En la celebración eucarística de hoy 27 de mayo en honor al eterno descanso de Don Mario Iglesias García Teruel, Primer Rector UPAEP, el Mtro. Carlos Castro dirigió un mensaje, el cual compartimos de manera íntegra a continuación.
Estimados amigos, hemos vendido hoy a una celebración de vida, no una celebración de muerte porque como nos dice el Catecismo de la Iglesia Católica la Santa Eucaristía es fuente y es culmen de toda la vida cristiana y contiene todo el bien espiritual de la Iglesia que es el mismo Cristo nuestro Señor y como la Santa Misa trasciende al tiempo y al espacio entonces une a la Iglesia militante a la Iglesia purgante y a la Iglesia triunfante y con ello aumenta nuestra unión con Cristo nuestro Señor. Ya San Ambrosio también nos decía "en el ofrecimiento de las misas por los difuntos que si los hemos amado durante su vida, en la Tierra no nos abandonaremos en la muerte hasta que nos hayamos ayudando con nuestras oraciones a entrar a la Casa del Señor" quisiera yo, pues realmente en vibración con lo que el Padre Gabriel ya no se ha expresado sin ponernos de acuerdo seguir en estas ideas, que ya nos proponía tratando de destacar algunos de los rasgos que considero fueron fundamentales de nuestro entrañable amigo Mario, pero sobre todo, no repitiendo lo que ya hemos visto en abundancia, lo que todos los que lo hemos querido han comunicado a través de las redes sociales, sino sobre todo centrándonos en la enorme coincidencia de sus rasgos con la propuesta educativa de nuestra Institución, lo cual además es obvio, porque las instituciones las hacen las personas con todo lo que son.
Quisiera yo destacar tres rasgos fundamentales que yo pude observar, primero su gran calidad en el trato humano, un trato cercano un trato cordial que sale del corazón y que llegan al corazón, del otro un trato amable en ese sentido de amable de que tiene la capacidad de amar y de ser amado, ese trato cercano hacia los demás que Mario siempre nos demostró confiando en todos era una persona que se había confiar, verdad, y que muchos llegábamos por primera vez totalmente con inexperiencia y que confiaba pero que a la vez exigían porque no era bonachón nada más porque sí, para los que trabajamos cercanamente a él sabíamos que en el cumplimiento de las responsabilidades era sumamente exigente.
No había nada más que le desagrada que alguien no cumpliera con sus responsabilidades que tenía en el servicio a los demás y particularmente en el servicio a los estudiantes, sin embargo, era una persona que se preocupaba, no solo de las responsabilidades, sino ante todo de las personas y platicaba con nosotros y nos preguntaba, no solo por nosotros por nuestras esposas, nuestros esposos, nuestros hijos, siempre estaba pendiente de mirar a la cabeza decenas y decenas de anécdotas, que pues no tengo el tiempo de contar, pero recuerdo en aquellos momentos en que era yo secretario que a pesar de la acumulación de trabajo pasaba y me decía, vamos, Mario, tenemos mucho trabajo, vamos a los pasillos así como parte de la agenda era ir hacia los pasillos para encontrarse con los profesores, con los estudiantes sobre todo, no dudaba en remangarse las manos y echarse la cascarilla con cascarita con ellos en sentarse a jugar un dominó en la cafetería con los estudiantes, por supuesto el imperdonable no estar en la porra en cualquiera de los encuentros que tenían nuestra universidad y desde donde incluso quería poner la alineación.
Eran tanta su pasión por estar con nosotros y con los estudiantes que a veces, hasta se extralimitaba en ello y entonces lo recordamos muy cercano con un trato muy cordial. ¡Ven para aquí, flaquita! ¡Chaparrito, ven acá! ¡Gordito, vamos! ¿Los rojitos se acuerdan de todo ello? A todos tratándonos con diminutivos para hacernos cercanos a él, es una actitud amistosa en donde lo más importante, era precisamente la persona, anteponiendo incluso a veces las situaciones que se tenían que resolver; él nos decía y recuerdo muy bien que ante los visitantes, ante los acreditadores, ante los aspirantes, teníamos que mostrar lo más valioso que tenía esta institución y lo más valioso que él lo decía, son las personas. Eso era lo que se atribuía a su institución, claro, como también lo decía el padre Gabo, no faltaron los momentos de enojo y de corrección, pero también quiero destacar algo que me consta, se habían pedido.
