¿Cómo es el nuevo orden internacional que Estados Unidos se plantea? (Primera entrega)
09/06/2023
Autor: Dr. Derzu Daniel Ramírez Ortiz
Foto: Director de la licenciatura en Relaciones Internacionales

Estados Unidos delinea, cada vez con mayor claridad, su visión estratégica sobre un nuevo orden internacional. En el aspecto económico, con el gobierno de Trump, la disrupción fue drástica además de histriónica. Su gobierno, denostó los fundamentos teóricos de la globalización económica argumentando que había diezmado la base industrial y a la clase trabajadora estadounidense, en favor de economías como la china o la mexicana. 

Desde su doctrina de Estados Unidos Primero, puso en práctica un revisionismo del orden económico liberal que Estados Unidos había impulsado desde los años de posguerra, a través de iniciar una guerra arancelaria contra China, de boicotear el Acuerdo Transpacífico y a la Organización Mundial del Comercio (OMC) y de crear el nuevo molde de los acuerdos económicos estadounidenses, con la transformación del TLCAN hoy TMEC en un acuerdo más mercantilista. 

Me sumo a los que consideran que este revisionismo del paradigma globalizador es un cambio estructural. En las élites estadounidenses— conservadoras y liberales por igual— se ha arraigado un amplio consenso de que el paradigma antes mencionado está rebasado y que socava, no solamente al liderazgo mundial de Estados Unidos, sino también sus fundamentos sociopolíticos más básicos. Es decir, hay en marcha un cambio de Grand Strategy, que busca replantear estructuralmente las relaciones estado –mercado, transformar pues, el equilibrio entre la política y la economía a nivel nacional y global.

En este y próximos espacios, analizaremos las líneas rectoras de la Gran Estrategia expresadas por el gobierno de Biden, pero que sostengo, permanecerán inmunes a los ciclos electorales bipartidistas por venir. Algunas de esas líneas son continuidades de su antecesor. Por supuesto también se hará referencia a las diferencias. Para ello, se parte de dos supuestos. El primero es alertar, como lo hizo el siglo anterior el historiador Karl Polanyi, que la economía capitalista—y por ende la globalización económica (agrego yo) —  no es un fenómeno determinado por las fuerzas económicas, es primero que todo un proyecto político deliberado y como tal está sujeto a requilibrios entre las fuerzas de estado y mercado. El segundo, es que no damos por sentado que Estados Unidos posea el suficiente poder para moldear el orden internacional. Tal vez ya no determine el orden de las cosas, pero sin duda podrá influirlo fuertemente. 

El primero de los componentes analizados de la Gran Estrategia es la relectura sobre la relación política y económica de los Estados Unidos con China y Rusia.

Después del fin de la Guerra Fría, la tesis dominante en los círculos de toma de decisión liberales fue que había que integrar a la economía occidental a éstos rivales. A riesgo de simplificar demasiado, el argumento era que la integración económica transformaría a China y Rusia en economías de libre mercado y con una amplia clase media. En éstos factores se engendrarían las fuerzas de cambio político interno que fincarían la apertura, la democracia y su consecuente adhesión política al bloque occidental. 

Desde la década de los noventa, diversos analistas del estamento Realista estadounidense como Kissinger o Mearsheimer, consideraban tal política como un acto de peligrosa ingenuidad. Argumentaban que China y Rusia jamás estarían conformes con subordinarse a un orden internacional de proyección estadounidense. Aprovecharían esos lazos para empoderarse materialmente y socavar el orden estadounidense en coyunturas clave.  

Tal estamento manifestaba que las elites liberales, al expedir cheques multimillonarios a China a través de Ayuda Oficial al Desarrollo y al promover la entrada del país asiático y de Rusia a la OMC, aniquilaban poco a poco la razón de estado, cegados por una ilusión liberal. Por supuesto, el furor globalizador empujó al estamento Realista al ostracismo por algunos años. 

Sin embargo, en la Estrategia de Seguridad Nacional del gobierno de Biden y en otros documentos, se constata la recuperación de las tesis Realistas de posguerra fría que años atrás el gobierno trumpista se había encargado de desenterrar. Tal vez las líneas discursivas de Biden son menos estridentes y más afables, pero el cambio de pensamiento es innegable. Fue un error estratégico integrar a China y a Rusia, ello nunca las convertirá en democracias ni en estados cooperativos ni confiables. 

Del anterior entendimiento se desprenden otras narrativas y líneas programáticas con implicaciones para economía política global. El intercambio económico y la construcción de cadenas de valor ya no pueden ser procesos conducidos por la búsqueda de la rentabilidad, sino que deben de estar gobernadas por consideraciones geopolíticas. En el programa de política internacional de Biden se habla de hacer más seguras las cadenas trasnacionales de valor reposicionándolas en países y regiones like minded. En otras palabras, no apuestan por el nearshoring sino por el allyshoring

Se habla de garantizar el abasto de insumos estratégicos para la economía y para la seguridad nacional de Estados Unidos y sus aliados. Se prioriza el rompimiento de dependencias económicas perjudiciales que países enemigos han utilizado como instrumentos de coerción, como Rusia lo ha hecho con sus recursos energéticos o como China lo puede hacer con su control de minerales. Se habla de adaptar los regímenes económicos internacionales a ésta nueva realidad, empezando por la OMC. De contrapesar la influencia financiera de China en economías emergentes y poco desarrolladas. Y de garantizar la superioridad tecnológica de Estados Unidos, aunque eso amerite renunciar a la reducción tarifaria y poner barreras a los mercados de bienes y servicios tecnológicos especialmente contra empresas chinas. 

Los estrategas republicados de Trump hablaban de desacoplar(decoupling) los vínculos económicos con países rivales, en especial con China, como medida de seguridad. El gobierno de Biden habla de disminuir el riesgo (derisking) inherente en las relaciones económicas internacionales. Conforme pasen los ciclos electorales en aquel país, podremos comprobar si ésta diferencia de términos se traducirá en políticas y escenarios diferenciados o sólo es mera semántica. También iremos vislumbrando el nivel de inseguridad y las reacciones que ésta nueva Gran Estrategia generará en las potencias que Estados Unidos cataloga de amenazantes. Rusia ya ha comenzado a marcar pauta.

Lo cierto es que se van constituyendo tendencias y patrones de cambio mundial que hacen de éste un gran momento para escudriñar lo internacional y de actuar para que no se repitan escenarios funestos.