a que los reglamentos de construcción estén actualizados, sean vigentes y se apliquen correctamente. Además, la labor de la ciudadanía y del área de protección civil, municipal o estatal, debe ser coordinada para disminuir los efectos dañinos de los fenómenos naturales.
Tengamos presente que los fenómenos naturales no se pueden evitar, pero sí se puede mejorar la respuesta ante ellos.