Cuando se equivocaba, cuando se enojaba, tenía la humildad de acercarse a uno y de saber. Este rasgo hoy, para los que no lo conocieron en su tiempo, lo puedo asociar a uno de los principios de la pedagogía del bien común, de ese liderazgo transformador, al principio del encuentro, el encuentro con los demás en donde hacía vida la alteridad, es decir, no solo ponerse en los zapatos del otro, sino traer los zapatos del otro hacia uno y poderse alternar entre el otro y yo para poderlo entender.
Un segundo rasgo que quisiera yo destacar de él, es su enorme fortaleza. Sabemos que Mario sufrió mucho en lo personal, en lo corporal y en lo espiritual, en su persona, en su familia y también ante las circunstancias institucionales. Hoy es fácil llevar a la UPAEP a otros ambientes, hoy muchos quieren ser aliados de la UPAEP, esto no fue así al principio y aunque hubo grandes sectores de la sociedad que apoyaron a la universidad, también hubo muchos sectores en el ámbito público y privado, en los medios de comunicación, en las organizaciones sociales y muchas personas que atacaron a nuestra universidad, hasta hubo fuego amigo y que, cada vez que podían ponerle el 10 se lo ponían.
Sin embargo, Mario tenía una resiliencia enorme y una capacidad de poder enfrentar todas estas circunstancias adversas con una gran personalidad, estableciendo los primeros vínculos con instituciones educativas, gubernamentales, etcétera, lo cual en ese momento prácticamente era inconcebible, porque aún entre las instituciones particulares, nos veíamos con mucho recelo, había mucha crítica y leyendas negras sobre nuestra universidad a las que tuvo que enfrentar aún poniéndole el micrófono en el momento más inesperado, pero que lo hizo con una gran personalidad y que además, nos da una gran tranquilidad, porque los que íbamos tras él nos poníamos atrás.
Él siempre supo dar la cara, siempre supo ser el primero y siempre supo dar la respuesta, no solo reactiva, sino propositiva. Hoy esto lo quisiera comparar con la propuesta de nuestro liderazgo transformador, con esta capacidad del don de líder UPAEP, del que sabe darse de sí para buscar el bien de los demás, para buscar esta promoción del bien común que siempre tuvo en mente.
El último rasgo que quisiera yo destacar, es su profundo sentido de trascendencia, su enorme fe en Dios y muy particularmente, en la Santísima Virgen de Guadalupe; no es casualidad que bajo su rectorado, se hiciera el acto de consagración oficial a la Santísima Virgen de Guadalupe, él encabezó, cuando íbamos en marcha por la calle, él encabezó junto con Vicente Pacheco la procesión para irnos a consagrar. Llevaba a un lado un par de alumnos que iban cargando la imagen de María Santísima, yo recuerdo en múltiples ocasiones que lo acompañé cómo sus oraciones tenían un sabor de confianza infantil.
Se confiaba a la Virgen, se confiaba a Dios, tenía la esperanza en ellos y con ellos sabía enfrentar los problemas y las propuestas que había. A veces no había dinero para pagar la nómina, ¿verdad? A veces había muchos problemas muy serios para que la Universidad pudiera funcionar y sin embargo, él con fe, sabía que Dios iba a proveer. Yo recuerdo una ocasión muy importante para la universidad, en donde en una de sus múltiples reflexiones sobre nuestro modelo educativo, sobre nuestra propuesta y fundamentos, estábamos discutiendo.
Sobre el perfil del egresado, es decir, los rasgos del universitario que queremos formar, es decir, el modelo de hombre que proponemos en nuestra formación, y al hablar precisamente del modelo de hombre, hubo una persona que le cuestionó muy seriamente y le dijo "¿qué eso no es fascismo, eso no es nazismo? ¿pensar en un modelo de hombre?"; y él, con toda claridad, con toda la certidumbre, dijo "el modelo de hombre, es Cristo". Su visión trascendente y su confianza en Dios y la fundamentación de todo lo que hacía, estaba perfectamente clara.
Él buscó siempre, como dijo el padre Gabriel, el contribuir al reinado de Dios que como dice nuestro ideario: "el reino de Dios no es un programa, ni es una ideología, es un encuentro que surge del encuentro personal con el mismo Cristo que se vive primero del interior, pero que no se queda ahí sino que se expande a las realidades temporales en búsqueda del bien, de la paz, de la justicia", lo que hoy podríamos decir la propuesta del liderazgo transformador. Ese es el legado que nos deja nuestro Mario. Como acostumbramos decir, la barra nos la dejan muy alta, ¿verdad?Para que lo imitemos, lo sigamos, lo podamos seguir y podamos llevar a la institución a donde él siempre soñó.