Una de las obras más influyentes de la mística y la ascética cristiana fue La imitación de Cristo. Su primera edición, de 1418, no da cuenta de su autor, aunque la tradición lo ha atribuido a Thomas de Kempis. El libro consta de cuatro secciones y, en la tercera (cap. 47, n. 2), aparece la frase que intitula esta reflexión: “age quod agis”.
Una traducción literal sería: “haz lo que haces”. Si a primera vista no se comprende toda su hondura, explicitemos algunos conceptos que quedan entre líneas: “haz [bien] lo que estás haciendo”; “estate [de lleno] en lo que estás”, “actúa [plenamente] al actuar”.
Unos veinte siglos antes que Kempis, Pítaco de Lesbos expresó algo bastante semejante: “posee lo propio”. Alguien se preguntará: si algo ya es de mi propiedad, ¿cómo es que he de poseerlo? La respuesta podría ser también añadiendo una cláusula de plenitud, de totalidad, de virtud. Ciertamente realizamos actividades, ¿pero las hacemos de la mejor manera posible? Sin duda trabajamos, ¿pero ponemos “toda la carne al asador” cuando lo hacemos? Por supuesto que amamos, ¿pero con plenitud?
El ritmo de incesante y acelerado cambio al que estamos sometidos y que es fomentado constantemente por dispositivos culturales y biopolíticos, nos hace poner la mirada en “lo siguiente”, “lo que falta”, “lo nuevo”. Hoy en día progresar implica “hacer nuevas cosas” pues “hacer lo mismo” es considerado estancamiento, ruina, incompetencia. “Hacer lo mismo” es una de las cosas que más están vetadas hoy de nuestro imaginario acerca de la felicidad. La dicha implica novedad constante, “vita hiperactiva” (opuesta a la antigua vita contemplativa). Y este modo de ser de las existencias que habitamos el siglo XXI condiciona fuertemente nuestro quehacer universitario.
La tentación de presentarnos con “nuevas” apuestas, nombres “novedosos”, “nuevos” programas y planes de estudio pueden tener un anverso no tan deseable. ¿Por qué? Porque a fuerza de pasar de un tema a otro nos volvemos seres superficiales. Que nunca terminan de habitar una casa cuando ya desean otra y, por tanto, nunca la terminan de amueblar ni de hacer suya. Nunca la “poseen” (como pedía Pítaco). La casa de la que hablo son nuestros saberes y disciplinas, nuestros quehaceres y funciones sustantivas, nuestra identidad.
Que no nos dé miedo hacer lo que hacemos (age quod agis), haciéndolo cada vez con más profundidad, con más pasión, con más visión, con más trascendencia. No nos sintamos mal cuando nuestros planes a futuro son eso: ser lo que somos, pero siéndolo en plenitud. El sentido de la vida –y la felicidad– no consiste tanto en hacer algo distinto, sino en hacerlo cada vez mejor. No es besando mil bocas que se adquiere maestría, sino besando mil veces la misma boca. Un virtuoso del violonchelo sabe bien que la alegría ha ido creciendo al hacer cada vez mejor lo que tanto le apasiona y no por tocar más o menos veinte instrumentos de orquesta. Los monjes que meditan la Sagrada Escritura toda su vida terminan encontrando el tesoro escondido en las mismas páginas que comenzaron leyendo en su juventud. Los ejemplos se pueden multiplicar al infinito.
Age quod agis es todo menos una tautología. Es un desafío y una hoja de ruta. El futuro en cierta manera está ya inscrito en el pasado y en el presente. El futuro no es sino un presente dilatado, expandido, pleno; es el sueño pasado vuelto realidad. Por supuesto, siempre ha lugar la incorporación de novedades, pero al modo como los injertos lo son a las plantas. La savia que corre por las venas del árbol, siendo siempre la misma, ha de ser siempre mejor, más sana, más nutrida.
¿Qué significa crecer como “docentes” o como “investigadores”? Age quod agis. ¿Cómo nuestras facultades y disciplinas alcanzarán más prestigio e incidencia social? Age quod agis. ¿Cómo alcanzaremos metas y nuestros indicadores rebosarán de alegría? Age quod agis. ¿Cómo soñar la UPAEP de los próximos cincuenta años? Age quod agis.
El texto de La imitación de Cristo donde está enmarcada la frase es el siguiente:
“Age quod agis; fideliter labora in vinea mea, ego ero merces tua. Scribe, lege, canta, geme, tace, ora, sustine viriliter contraria: digna est his omnibus et maioribus præliis vita æterna.” (“Haz bien lo que haces, trabaja fielmente en mi viña, que yo seré tu recompensa. Escribe, lee, canta, gime, calla, ora, sufre valientemente lo adverso; la vida eterna es digna de estos y de otros mayores combates”).