Sin un cambio real, todo habrá sido en balde
10/03/2023
Autor: Dr. Jorge Medina Delgadillo
Foto: Director General de Innovación en Modalidades Educativas

Poco a poco hemos venido creciendo como sociedad en la conciencia de la valía y aporte único de la mujer en la vida familiar, empresarial, social, política, etc.

Cada vez en más hogares se respira un ambiente más equitativo en cuanto a labores domésticas y cuidado de hijos en comparación con lo que les tocó a nuestros padres y ni qué decir de cómo era en tiempos de nuestros abuelos. Desafortunadamente hay hogares donde actualmente se considera que el trabajo doméstico es de la mamá y, además, se le pide que aporte económicamente en igualdad de circunstancias. Nadie duda que vivimos en una época más sensibilizada que las anteriores. Pero, ¿es suficiente? Considero que no.

Hoy podemos ver a más mujeres en puestos de liderazgo y toma de decisión en el mundo de la empresa y los gobiernos. La cantidad de directivas, diputadas, gobernadoras, ministras, etc. que hoy mi hija ve que existen, a mí no me tocó verlo cuando era niño, y mucho menos cuando mi padre lo era. Nadie duda que hay avances en el acceso de la mujer a puestos de toma de decisiones. Pero, ¿hemos ido avanzando al ritmo que debiéramos? Considero que no.

Hoy más y más mujeres acceden a la educación superior. La tasa actual de universitarias (estudiantes y maestras) no tiene nada que ver con la tasa que había cuando yo estudié, cuando mi padre lo hizo o cuando lo hizo mi abuelo; en tres generaciones hemos avanzado de manera importantísima. Nadie duda de las estadísticas. Sin embargo, hay mujeres, sobre todo pobres, indígenas y pertenecientes a grupos vulnerables, a las cuales no se les abren las puertas de la educación como al resto de ciudadanos, hay geografías que van en sentido contrario al sentido común, a la justicia más básica. La cartografía de la inequidad es hoy alarmante. Pero, ¿hemos logrado la equidad de género en el ámbito educativo, siendo verdaderamente inclusivos? Considero que no.

Y así como en el hogar, la empresa, el gobierno y la educación aún hay grandes pendientes, los hay en lo social, cultural, sindical, salarial... la brecha aún es grande. ¡La brecha nos debe doler a todos! Todos estamos urgidos a hacer algo.

¿Qué? ¿Qué hacer como universitarios?

Lo primero: reflexionar e invitar a la reflexión a todos, cercanos y distantes. Hacer conciencia es ya mucho. Hagámoslo bien: nuestros hijos y nietos deben vivir en un mundo más justo, equitativo y digno del que nos tocó vivir... hagámoslo por ellos. Un mundo donde los varones respeten a las mujeres (en vez de matarlas), las valoren (y no sientan envidia de su progreso), les generen oportunidades (en vez de obstruirlas) y las reconozcan (en vez de invisibilizarlas) es un mundo que vale la pena ser construido y vale la pena ser vivido. La universidad es casa de reflexión. Estas reflexiones deben ser inclusivas, participativas, dialógicas, no violentas, pacientes. 

 

Lo segundo: alzar la voz. En marchas o en redes sociales. Muchas cosas hemos conseguido por la manifestación pacífica de ideas.... muchas!!! Como humanidad no dejemos de alzar la voz denunciando las injusticias. No soy de la idea de abandonar las marchas sólo porque se cuelan violentos o golpeadores. Siempre ha habido gente que busca reventar los movimientos desde dentro. ¿Por qué la marcha por Mara y sus compañeros asesinados fue ejemplar en muchos sentidos? ¿Qué posición tomar: la de mirar desde el balcón los movimientos o estar en ellos buscando justicia y paz? Soy totalmente partidario de Gandhi y de ahimsa (no-violencia): es el camino más exitoso para cambiar el status quo. Por otra parte, seamos sinceros… no pidamos exquisiteces en la manifestación pacífica de ideas, si hay algún desperfecto, ¡ya se arreglará! Las cosas no tienen el valor de las personas. Hay mucha rabia y rencor contenidos, fruto de una indignación y reclamo generalizado debido a grandes injusticias, ¿nos estamos haciendo cargo de esa historia? 

Lo tercero: apoyar con símbolos. Cuando las mujeres deciden dejar de estar en un lugar (“El nueve nadie se mueve”, “un día sin mujeres”) entonces más que “invisibilizarse su presencia”, se da el fenómeno opuesto, se "visibiliza su ausencia", como Maurice Blanchot pensaba. Para una sociedad machista esto es importante. Todavía hay personas e instituciones que no caen en cuenta del aporte fundamental y decisivo de la mujer en todos los ámbitos de la vida pública y privada. No es que esos días se deje de trabajar como consigna, o para no generar lío, o para no interferir en manifestaciones. También es sano para la sociedad en su conjunto caer en la cuenta de cuánto las mujeres aportan, valen, significan y son fundamentales. Hay un episodio de la historia política de los romanos que me parece significativo. En el 287 a.C. los plebeyos –ellos no tenían derechos, sino sólo los patricios– abandonan la ciudad y se van al monte Aventino, pues sus opiniones eran ignoradas, acalladas, silenciadas. La escena debió ser impactante: ¡una Roma sin campesinos, sin artesanos, sin cocineras, sin sirvientes, sin leñadores, sin…! Unos ricos y poderosos llevados a las cuerdas, de la manera más pacífica e inteligente: ¡la huelga! El final es clave: los patricios cedieron a las demandas legítimas y desde ese entonces las asambleas de la plebe (plebis scitum – plebiscito) tuvieron fuerza de ley e incluso superior a la voluntad de los legisladores. 

Por último, cambiar... Todo lo anterior tiene sentido si se da un cambio efectivo y notorio de todas aquellas conductas impropias de los varones, incluso, un cambio de las ideas machistas que aún perviven en algunas mujeres. Y del cambio somos responsables todos: un México más humano, una Puebla más humana, una UPAEP más humana… donde todas y todos nos tratemos fraternalmente, con respeto y responsabilidad. ¡Sin un cambio real, todo habrá sido en balde! Superemos las lógicas de la revancha y la violencia, de pensarnos unos por encima de otros y vayamos a las lógicas del respeto, la valoración y la complementariedad. ¡Yo sí me comprometo a esto! Por mi madre, mi esposa, mis hijas, mis maestras, mis alumnas, mis compañeras de trabajo… por cada una de ellas, por todas, vale la pena cambiar.